Sociedad. Crítica.
Por Gustavo Catalán…
El decisivo papel de la Iglesia, de cualquier Iglesia, en el progreso de la humanidad, sólo puede cuestionarse desde la ceguera o la ignorancia. Baste con repasar su postura en situaciones o períodos relevantes para confirmarlo. En el pasado no cuestionó nunca la esclavitud, lo que permitía a los mejor dotados disponer de más tiempo para el análisis del mundo y sus deficiencias o, por extensión, tampoco incorporó a su discurso -y sigue en la misma tónica- la liberación femenina, toda vez que seguir con la subordinación, al igual que sucedía respecto a los esclavos, allana el camino para la actividad intelectual de los liberados (varones, ricos…), evitándose la supeditación de los mismos a actividades de poca enjundia y nula repercusión para la especie en su conjunto. Más acá (2006), y como ejemplo para abundar en la tesis, el Papa Benedicto XVI proclamó en Ratisbona
que la Teoría de la Evolución es irracional a diferencia de la creencia en Dios, cuya existencia es obvia a poco que los ateos se exprimiesen el cerebro; el uso del preservativo no puede justificarse ni siquiera frente al sida y, en cuanto a las cenizas de los difuntos caso de ser incinerados, se indicó en octubre del pasado año que está prohibido guardarlas en domicilios o esparcirlas por tierra, mar o aire, y deberán esperar la resurrección en un Camposanto. Como debe ser y, de paso, se evita la contaminación medioambiental. Queda por precisar cuál debe ser el destino de los restos corporales tras una intervención quirúrgica, pongamos por caso y, en tal situación, habrá de concretarse si tras el Juicio Final también renacerá para la vida eterna ese fragmento de intestino, lo que sin duda exigirá, para disipar éstas y otras dudas, nuevos pronunciamientos por parte de los científicos religiosos.
Para broche final, la Iglesia Evangélica Pentecostal, con sede en Chile, anunció hace pocas semanas y así fue publicado en el diario argentino Crónica, que los hombres que cocinan, al igual que quienes cuidan de los hijos, planchan, “trapean” o ejercen estas u otras actividades propias de mujeres, pueden volverse homosexuales; una enfermedad que conviene prevenir y, con ese objetivo, un tal Pablo, miembro de dicha Iglesia, ha organizado seminarios que enseñen a evitar la
dolencia gay. Como se deduce de todo lo expuesto, nuestra especie no habría llegado hasta aquí de no contar con instituciones de ideas claras para la prevención y/o diagnóstico de tantos deslices. Conviene tenerlo en cuenta pasadas ya estas fiestas de cariz religioso. Y dar gracias al cielo por la clarividencia de sus delegados en la tierra.
10 de enero de 2017
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