Política. Sociedad. Crítica.
Por Hugo J. Byrne.
Los totalitarios en todas partes del mundo y desde su gran expansión del siglo pasado han tenido y aún mantienen un denominador común en su propaganda política: descalificar al adversario. No importa que la evidente difamación no pueda demostrarse. Maestros en el viejo arte del disimulo y la mentira, pueden hacerla prevalecer mediante repetirla “ad nauseatum”. Lo primero que intenta cualquier parte deshonesta en una diferencia de opinión es insultar al oponente. Saben que su hábito de calumniar impresiona a los ignorantes y saben que en ellos reside su único seguimiento.
El gran problema es que los ignorantes son mayoría abrumadora en todas partes excepto en tiempos de crisis. A riesgo de pedantería quiero insistir nuevamente en el origen del significado de izquierda y derecha cuando se aplica al tema político. Perdón a los lectores sofisticados.
En la Asamblea Nacional de la Revolución Francesa los más radicales totalitarios eran los “jacobinos”, nombre escogido por ellos mismos para identificarse políticamente con Juan Jacobo Rousseau. Se sentaban juntos en las gradas a la extrema izquierda. Sus más moderados oponentes eran los llamados “girondinos”, quienes también se sentaban juntos, pero a la derecha. El más destacado jacobino era un fanático homicida llamado Maximiliano Robestpierre y su más conocido instrumento de persuasión, la guillotina.
Robestpierre descabezó a diestra y siniestra, incluyendo a Luis XVI, a la Reina María Antonieta y al destacado revolucionario y orador, Georges Dantón. Después confeccionó una lista de futuras víctimas, incluyendo muchos cercanos colaboradores, hasta que él mismo también perdiera la cabeza (literalmente). Su régimen fue tiránico y totalitario y es conocido en la historia de Francia como “El Terror”.
Gobierno totalitario en el idioma español es “régimen que concentra todos los poderes estatales en un grupo que prohíbe la participación de todas las demás partes de la sociedad”.
En otras palabras: los nazis y los fascistas son tan totalitarios de la extrema izquierda como los comunistas. Identificarlos con la derecha no es solo un disparate, sino una muestra irrefutable de ignorancia política. El extremo contrario del izquierdismo es la ausencia del estado: el llamado anarquismo. El anarquismo es solo una fantasía irrealizable, pues toda sociedad necesita un mínimo de leyes y regulaciones para sobrevivir.
Usemos el caso más reciente del uso incorrecto del adjetivo derechista. La llamada “agencia de noticias” española EFE, tal como la británica BBC y la mayor parte de los medios de prensa en Estados Unidos llaman al presidente electo de Brasil “ultra derechista”. No contentos con ese disparate, lo acusan también de misógino, homofóbico, islam-fóbico y “un gran peligro a la democracia”.
¿Misógino? Bolsonaro se ha casado tres veces y tiene cinco hijos. Si desprecia a las mujeres, ¿por qué desea tener permanente compañía femenina? Saciar libido no requiere tres matrimonios. Leyendo su biografía sin adornos ni referencias que no sean auténticas, encontramos que el militar brasileño siempre se ha opuesto al aborto sin pedirle excusas a nadie. Por eso lo descalifican como “misógino”. Si aceptamos esa estupidez, entonces todas las muchas mujeres que se oponen al homicidio de bebés, tienen que ser misóginas. ¿Mujeres misóginas? Los avances de la ciencia y en especial, la maravilla del ultrasonido han demostrado que un bebé en formación es un ente vivo.
¿Homofóbico? Bolsonaro está en contra del matrimonio homosexual. ¿No es esa opinión suya compartida por muchas iglesias cristianas, incluyendo la católica de Roma? ¿Es esa razón suficiente para ponerle la etiqueta de “homofóbico”? ¿Quiénes son genuinamente homofóbicos? Los seguidores del culto de Mahoma simplemente ahorcan a todos los homosexuales. No puede haber nadie más homofóbico sobre la faz de la tierra.
A un servidor podrían llamarlo propiamente islam-fóbico. Acepto muy honrosamente el apelativo. El matrimonio no es un derecho civil, sino una institución milenaria creada por madre natura como la segunda unidad en la escala de valores humanos, siendo la primera el individuo.
Si el matrimonio fuera un derecho inalienable, tendría que aceptarse una unión legal entre un hombre (o una mujer) y su hija o hijo menor, su madre o padre, un automóvil, un ganso, un piano, un mono, un loro o sabe Dios qué. La gama de parejas sería legalmente infinita. Esto lo entiende cualquiera capaz de pensar. No es que los impropiamente llamados “liberales” sean mentalmente deficientes. La deficiencia es de vergüenza.
¿Peligro a la democracia en Brasil por elegir libre y democráticamente a un oficial retirado? ¿Cuántos golpes de estado encabezó Bolsonaro? Los mismos que batieran palmas por el convicto golpista Hugo Chávez, ahora acusan a Bolsonaro de ser un peligro a la democracia. ¿En cuántas conspiraciones se vio involucrado? Después de su retiro y durante su carrera política, ¿ha tratado de coartar los derechos civiles de alguien dentro o fuera de Brasil? Por el contrario, fue víctima de un atentado contra su vida que estuvo muy cerca de terminarla. Nunca leí de los ultra desvergonzados capitostes de EFE, BBC, CNN y el resto de la comparsa, la menor queja contra el malvado intento de asesinato. ¿Acaso la vida no es un derecho humano?
Los hipócritas y falsos adalides de la democracia siempre han defendido a los tiranos totalitarios en uno u otro momento histórico. The New York Times, por ejemplo. El Times nos afirmó que Stalin no era peligro para nadie, mientras el abominable “gulag” estaba en el cenit de uno de los genocidios más sangrientos de la historia. También nos informó ese dechado de impudicia periodística, que Mao era un “reformador agrario”. El Times a través de su editorialista Herbert Mathews afirmó que Castro encabezaba una “revolución anticomunista”.
Pero nadie debe llamarse a engaño sobre la sofisticación de quienes aquí llaman con tanta impropiedad “liberales”. En realidad se trata de un sector político prototalitario que nada tiene de liberal ni de ignorante, sino una aberrante ambición de poder.
Por último refresquemos la verdadera definición de “liberalismo” por la Real Academia de la Lengua Española, edición del 2006: 1. “Doctrina política que defiende las libertades y la iniciativa individual y limita la intervención del Estado y de los poderes públicos en la vida social, económica y cultural”. Solo los ignorantes y los ambiciosos pueden llamar “liberales” a estos aspirantes a tiranos disfrazados de demócratas.
[Pasadena, 29 de octubre del 2018]
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