El castrismo, como Saturno, devora a sus propios hijos

Literatura. Política. Crítica.
Por Roberto Álvarez Quiñones.

Saturno. Museo del Prado. tomado de Wikipedia.

Hace unos días el anciano cubano Ángel Pacheco Soublet, ya con 83 años, quien combatiendo en Angola se ganó cuatro medallas y era todo un héroe de guerra, se suicidó luego de que un esbirro-inspector lo multó con cuatro mil pesos ($167 dólares) por vender viandas y frutas en una carretilla en Las Tunas para poder subsistir.

Al leer esta noticia me asaltó una célebre frase histórica, dramática y muy elocuente:

Es de temer que la Revolución, como Saturno, acabará devorando a sus propios hijos.

Esta frase se le atribuye a Georges-Jacques Danton, unos de los líderes de la Revolución francesa y considerado por muchos historiadores como la fuerza principal que impulsó la caída del antiguo régimen, pero que, efectivamente, poco después de expresar ese temor fue decapitado en la guillotina por orden de Robespierre, el jefe revolucionario principal.

Saturno, uno de los dioses paganos de la mitología romana clásica, se fue comiendo uno a uno a sus hijos por miedo a que lo destronaran.

Danton, tenía razón, en las revoluciones se practica la antropofagia física y política. En Cuba, para comenzar, de los 106 comandantes que “hicieron la revolución” o fueron ascendidos a ese grado en 1959 y 1960, tres años después, en 1963, solo quedaban 64.

Algunos murieron en combate contra el ejército de Batista, pero los restantes “ausentes”, o fueron fusilados, o condenados a largas penas de cárcel, o se exiliaron, y otros simplemente desaparecieron. Todos los comandantes que no estaban de acuerdo con Fidel y con Raúl Castro desaparecieron del escenario público, y más nada se ha sabido de ellos.

La lista de devorados por los Castro se inició con Camilo Cienfuegos

Camilo Cienfuegos. Foto tomada de la Contraloría de la República de Cuba.

Ciertamente la lista de revolucionarios cubanos devorados por el Saturno de apellido Castro se inició tan tempranamente como en octubre de 1959 con la “desaparición del comandante Camilo Cienfuegos, el segundo jefe de la Revolución, solo por debajo de Fidel Castro, pues de hecho tenía más poder real que Raúl Castro.

Camilo fue el héroe más destacado en la guerra contra el batistato. Y fue incluso el comandante rebelde que entró en La Habana y tomó el poder político y militar de la nación en el Campamento Militar de Columbia, de manos del coronel Ramón Barquín. Luego del triunfo revolucionario era el jefe del Ejército rebelde en todo el país.

Pero Fidel le temía porque era “demasiado” popular. La gente lo idolatraba y en las Fuerzas Armadas era venerado como el gran héroe. Y encima, era anticomunista. Sin duda el dictador ya en la segunda mitad de 1959 consideraba a Camilo como su rival más peligroso, el único con poder y capacidad para destronarlo.

El jefe del Ejército rebelde antes de “desaparecer fue destituido

Por eso el 16 de octubre de 1959, unos días antes de su “desaparición”, Castro I disolvió todas las estructuras del Ejército rebelde, y sacó de la manga su invención de un Ministerio de las Fuerzas Armadas para nombrar ministro, no a quien le correspondía por sus méritos y cargo militar (Camilo), sino a su hermano Raúl, quien debía a su hermano el grado de comandante pues apenas combatió en las montañas de Oriente. Con esa jugada, el héroe nacional de hecho fue destituido. Encima, el flamante nuevo ministro le suprimió su escolta personal y licenció a todos sus compañeros de armas durante la guerra.

Dos semanas después de la muerte de Camilo, fue asesinado —acribillado a balazos “por error”— su ayudante personal, y jefe de Seguridad del Ejército rebelde, comandante Cristino Naranjo, quien no aceptó la versión de los Castro sobre la muerte de Camilo y estaba investigando por su cuenta lo que sospechaba era un crimen político.

Poco después fue fusilado el capitán Miguel Beaton, el hombre que por orden de “alguien” acribilló a tiros a Cristino Naranjo. Beaton no podía seguir vivo.

Hoy nadie con mediana inteligencia cree que Camilo desapareció en el mar como Matías Pérez, como dice la versión oficial. No es creíble que fue una casualidad que poco después de la muerte del héroe guerrillero seis de los 10 principales testigos de la supuesta desaparición fueron asesinados, o murieron en muy extraños accidentes, y los otros cuatro desaparecieron de la faz de la Tierra. Nadie supo más de ellos.

Luego de Camilo, el caudillo se libró hábilmente del Che Guevara

Ernesto “Che” Guevara. Junio 2 de 1959. Public Domaine.

