¿El mito mejor vendido por el castrismo?

Written by on 04/02/2017 in Critica, Política - No comments
Política. Crítica.
Por Roberto Alvarez Quiñones…

Cualquier respuesta a la pregunta del título podría basarse en la llamada Ley Campoamor, esa que postula:   “en este mundo traidor/ “nada es verdad ni mentira/ todo es según el color/ del cristal con que se mira/,  y que dejó como legado el  genial  poeta español Don Ramón,  de apellido tan singular.

Sí, pudiera depender del color del cristal  la identificación de una manera u otra el mito mejor vendido por el castrismo, pero yo me atrevería a asegurar que luego de leer este artículo va a ser difícil que usted no coincida conmigo en que fue y sigue siendo el de la educación y la salud pública gratuitas como una “obra  genuina de la  revolución“.

Ese fue el mejor acabado producto de marketing político-ideológico de Fidel Castro y luego de su hermano  Raúl, entre los tantos que tejió en su andar el mayor de los dos como dictador (el más largo de la historia moderna). Dicho en breve, la educación y la salud en Cuba conforman  la joya de la corona de la propaganda castrista, por su sensibilidad en lo humano,  y su gran alcance proselitista.

Tan magistralmente fue vendido a nivel planetario que aún hoy  sigue vivo, pese a que ya simplemente no existe. Y es el más sofisticado porque no es algo del todo falso, pues desde los años 60 hasta 1991  ciertamente los servicios de educación y de salud pública se expandieron  por todo el país.

¿Dónde radica el cuento de caminos?  En dos falacias:

  • Fidel hizo creer a todos que ello se debía al sistema comunista implantado por él y el Che Guevara. Aseguraba que era superior a los modelos socioeconómicos “burgueses” de Latinoamérica y  todo Occidente.
  • Desde hace 26 años la educación y la salud pública en Cuba son un total desastre, triste y deprimente.

Paciente y cama en un hospital en Cuba. Tomado del blog Puente Informativo de Angélica Mora.

Resulta que ambos servicios alcanzaron un notable nivel  gracias a los  megamillonarios subsidios de la Unión Soviética y  al manejo irresponsable y caprichoso de dichos recursos financieros. En eso consiste el mito.

Fue siempre un gran embuste afirmar  que los avances sociales en Cuba eran producto de la economía estatal centralmente planificada.  Falso, jamás  se habría podido lograr nada si hubiese dependido de la economía cubana, la más improductiva y descapitalizada de las Américas.

Lo que ocurrió fue que, con propósito de propaganda política-ideológica,  Fidel usó gran parte del dinero soviético para gastos sociales totalmente desproporcionados para el tamaño de la economía cubana y su grado de desarrollo. En vez de dedicarlo al desarrollo económico del país para elevar el nivel de vida del pueblo y asumir entonces los gastos  en educación y salud  de forma sustentable, autóctona, y  no  postiza y falsa.

O sea, Fidel se acreditaba los honores, pero  era el tío Sacha quien  pagaba la cuenta, con regalos entre 4,000 y 6,000 millones de dólares anuales.  Valiente “logro” revolucionario.

Por eso al desaparecer la URSS todo se vino abajo.  Brotó la mentira de la vitrina social de que tanto presumía el  comandante. Hoy el régimen  ya no habla de educación ni  de salud pública. No puede.

Escuela en el campo: disparate y despilfarro

Fueron incontables las barbaridades cometidas  por el  difunto faraón cubano. En uno de sus  arranques de locura se le ocurrió un plan “único en el mundo” que denominó  Escuela en el Campo.  Ordenó  la construcción de  535 enormes  escuelas de tres y cuatro pisos en los campos (40 de ellas para becados  del Tercer mundo),  con una gravísima afectación para la economía nacional y la vida de los cubanos.

Escuela al campo en La Habana . Tomado de internet.

El comandante  gastó en eso varios  miles de millones de dólares. En los 20 años que duró su disparatado experimento (hasta 1991)  se emplearon  10 millones de toneladas de cemento, se ensamblaron 2,000 ómnibus rusos (Girón) para transportar a los estudiantes.  Se consumieron 16 millones de toneladas de alimentos,  y  15 millones de toneladas de combustible. Eso sin contar  el equipamiento técnico y docente, uniformes, y todo el cuantioso avituallamiento necesario en general.

Con tan fabulosos recursos financieros se pudo desarrollar más la economía nacional y satisfacer las más  agobiantes necesidades de la población, que con cada nueva gigantesca escuela en los campos se empobrecía cada vez más..

