La tergiversación del antirracismo martiano

Written by on 03/01/2025 in Critica, Historia, Literatura - No comments
Literatura. Historia. Política. Crítica.
Dr. Ibrahim Hidalgo

José Martí, el Apóstol de Cuba. Wikimedia Commons.

Siempre me ha sido difícil identificar por el color de la piel a las personas con las que me relaciono. Esta incapacidad pudiera tener su origen en haber residido durante muchos años en Santiago de Cuba, donde la presencia de los más diversos matices de coloración se halla con amplitud mayor que en el resto del país, y quizás por ello se le confiere menos atención. En no pocas ocasiones he reparado en la pigmentación de alguien cuando la propia persona se ha calificado como negra o mulata. Esta limitación, además de contar con amigos y colegas de pigmentación oscura destacados por su sólida formación profesional e intelectual, me impidió percatarme, durante muchos años, de la presencia de la discriminación racial en nuestro país.

Pero cuando se incrementó el enfrentamiento a tales formas de diferenciar a los seres humanos, y conocí los argumentos expuestos por colegas como Esteban Morales y Tomás Fernández, entre otros muchos, percibí la necesidad de enfrentar aquellos criterios y prácticas abominables. Para ello fueron imprescindibles las enseñanzas de José Martí, en cuya obra el antirracismo ocupa lugar destacado, con un cuerpo de ideas trascendente y un quehacer político sólido: “Cubano es más que blanco, más que mulato, más que negro”.

De dimensión mayor fue mi asombro al conocer que algunos supuestos estudiosos del pensamiento del Apóstol lo calificaban de racista. Afronté por primera vez esta tergiversación al leer la obra de Miguel Cabrera Peña titulada ¿Fue José Martí racista? Perspectivas sobre los negros en Cuba y los Estados Unidos. Una crítica a la Academia norteamericana, publicado en 2014. Supuse que el tema, desarrollado en más de cuatrocientas páginas, había quedado dilucidado, pues los análisis y argumentos allí expuestos rebaten cualquier interpretación errónea al respecto. Mi apreciación era demasiado optimista.

El nuevo libro de Miguel Cabrera Peña. En Amazon.com.

Cabrera manifiesta que se ha visto precisado a insistir sobre el asunto, y acaba de aparecer su Gargantas sofocadas. La alianza de José Martí con los negros, en el que retoma, precisa y desarrolla diversos aspectos que han requerido de su análisis, ante la insistencia de autores en deformar y desvirtuar el ideario antidiscriminatorio de Martí, y a la vez tergiversar sus intenciones al contribuir con su talento, su labor pedagógica, su defensa de los derechos de negros y mulatos cubanos —al igual que estadounidenses y de cualquier nacionalidad—, así como en la atracción de sus compatriotas y puertorriqueños, como parte de la emigración, para el enfrentamiento bélico contra el colonialismo español.

El nuevo libro de Cabrera Peña constituye una notable contribución, que reafirma la tesis de la lucha infatigable de Martí por los derechos de los negros y mulatos como parte del enfrentamiento a todo género de injusticias sociales, a favor de los oprimidos, así como la concepción de luchar por la solución de estos males en la república futura, que se fundaría tras la independencia del colonialismo español, en la cual se continuaría batallando por la emancipación humana, con el establecimiento de una democracia genuina, en la cual primaría el derecho para todos al bienestar económico, la cultura, la educación, la política, al voto para hombres y mujeres, la posibilidad del acceso a los cargos públicos, a la libre expresión del pensamiento, de asociación, y el respeto a la plena dignidad de todos los ciudadanos.

El autor alerta sobre las intenciones de extraer a José Martí de su tiempo histórico, e interpretar sus ideas y actuación política como un sujeto estático, invariable, aislado y desasido de la realidad, lo que constituye un grave error metodológico. No podrá entenderse a ningún ser humano de otra época sin apreciar su desarrollo, sus contradicciones, su evolución, enmarcado en las características propias de sus circunstancias. Y sin conocer su quehacer político, profesional y cultural, así como la totalidad de sus textos, recopilados desde hace muchos años en los veintiocho tomos de sus Obras Completas, a las que se suman otros escritos, hallados en diversas fuentes de la segunda mitad del siglo XIX. Actualmente, el Centro de Estudios Martianos, de Cuba, ha publicado treinta y dos tomos de las Obras completas. Edición crítica, de las cuales aún faltarían no menos de otros veinte.

Desde sus años de adolescente, quien llegaría a ser considerado como Apóstol por sus coetáneos, estableció el lazo indisoluble entre la lucha por la independencia y la reivindicación de negros y mulatos, como se constata en su poema dramático “Abdala”, publicado en el periódico La Patria Libre en enero de 1869, cuyo personaje central es oriundo de Nubia, región africana. Por primera vez en la mayor de las Antillas un negro asumía el carácter de personaje central en una obra para el teatro. Debe tenerse en cuenta la advertencia de Cabrera acerca de que aún no se habían destacado quienes llegarían a participar en múltiples combates durante el desarrollo de la Guerra de los Diez Años, de 1868 a 1878, en la cual acumularon méritos que les hicieron acreedores de altos cargos en el Ejército Libertador, entre otros Antonio Maceo, Guillermo Moncada y Quintín Banderas, hombres de piel oscura, y mucho menos se habían divulgado los casos de mujeres de igual condición, como Mariana Grajales.

