Los medios cubanos son inútiles

Periodismo. Política. Crítica.
Por Roberto Álvarez Quiñones…

Prensa cubana

Poco después de que Cristóbal Colón demostró que el mundo es una esfera y no una siniestra planicie, lo que dejó bien claro en el diario de navegación que tuvo la paciencia  de redactar, surgieron los primeros medios de prensa escrita, que se convirtieron en los cronistas de cada época histórica.

Así ha sido y es en todo país normal. Y  ahí está el detalle,  para decirlo como Cantinflas. La Cuba de los hermanos Castro es bien anormal y los medios de comunicación son inútiles, no son los cronistas de su época.

Cuando el castrismo sea el recuerdo de una  larga pesadilla,  muy poco de lo escrito en la prensa plana, o difundido en la TV, la radio, el cine,  la internet,  o los ensayos publicados en la isla  tendrá realmente valor histórico o sociológico.

Con la consigna leninista de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) de hacer un “periodismo militante y creador” los medios castristas solo son repetidores de consignas ridículas  y  propagandistas de la dictadura. No tendrán trascendencia histórica.

Tampoco servirá de mucho  la literatura escrita y publicada en la isla desde que Fidel Castro en 1961 adaptó una célebre frase de Benito Mussolini y precisó:   “Dentro de la revolución todo; contra la revolución, nada”. Pero  no es en la literatura que me quiero detener hoy, sino en la prensa.

Fidel y Raul Castro

La inutilidad de los medios oficiales cubanos la resumió  un comentario que me hizo en Los Angeles una  destacada colega y amiga mía hispana que hace algún tiempo fue de visita a La Habana:   “Es increíble”,  dijo, “en los periódicos y la televisión no te enteras de  nada  de lo que está pasando en Cuba y  afecta a la gente de a pie”.

El papel de la prensa como veedora de la realidad cotidiana es bien  antiguo. En la Roma imperial, por ejemplo,  las cartas (escritas para ser publicadas) de Plinio el Joven permitieron conocer detalles de la vida romana y de la erupción del Vesubio que sepultó a Pompeya.

Pero fue luego de que Gutenberg  con su imprenta revolucionó al  mundo en el siglo XV  que la prensa escrita hizo propiamente su aparición, con las hojas volantes impresas, que en París llamaban “nouvelles à la main” (noticias a la mano),  y en Londres “news letters”, y que describían la vida urbana, rumores, curiosidades y daban  noticias. En América la primera hoja volante se vendió en la Nueva España en 1542, y relataba un terremoto ocurrido en Guatemala.

En el siglo XVII surgieron los periódicos impresos: Strassburger Relation en Alemania(1605) POIT en Suecia (1645),  La Gazette de Francia, (1631), y otros. Los primeros diarios vieron la luz en el Siglo de las Luces, como el Daily Courant de Londres (1702), San Petersburgo Vedomosti, en Rusia (1703);  el Diario Noticioso de Madrid (1758), el  Journal de Paris (1772).  Con la Revolución Francesa  se crearon más de 300 periódicos, casi todos destilando sangre, pues unas 40 mil personas fueron guillotinadas, sobre todo en el período del terror (1793-1794).comunicación en el mundo

Desde aquellos tiempos genésicos, hasta hoy en que la noticia se eleva 35,786 kilómetros en el cosmos  y rebota desde un satélite artificial hasta nuestro  teléfono móvil, la prensa escrita, radial, online, o televisada,  deja constancia fundamental de lo que ocurre en cada nación y en el mundo, siempre que no lo impida un régimen tiránico.

Redes sociales

Cuando Fidel Castro tomó el poder en 1959  lo primero que hizo fue intervenir y estatizar los medios. Y lejos de restablecer las libertades como había prometido desde la Sierra Maestra, las suprimió por completo. Cuba era  hasta entonces el país con más periódicos, revistas y aparatos de TV per cápita en toda Latinoamérica.

Castro  de hecho convirtió en propiedad suya a la televisión e hizo un uso de ella nunca antes visto. Dirigía el país por TV, pues en sus intervenciones televisadas tomaba decisiones  que afectaban a todo el pueblo (luego lo imitó Hugo Chávez en Venezuela).

Como estatizó también todo el sistema de educación, y expulsó del país a  sacerdotes y monjas,  el dictador cumplió el sueño de Antonio Gramsci, fundador del Partido Comunista de Italia, para quien la vía para implantar el comunismo no era la revolución sangrienta postulada por Marx y Lenin, sino lograr el control de las escuelas y universidades, los medios de comunicación, y acabar con la influencia religiosa en la población.

Entre 1960 y 1961 Fidel lanzó la mayor operación de lavado de cerebro realizada nunca en  las Américas. Y si bien hoy con los “paquetes de TV”, los teléfonos celulares, los “memory flash”,  las tabletas, etc,   muchos jóvenes se enteran en la isla de lo que oculta la prensa nacional, la abrumadora mayoría de la población sigue teniendo una visión distorsionada del mundo y de la propia Cuba.