La inmensa mayoría  de los estudiantes secundarios y preuniversitarios fueron trasladados a aquellas escuelas rurales para trabajar en la agricultura como peones de media jornada. Y los que quedaron en las ciudades también eran llevados a trabajar al campo por períodos entre 45 días y tres meses.

Al cesar los subsidios de Moscú  aquellos enormes inmuebles campestres fueron abandonados. Algunos fueron convertidos en cárceles y otros en viviendas,  que siguen vacías por falta de trabajadores que quieran laborar en terrenos llenos de marabú.

Miles de adolescentes  embarazadas

El daño social causado fue inmenso. Marcaron negativamente  a cientos de miles de adolescentes en lo psicológico,  familiar, moral, sexual, académico, educativo, y en las  maneras para comportarse socialmente.

Adolescente embarazada en La Habana. Tomada de internet.

Decenas de miles de niñas y adolescentes entre 12 y 14 años se  iniciaron en la vida sexual en aquellas escuelas y sus oscuros alrededores campestres durante las noches. Lo mismo con muchachos de más edad que con profesores. Miles de ellas quedaron embarazadas y se convirtieron en madres solteras, o abortaron.

Por otra parte,  en el sistema educativo castrista se institucionalizó el lavado de  cerebro de niños, adolescentes y jóvenes. Todavía hoy se  les inculca  una visión distorsionada de la historia y la realidad de Cuba y del mundo, se cultiva el  desprecio a los valores democráticos y las libertades  individuales. Se venera a Fidel Castro y su idiotez de  que “el futuro pertenece por entero al socialismo”, o la aún más ridícula consigna de “Pioneros por el comunismo, seremos como el Che”.

¿Escasez de escuelas antes de 1959?

Según la propaganda castrista, en Cuba antes de 1959 apenas había escuelas públicas y maestros, y la enseñanza universitaria era muy cara y no estaba al alcance de los hijos de los trabajadores.

Falso. En 1958, según el  Anuario Estadístico de Cuba, había en la isla 7,567 escuelas primarias públicas (gratuitas) y 869 privadas, o sea, 8,436 en total. De las escuelas públicas, 1,206 estaban en el campo. A mediados de los años 50 la educación pública contaba con 25 mil maestros, y la educación privada con 3,500.

También  eran públicos los  institutos de segunda enseñanza, con avanzados planes de bachillerato —de punta en Latinoamérica—, las  escuelas normales para maestros, escuelas del hogar, escuelas normales de kindergarten, de comercio, de bellas artes,  de agrimensura,  de artes y oficios,  de periodismo, escuelas profesionales de publicidad y los institutos tecnológicos y otros.  En unas 170  instituciones de ese tipo en el curso 1955-56 la matrícula fue de 70,029 alumnos.

Hacerse médico con 5 pesos mensuales

En cuanto la enseñanza universitaria, hoy en día casi nadie en Cuba sabe que en la Universidad de La Habana la matrícula anual costaba sólo 60 pesos —60 dólares entonces—,  a pagar en tres plazos. Un joven podía graduarse de médico, ingeniero, abogado, arquitecto, contador público, o de doctor  en Ciencias Sociales, en  Filosofía y Letras, o en Pedagogía,  con 5 pesos mensuales.

En la práctica eran gratis  las clases, las prácticas de laboratorio, los deportes, el formidable Balneario Universitario en Miramar, con su piscina olímpica y la playa. Me acuerdo que en el balneario  por 50 centavos yo almorzaba  bistec de palomilla, arroz, papas fritas, ensalada  y un postre. Alguien de mi edad  (75) que lea este artículo, si  iba también al balneario universitario en 1959 y 1960,  podría confirmarlo.

También era gratuita la  asistencia médica en la Clínica del Estudiante, que ocupaba el séptimo piso del actual Hospital Fajardo. Yo estuve hospitalizado en esa clínica estudiantil por una fiebre muy alta que por suerte derivó en un vulgar sarampión, aunque realmente severo.

Claro, los estudiantes tenían que comprar  libros y  cosas para sus clases. En  la librería universitaria (Alma Mater) tenían bajos precios.  A los estudiantes procedentes  del interior del país sus familias debían costearles el hospedaje en alguna casa de huéspedes cercana a la universidad,  que costaba como promedio 50 pesos mensuales, incluyendo desayuno, almuerzo y comida.

Asistencia médica de alto nivel

En 1958 Cuba contaba  con un sistema de asistencia médica de alto nivel profesional y tecnológico. Había 35 mil camas de hospitales. Con una población  de 6.6 millones de habitantes, había una cama por cada 190 habitantes, cifra superior a la de una cama cada 200 habitantes en países desarrollados. Estados Unidos tenía 109 camas por habitante. Sin embargo, en  2013, había 38,642 camas, una por cada 289 habitantes.

