“La música del azar” de Paul Auster

Written by on 23/06/2018 in Critica, Literatura, Narrativa, Novela - No comments
Literatura. Narrativa. Novela. Crítica.
Por Carlos Penelas.

Durante muchos años se entendió por novela “una epopeya en prosa”. Estamos hablando de la novela caballeresca o de la novela realista.

Podemos dar diversas definiciones:

Una: Albert Thibaudet llama a la novela “antología de lo posible”. Obviamente esta definición excluía a las fantásticas.

Otra: André Maurois escribió acerca de la novela: “Nosotros pedimos a la novela un universo de socorros, en el cual pudiéramos buscar emociones verdaderas y encontrar personajes inteligibles y un destino a la medida del hombre”. Maurois nos dice simplemente que la novela aborda un conjunto de sucesos posibles y verosímiles, pero que no siempre son exactos.

La música del azar, de Paul Auster

Al leer La música del azar, de Paul Auster, nos encontramos con casi todos estos signos con fluidez de lenguaje, cierta temporalidad expuesta en paralelismos, hechos cotidianos que nos envuelven con la zozobra del destino o del azar. Lleva, además, desde las primeras páginas, el tópico de las novelas americanas clásicas: un individuo que deja una vida atrás y emprende un viaje sin destino fijo.

En esa carretera (donde el exbombero de Boston escucha a Mozart y a Bach) el camino es la soledad, la existencia hacia lo incierto.
Una obra literaria —lo hemos repetido hasta el cansancio— es un viaje. La Odisea, El Quijote, La Divina Comedia, Veinte mil leguas de viaje submarino, Ulises, La invención de Morel, Pinocchio, Caperucita Roja, El conde de Montecristo, Las mil y una noches, Bola de sebo…

En La música del azar vemos las limitaciones de la libertad, el asedio de un mundo, lo aleatorio y la causalidad, el sueño americano, una narrativa que elude las expectativas del lector, una búsqueda incesante donde predomina la espontaneidad y no lo deliberado.

Podemos señalar ciertas fuentes: Kafka, Beckett, Ionesco, Hemingway, London, y en alguna medida Flaubert (Bouvard y Pecuchet) y por supuesto la propia trayectoria de Auster. Es imposible no aludir —por el clima, por la atmósfera, por el desaliento— a Raymond Carver y a Cormac McCarthy.

Creemos que podemos mencionar el final del prólogo de El último lector, de Ricardo Piglia, donde manifiesta: “…lo que podemos imaginar y siempre existe, en otra escala, en otro tiempo, nítido y lejano, igual que en un sueño”.

Jim Nashe y Jack Pozzi son individuos que se complementan, que se necesitan; ambos llevan la fantasía y la sensibilidad más allá de la razón.

Imposible la realidad de uno sin el otro, el destino de uno sin el otro. El lector experimenta también desconcierto al no hallar relaciones directas o lógicas. Pero las hay, están en el medio social, en la actitud psicológica de ellos pero ocultas en alguna medida en una estructura social. Esa carrera nocturna, esa velocidad por el vacío, ese juego de cartas, ese trabajo alucinante de levantar un muro, esos dos millonarios que conocen, genera desasosiego, urgencia, un volver a empezar. Todo esto con ironía, iniquidad, poética parquedad, virtuosismo de expresión.

Entre las lecturas sesgadas que es imprescindible realizar se encuentra el mundo femenino: el de Auster es similar al de Raymond Chandler; análogo al de muchas novelas policiales. Ellas destruyen el valor y la integridad del varón, las mujeres prostituyen. Marlowe vive solo y toma whisky. Jim y Jack se relacionan con prostitutas o con una esposa que lo abandona, como en el caso de Jim.

Esta significativa novela contemporánea nos lleva a analizar lo subjetivo, el auge de la arbitrariedad, la hegemonía del subconsciente. Detrás, sospechamos, las vigilias armadas, los genocidios, la agonía, las guerras, las crisis económicas. Una literatura de esta magnitud posee lirismo pero también una simbología que obliga al ser humano a mirar su mundo interior con la misma avidez que observa y considera el exterior.

Esta angustia no paraliza la acción, la promueve. La angustia es parte del camino, de la elección. No hay amor en sí, los otros son parte de mi existir. Tal vez debamos retomar a Sartre: “Sin libertad no hay responsabilidad; sin responsabilidad no hay literatura”.

[12 de marzo de 2015]
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About the Author

Carlos Penelas nació el 9 de julio de 1946 en la ciudad de Avellaneda, provincia de Buenos Aires, y reside en Buenos Aires, capital de la República Argentina. Es Profesor en Letras egresado de la Escuela Normal de Profesores Mariano Acosta, y es en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires donde cursó Historia del Arte y Literatura. Obtuvo primeros premios y menciones especiales en poesía y en ensayo, así como la Faja de Honor (1986) de la Sociedad Argentina de Escritores —de la que fue en 1984 director de los talleres literarios— y otras distinciones. Fue incluido, por ejemplo, en las antologías Poesía política y combativa argentina (Madrid, España, 1978),Sangre española en las letras argentinas (1983), La cultura armenia y los escritores argentinos (1987), Voces do alén-mar (Galicia, España, 1995), A Roberto Santoro (1996), Literatura argentina. Identidad y globalización (2005). Publicó a partir de 1970, entre otros, los poemarios "La noche inconclusa", "Los dones furtivos", "El jardín de Acracia", "El mirador de Espenuca", "Antología ácrata", "Valses poéticos", "Poemas de Trieste", "Homenaje a Vermeer", "Elogio a la rosa de Berceo", "Calle de la flor alta" y "Poesía reunida". A partir de 1977, en prosa, fueron apareciendo los volúmenes "Conversaciones con Luis Franco", "Os galegos anarquistas na Argentina" (Vigo, Galicia, España, 1996), "Diario interior de René Favaloro", "Ácratas y crotos", "Emilio López Arango, identidad y fervor libertario", "Crónicas del desorden" y "Retratos", etc.

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