Ocultar la verdad

La prensa castrista  no cumple la máxima martiana de que  “la palabra es para decir la verdad, no para ocultarla”.  Tampoco cumple la regla universal periodística de que en una noticia hay que ofrecer todos los elementos en juego,  y que con despolitizada objetividad hay que reflejar las dos caras de la moneda.  El PCC obliga a que  se dé una sola,  la favorable a la “revolución”.

No fue leyendo Pravda que se enteraron los soviéticos de los 20 millones que murieron durante el terror estalinista de 1932-1941 en la Unión Soviética,  la mitad  fusilados y la otra mitad de hambre a causa de la colectivización de las tierras, según un informe del Partido Comunista en una reunión presidida por Nikita Kruschev,  en 1960.  Ni por medio de Renmin Ribao (Diario del Pueblo) los chinos supieron de los millones de ejecutados o asesinados durante la “revolución cultural” de Mao Tse Tung.

Revolución, Hoy, Granma, la radio y la TV y el ICAIC  jamás reflejaron los miles de fusilamientos extrajudiciales en el Escambray,  o de “gusanos” civiles; ni  el desalojo, detención y traslado forzoso de miles de familias campesinas de Villa Clara  hacia  “pueblos cautivos” en Pinar del Río; o las expropiaciones y abusos contra quienes deseaban emigrar, los  atropellos y crímenes cometidos en la UMAP, las torturas y palizas en las prisiones, etc, etc.

¿Podemos hoy imaginarnos publicada en Juventud Rebelde  una foto de Antonio Rodiles con la nariz destrozada luego de ser golpeado por un esbirro, o ver en la TV a una Dama de Blanco arrastrada por el piso hacia un vehículo del MININT?

¿Puede leerse  en Bohemia un reportaje sobre la pobreza extrema de los cubanos, la falta de libertades básicas,  o las tribulaciones de la gente para conseguir alimentos, vivienda, ropa; o la prostitución manejada por la propia policía, o detalles de la “dolce vita” del generalato y la élite civil de la dictadura?

radio bemba

‘Radio bemba’

No, los cubanos de a pie solo conocen lo que acontece en su barrio de residencia, o en la ciudad si no es muy grande,  y gracias a “Radio Bemba”, el  medio de difusión de nuestros primitivos ancestros en la Edad de Piedra:  la comunicación oral de persona a persona, típica hoy en naciones con regímenes totalitarios.

Pero esa comunicación ancestral no trasciende a conglomerados humanos lejanos, puede ser solo un rumor, y  no deja constancia imperecedera para los historiadores y sociólogos, que es el punto que quiero destacar.

O sea, hurgando en los  medios de la isla, a partir de 1960, los futuros investigadores sociales no podrán conocer las entrañas del castrismo,  ni los detalles del cataclismo que convirtió en ruinas a uno de los países latinoamericanos más prósperos hasta 1958.

Claro, por suerte contarán con el  vasto  volumen de información y de testimonios acumulado por la diáspora cubana, y por los valerosos  periodistas independientes en la isla, que pese a las golpizas, el encarcelamiento y el hostigamiento constante, sí están dejando constancia del drama cotidiano causado por los hermanos Castro.

Sin embargo, esos periodistas se ven obligados a difundir esencialmente allende los mares lo que otean de la realidad cubana. Irónicamente no son aceptados, o son expulsados de la UPEC cuando son ellos  los cronistas de su época, y quienes  preservarán la honrosa tradición del periodismo cubano,  desde  José Martí,  Juan Gualberto Gómez, Manuel Márquez Sterling y tantos otros  brillantes exponentes de la “pluma”, como se decía antes.

[Este trabajo fue enviado por el autor especialmente para Palabra Abierta]

Roberto Alvarez Quiñones

 

 

 

 

 

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About the Author

Roberto Álvarez Quiñones (Cuba). Periodista, economista, profesor e historiador. Escribe para medios hispanos de Estados Unidos, España y Latinoamérica. Autor de siete libros de temas económicos, históricos y sociales, editados en Cuba, México, Venezuela y EE.UU (“Estampas Medievales Cubanas”, 2010). Fue durante 12 años editor y columnista del diario “La Opinión” de Los Angeles. Analista económico de Telemundo (TV) de 2002 a 2009. Fue profesor de Periodismo en la Universidad de La Habana, y de Historia de las Doctrinas Económicas en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI). Ha impartido cursos y conferencias en países de Europa y de Latinoamérica. Trabajó en el diario “Granma” como columnista económico y cronista histórico. Fue comentarista económico en la TV Cubana. En los años 60 trabajó en el Banco Central de Cuba y el Ministerio del Comercio Exterior. Ha obtenido 11 premios de Periodismo. Reside en Los Angeles, California.

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