A fines de los 50 Cuba registraba la tasa de mortalidad infantil más baja de América Latina, seguida  por Argentina y Uruguay, según la Organización Mundial de la Salud. En médicos por habitantes en 1958 la isla era sólo superada por Argentina y Uruguay

Derrumbe al cesar los subsidios

Al desaparecer la URSS,  el dinero venezolano pudo solventar  parte de esos gastos sociales. Pero dado el deterioro imparable  de la economía castrista  la demanda de cash creció y los subsidios de Caracas  resultaron insuficientes. Para colmo, el precio del petróleo se desplomó.

Hoy  el  sistema de educación en Cuba es una calamidad. Faltan libros de texto, libretas, lápices, uniformes, materiales y  equipamiento tecnológico para las clases y para las prácticas de laboratorios. Tampoco hay suficientes maestros y profesores calificados, ni  acceso a internet, ni programas de estudios modernos, propios del siglo XXI.

Los edificios y muebles de las escuelas sueltan los pedazos, en ruinas. Los fraudes y la corrupción campean entre el profesorado y el alumnado. Con “regalitos” al maestro alumnos son aprobados fraudulentamente. El presupuesto  para la educación ha sido reducido drásticamente.

Se cierran hospitales

En el sector de la salud, lejos de aumentar el número de camas y de hospitales, desde 2010 han sido cerrados 64 hospitales. Ya se perdió el 31%  de la capacidad de hospitalización del país. La escasez de medicamentos es alarmante.

En 2010 fueron despedidos 47 mil empleados del sector de la salud.  Los consultorios del médico de la familia se redujeron de 14,007 en 2006 a 11,506 en 2013, y siguen disminuyendo por falta de médicos, pues son exportados  como esclavos de bata blanca para confiscarles el 75 % de sus salarios  en el extranjero. En  pleno siglo XXI.

Casi la mitad de los 82 mil médicos cubanos graduados en la Isla (también se gradúan extranjeros) no están en la isla. Prestan servicio como verdaderos esclavos modernos en 67 países, fundamentalmente en Venezuela y Brasil. El régimen se apropia del 75 % del salario que reciben esos médicos en el extranjero y esa constituye la mayor fuente de ingresos en divisas del país. Por ello  ha caído peligrosamente la atención médica primaria  y aún más  la especializada.

Es triste el estado de los hospitales: falta de higiene elemental, pululan cucarachas y  mosquitos, los pacientes tienen que llevar sus propias sábanas, almohadas, jeringuillas, y a veces el yodo y el mercurocromo. Muchas intervenciones quirúrgicas  no se realizan por falta de cirujanos, de puntos para suturas,  o de algo tan  simple como gaza para absorber  la sangre. La poca comida para los hospitalizados es intragable.

Conclusión, Fidel  engañó a todos  con tal maestría que todavía dentro y fuera de la isla siguen creyendo que la educación y la salud públicas son un estupendo “logro de la revolución”.  A esos creyentes yo los invito a que vayan a Cuba, visiten hospitales y escuelas, pero  fuera del circuito reservado para los turistas. Y después me cuentan.

Al no haber ya suficiente dinero extranjero regalado, y como expresión de  la inviabilidad de la economía socialista cubana y la crisis económico-social que devasta la isla,  la educación y la salud pública hoy dan pena.

Son una vergüenza nacional. Y latinoamericana.

 

 

 

 

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About the Author

Roberto Álvarez Quiñones (Cuba). Periodista, economista, profesor e historiador. Escribe para medios hispanos de Estados Unidos, España y Latinoamérica. Autor de siete libros de temas económicos, históricos y sociales, editados en Cuba, México, Venezuela y EE.UU (“Estampas Medievales Cubanas”, 2010). Fue durante 12 años editor y columnista del diario “La Opinión” de Los Angeles. Analista económico de Telemundo (TV) de 2002 a 2009. Fue profesor de Periodismo en la Universidad de La Habana, y de Historia de las Doctrinas Económicas en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI). Ha impartido cursos y conferencias en países de Europa y de Latinoamérica. Trabajó en el diario “Granma” como columnista económico y cronista histórico. Fue comentarista económico en la TV Cubana. En los años 60 trabajó en el Banco Central de Cuba y el Ministerio del Comercio Exterior. Ha obtenido 11 premios de Periodismo. Reside en Los Angeles, California.

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