Literatura. Política. Crónica.
Por Mario Blanco.
Cuán alto ha sido este precio para países y personas durante la historia de la humanidad, cuántos millones de personas nacionalmente en diferentes países, cuántos miembros de familia por la libertad individual, y además cuántas vicisitudes, como vemos hoy por dar un ejemplo vivo y actual, de los ucranianos abandonando su país, de los cubanos dejando atrás su patria.
Como hago a menudo, me tomo como conejillo de indias, y por la libertad de mi familia y propia abandoné mi país llegando a tierras desconocidas en lenguas e idiosincrasia, y estuve veinte meses sin la mayor parte de mi familia creada, y ellos, abandonando el hogar que les di y sabíamos nos robarían apoyándose en regulaciones leoninas. Es bien dura la emigración y desenraizarse de su país, fue el precio que pagamos y valió la pena. Pero eso no es nada en comparación con la pérdida de vidas por simplemente protestar pacíficamente, o en Irán por el problema del uso del hiyab y el burka. En Cuba para apaciguar los ánimos y manifestaciones, le inventan delitos a los que protestan, que ni falta les hace, porque los jueces de antemano son orientados para qué sanciones imponer.
Días atrás leí un artículo muy interesante del magnífico periodista Roberto Quiñones, que también en su momento sufrió el acoso y la cárcel por parte del régimen hasta que decidió lograr su libertad emigrando, titulado: “Cuba y la metáfora de los cerdos salvajes”. No lo describo porque es fácil encontrarlo en Cubanet.org. Pero aquí se define bien el precio que deberá pagar nuestro pueblo para lograr su libertad y las cuotas de sufrimiento y vidas que a menudo aporta cada nación, en aras de lograr la facultad que tiene el hombre al nacer de conducir su vida, siempre y cuando no lesione a los demás. Quiñones sintetiza su idea con las siguientes palabras: “la libertad se alcanzará cuando la mayoría de los cubanos que viven sin ella estén dispuestos a pagar su precio”. Y ahí radica aún nuestro problema, pues estoy seguro la mayoría quiere esa libertad y lo expresa confidencial y verbalmente, solo que todavía no es la mayoría la que lo manifiesta, como he sugerido, con una huelga de brazos caídos y sin cooperar mansamente con las orientaciones del régimen. Muchos optamos por la libertad abandonando el país, ahora vendiendo sus propiedades y arriesgándose a una travesía, tanto por mar como por tierra, donde muchos también han perdido la vida.
Dicen que todo tiene un precio en la vida, y nuestra libertad lo tiene también, solo la gran incógnita está en saber cuándo la mayoría del pueblo, como dice Quiñones, estará en disposición de pagarlo, pues del cielo, como la lluvia, seguro estoy no caerá. Aún el miedo supera la razón.
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