Política. Crítica.
Por Jorge Olivera…
La mayoría de los cubanos huyen, otros se acostumbran al juego impuesto por los mandamases y algunos rompen el molde de la sumisión
En algo hay que estar claro y es que las gestas audaces llevadas a cabo por las agrupaciones contestatarias cada semana en diversos puntos de la geografía nacional no consiguen resultados alentadores en el sentido de un crecimiento sostenido del número de seguidores ni tampoco a una ampliación de los márgenes de solidaridad allende los mares.
Se pueden explicar con lujo de detalles las causas que impiden la creación de una masa crítica, pero eso nunca será suficiente para cambiar las perspectivas de un mundo caracterizado por la estandarización del espectáculo, el elogio de la banalidad y un relativismo político cada vez más desenfadado. En otras palabras, sin protestas multitudinarias y muertos por doquier es imposible que la comunidad internacional cambie su percepción respecto a lo que sucede en la mayor de las Antillas. No hay que hacer demasiados esfuerzos para entender el apoyo tácito o evidente a una evolución del modelo actual sin garantía alguna que culmine en una democracia.
A propósito de la indiferencia sobre las tropelías de la dictadura insular contra sus críticos internos, vale poner en perspectiva el aumento de esa actitud a raíz de la crisis venezolana. Los sucesos en el país sudamericano han añadido nuevas capas de sombras a los excesos del régimen encabezado por Raúl Castro. Y es que las analogías, en este caso dominadas por una visión demasiado simplista, restan valor a cada ejercicio cívico castigado con arrestos, golpizas y cárcel.
En realidad, ninguna de estas incidencias represivas son titulares en la gran prensa, y a duras penas se garabatean en las agendas de alguna cancillería antes de desaparecer en las jurisdicciones del olvido. En honor a la verdad es como si no ocurrieran.
Si no hay manifestaciones multitudinarias, paros, tropas antimotines, gases lacrimógenos, tiros y cadáveres a nadie le importa, salvo a la víctima, sus familiares y los colegas que comparten el reto de exigir los derechos a cara descubierta.
Mientras los desafíos al poder queden, a fuerza de las circunstancias, encerrados en el ámbito de lo testimonial y sin posibilidades reales de un salto cuantitativo, no tanto de acciones sino de seguidores, es descabellado pensar en una revolución cívico-militar u otro escenario que provoque, bien el debilitamiento o el fin del modelo actual.
Como decía anteriormente, los más de tres meses de protestas en las calles y una cifra de 120 manifestantes muertos, que amenaza con incrementarse a raíz de las intenciones de Nicolás Maduro de perpetuarse a través del reciente autogolpe, son el motivo para que los opositores de la Isla reciban nuevas cuotas de indiferencia de los gobiernos democráticos, el Vaticano y la ONU.
Aunque es doloroso aceptarlo, la mayoría de los cubanos huyen, otros se acostumbran al juego impuesto por los mandamases y algunos, menos del 0,1 por ciento, rompen el molde de la sumisión.
Lo único factible en este escenario es mantener en pie el símbolo de la resistencia cívica, pero así no se gana ninguna guerra. La fuerza del testimonio ha demostrado, en el caso cubano, que ni influye ni determina el curso de los acontecimientos. Es necesario hacer un acopio de paciencia y llevar a cabo una revisión profunda de las estrategias y las tácticas.
De lo contrario se corre el riesgo de que se cierren las poquísimas puertas que quedan abiertas.
[Martes, 1 de agosto de 2017]
[Este trabajo de Jorge Olivera Castillo ha sido tomado de Cubanet.org]
Jorge Olivera Castillo. De Angola al periodismo independiente; del periodismo independiente a la cárcel; de la cárcel… al periodismo independiente. Y a la literatura. Este ha sido el recorrido del editor de televisión y escritor Jorge Olivera Castillo, uno de los 75 cubanos encarcelados durante la “Primavera Negra” de 2003. Afirma con orgullo provenir de una familia pobre y dice que no fue el primero en enfrentarse al totalitarismo. El primero fue su padre, quien formó parte de la llamada “microfracción” en 1967. [Tomado de Yusimí Rodríguez López: “Jorge Olivera Castillo, periodista integrante del Grupo de los 75”. Diario de Cuba: http://www.diariodecuba.com/derechos-humanos/1457026747_20661.html