Literatura. Crítica. Promoción.
Por Waldo González López…
Aun recuerdo tan nítido como si fuese ayer a la pareja de jóvenes estudiantes que se sentaba a mi izquierda al inicio de la segunda fila de una de las aulas del segundo piso de la Facultad de Artes y Letras, en la venerable y vetusta edificación de la Universidad de La Habana, por la década del 70.
Ella era tan rubia como un sol y él tan esplendido y ceñido a su conocimiento como un semidiós. La vida de estudiantes nocturnos del curso de trabajadores no nos daba mucho tiempo para conversar. Estudiaban en la misma aula mi querido Navarro, algo mayor ya; mi buen amigo de siempre, Nicolás Padrón, que con el tiempo se convertiría en un admirable narrador y mi buen amigo, Manuel Gayol, ya para ese entonces investigador literario y ensayista y que también con “el implacable tiempo, el que pasó” se convertiría en uno de los más exitosos escritores reconocidos de la actualidad.
La vida en su inevitable transcurrir nos fue separando a cada cual por diversos caminos, mas el amor y la empatía que nos unió en aquella mágica etapa no lo borró el inexorable tiempo.
Aquella pareja cultivó una trayectoria ejemplar en el mundo de las letras de Cuba; ella como editora de una de las más prestigiosas editoriales de la capital cubana, Letras Cubanas, y él, como narrador, poeta, ensayista, periodista cultural e investigador, ganador merecidamente de numerosos reconocimientos y premios tanto dentro como fuera del país.
La pareja a la que me refiero en sus inicios es la compuesta por el entrañable amigo, Waldo González López y su esposa, la siempre admirable Mayra del Carmen Hernández, colegamigos e intelectuales que han seguido también en el exilio una ejemplar trayectoria, dedicados ambos a promocionar la cultura cubana e hispana en este medio, loable labor que ilustra su abnegada vida dedicada al arte en toda la extensión de la palabra.
Hoy, sábado 9 de enero de 2016, el amigo Waldo, excelso poeta y notable narrador, además de ensayista, investigador y periodista cultural con una amplia y hermosa trayectoria intelectual, como reconocido maestro por su ejemplaridad, arriba a la venerable edad de 70 años, vida dedicada genuinamente al arte de la palabra escrita. ”Waldo, el bueno”, se ha ganado este hermoso epíteto en vida porque suele ser como el adalid para muchos que se inician en el arte poético y narrativo en este escabroso pero atractivo camino de las letras.
Es para mí fuente de orgullo e inspiración contar con la amistad de ambos, a quienes admiro y quiero desde la lejana etapa de la juventud, cuando solamente éramos unos jóvenes estudiantes de la carrera de la Licenciatura de Letras.
Aquí este sencillo intento de poesía:
Para Waldo
Hoy arriba a su legado
de edad tan noble y querida
un amigo; que es la vida
un misterio regalado.
Es un notable tunero,
poeta y hasta escritor,
un hombre sabio, el amor
entrañable de una amiga
de la etapa de estudiantes,
siempre fiel y siempre amante
de este ilustre narrador.
Es una edad venerable
a la que arriba mi amigo,
una edad que abre camino
a la paciencia y al arte
del vivir con tanto tino.
Felicidades,
amigo de viejos tiempos,
que mi voz viaje en el viento
de la lira literaria
y llegue mi idea primaria,
a ser lo que tú me inspiras:
Digno reconocimiento
al arte de tu palabra,
pues arte es lo que respiras.
Miami-Sábado 9 de enero de 2016
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