El enfrentamiento a la esclavitud y a la trata, en Cuba como en España, era común no sólo entre los patriotas independentistas, sino también formaba parte de sectores con formación humanista, liberales consecuentes. Pero no todos lograban superar sus valoraciones sobre las supuestas limitaciones o degradaciones espirituales y culturales de los hombres y mujeres “de color”, lo que en momento alguno encontramos en José Martí, quien dejó cientos de páginas dedicadas a enfrentar todo tipo de discriminación, y también anotaciones no destinadas a ser publicadas, en la cuales revela sus sentimientos más íntimos hacia aquellas personas con las que convivió desde niño.

No es extraño, por tanto, que durante su estancia en La Habana en el corto período de 1878 a 1879, estableciera estrechos vínculos amistosos con personas de las más diversas pigmentaciones, entre las que se destaca Juan Gualberto Gómez, mulato que dirigió el periódico La Fraternidad, y más tarde fuera líder del Directorio de la Sociedades de Color, con quien se vinculó a la conspiración culminada en el inicio de la llamada Guerra Chiquita, denominada así por su corta duración.

Este es otro mentís a la falacia de atribuirle a Martí intenciones oportunistas de atraer a esa parte de la población para su proyecto insurreccional, que comenzaría años después, en 1892. Su confianza en Juan Gualberto se evidenció entonces, pues fue el enlace del Apóstol en Cuba con las redes de revolucionarios creadas dentro del país.

Múltiples hechos pueden relacionarse entre sí, expuestos en la obra de Cabrera, que demuestran el estrecho vínculo del independentismo martiano, su concepto de república y su antirracismo: para la conmemoración de la fecha patriótica del 10 de Octubre de 1888, solicitó a un cubano amigo que en su discurso tratara el tema racial, pues “asoman también aquí las malas pasiones, y se les dice a los negros poco menos que bestias”; al año siguiente, expresó a Rafael Serra su disposición de colaborar con la noble idea de fundar la Sociedad Protectora de la Instrucción La Liga, dedicada a la superación cultural de las personas de pigmentación oscura, de la que llegó a ser vocero, así como maestro en sus aulas, en las que, institución consecuente con sus principios, también ocuparon plazas quienes mostraban coloraciones más tenues, y formaban parte de  nacionalidades diversas.

Contracubierta del libro “Gargantas sofocadas…” y la foto de su autor, Miguel Cabrera Peña. Tomado de Amazon.com.

El autor de Gargantas sofocadas argumenta cómo se estrecharon las relaciones de Martí con los miembros de La Liga, hasta constituir sus dirigentes el que Cabrera denomina grupo neoyorquino, donde se intercambiaron ideas y experiencias con influencias mutuas altamente beneficiosas. Las relaciones sobrepasaron lo estrictamente político e institucional, pues como puede comprobarse en notas y cartas, se realizaban visitas a las casas respectivas, lazos familiares íntimos en aquella comunidad transnacional, en la que cubanos y puertorriqueños acogían la presencia de españoles y estadounidenses en las actividades de La Liga.

No se limita Cabrera a ponderar a amigos latinoamericanos y antillanos del poeta, sino incursiona además en su visión acerca de personalidades del país norteño, como los abolicionistas Henry H. Garnet, Frederick Douglass, el insurrecto John Brown, los controvertidos Henry Grady y Jefferson Davis. Entre otros temas dedica páginas a la visión martiana del mito de la Causa Perdida y a la Reconstrucción. Tema novedoso, como tantos en esta obra, es el paralelo entre el ideario y la actuación de Martí y W. E. B. Du Bois, donde el primero alcanza preeminencia antirracista. El lector debe prestar atención particular al tratamiento del autor a las polemizadas manifestaciones del intelectual cubano acerca de la inexistencia de las razas.

Obra enciclopédica, de más de trescientas páginas, en su segunda parte, capítulos nueve al trece, trata temas culturales relacionados con la discriminación, entre los cuales deseo destacar la mezcla de razas en el Caribe, la imposible homogeneidad, el tratamiento del cuerpo de hombre y mujeres negros y mulatos; los efectos síquicos del desprecio y el rechazo sistemático por sectores mayoritarios de los denominados blancos de la sociedad estadounidense; y, no menos importante, el análisis de textos martianos, de los que sólo menciono “Abdala”, “El terremoto de Charleston” y “Una orden secreta de africanos”, en el que afirma el patriotismo de un grupo de abakuás.

No puede esperar el autor que su libro alcance el beneplácito de todos los lectores, pues es imposible. Si no provocara controversias y objeciones, polémicas y discusiones, habría que dudar de su validez. La medida de su utilidad y sus logros se halla en la calidad de los argumentos, que han de asumirse o rechazarse, pero ante los cuales no se puede permanecer indiferente. He aquí el reto. Confiamos en que la próxima obra de Miguel Cabrera, mencionada en varias ocasiones por él en la que ahora presentamos, tenga iguales características. Lo esperamos.

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About the Author

Ibrahim Hidalgo Paz Doctor en Ciencias Históricas e investigador. Sus trabajos están publicados en numerosos libros y revistas especializadas de Cuba y el mundo. Desarrolló una intensa labor docente y participó en un gran número de talleres y eventos científicos. Es doctor en Ciencias Históricas e investigador titular. Ha publicado varios títulos esenciales para el conocimiento de la obra política e intelectual de José Martí. Ha sido galardonado en numerosas ocasiones, donde se destaca el Premio Nacional de Historia, Unión Nacional de Historiadores de Cuba, 2009.

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