Tampoco nadie duda de que Castro I alentó al Che Guevara (tercer jerarca del régimen entonces) a que “liberara” a América Latina para deshacerse de su más peligroso rival político entonces, a quien abandonó en las selvas bolivianas hasta que fue cazado a tiros y ejecutado. Incluso Castro I retiró de Bolivia al oficial cubano de inteligencia que era el enlace directo que tenía el Che con La Habana. Guevara nunca más tuvo comunicación con Fidel.

Muy tempranamente fueron también fusilados los destacados comandantes revolucionarios Humberto Sorí Marín y William Morgan.

Agreguemos a eso el fusilamiento del general del castrismo más condecorado, y “Héroe de la República”, Arnaldo Ochoa, héroe en la Sierra Maestra y luego en Angola al frente de las tropas invasoras cubanas, pero quien con sus cuestionamientos de la forma en que los Castro dirigieron la guerra angolana, y otras críticas, era considerado por ellos como una amenaza debido al respeto y la admiración que sentían los militares por este general. Y fue ejecutado.

Héroe de guerra en Angola se suicidó por canallada castrista

Pero vuelvo al caso del infeliz Pacheco, el conocido más recientemente, y dramático, de antropofagia revolucionaria castrista.  El anciano héroe de guerra fue multado porque no tenía licencia para vender viandas y frutas en la calle.

Al esbirro-inspector “revolucionario” no le importó que el anciano de 83 años, que apenas podía con la carretilla, tenía una pensión de solo 1,500 pesos (62 dólares) mensuales, un ingreso que apenas cubría el 41% del costo de la canasta familiar cubana, cuyo promedio actual no baja de 3,500 pesos, o sea, 145 dólares. Y menos le importó que Pacheco era un héroe de guerra, con cuatro medallas ganadas en combate, otras condecoraciones y hasta un certificado firmado de puño y letra por Fidel Castro, otorgado el 23 de septiembre de 1976.

Lo cierto es que el anciano héroe de guerra era vendedor ambulante, porque su miserable pensión no le alcanzaba para comprar los alimentos, ni medicinas, ni para sufragar los demás gastos de la canasta básica. Y pese a su avanzada edad, empujaba aquella pesada carga para sobrevivir, hundido en una dramática pobreza y ya con visibles síntomas de desnutrición.

Con la canallada de esa injusta multa fue tanto el dolor, la tristeza, la impotencia y la devastación emocional del héroe de guerra que puso fin a su vida.

¿Cuántos veteranos de guerra hay abandonados y maltratados?

¿Cuántos como él hay en Cuba abandonados como traste viejo por la dictadura que los utilizó en Angola? Y recuerdo aquí que a esa nación africana fueron enviados 460 mil cubanos en 16 años El régimen dice que murieron 2,500 cubanos, pero testigos afirman que fueron más de siete mil.

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Foto tomada de Facebook. Cubadebate.

Lo peor es que el castrismo los usó en guerras lejanas que nada tenían que ver con Cuba, sino con la megalomanía de Fidel Castro, quien, según testigos tan célebres como Gabriel García Márquez, dirigía las operaciones en Angola por teléfono y otros medios desde una oficina del MINFAR con un enorme mapa de Angola delante (seguramente creyéndose un nuevo Alejandro Magno).

También a Etiopía los Castro enviaron miles de soldados cubanos a defender la sanguinaria tiranía del genocida marxista Mengistu Haile Mariam contra Somalia (1977-1978).

La “Revolución cubana” también practica la antropofagia política

Súmese a todo esto la antropofagia política, la destitución injustificada de encumbrados dirigentes de la revolución, solo porque ambos Castro percibían que les podían destronar. La lista es larga, pero mencionemos algunos casos muy sonados, como la destitución deshonrosa del primer ministro en funciones, Carlos Lage; de los cancilleres Roberto Robaina y Felipe Pérez Roque; del tercer jerarca de la cúpula del PCC, Carlos Aldana, y del encumbrado presidente de la JUCEPLAN (ministro de Economía), Humberto Pérez. Todos ellos miembros del todopoderoso Buró Político y defenestrados por razones políticas.

Este canibalismo político (no mortal) comenzó también muy temprano con el encarcelamiento del quinto hombre más importante en jerarquía revolucionaria, el comandante Hubert Matos (así se lo dijo el propio Castro I), acusado de una rebelión militar que nunca existió; así como el del jefe máximo del Segundo Frente Nacional del Escambray, comandante Eloy Gutiérrez Menoyo, y el del comandante Rolando Cubela, segundo jefe del Directorio Revolucionario 13 de Marzo, por solo citar tres casos.

En fin, la revolución castrista hizo, hace y hará lo que denunció Danton en 1792.  Porque las revoluciones sociales (no las estrictamente políticas), sobre todo desde que dejaron de ser liberales a mediados del siglo XIX, devienen tiranías, cofradías de mafiosos y vividores solo interesados en mantenerse en el poder, como sea, para disfrutar la dolce vita.

©Roberto Alvarez quiñones. All Rights Reserved.

 

 

 

About the Author

Roberto Álvarez Quiñones (Cuba). Periodista, economista, profesor e historiador. Escribe para medios hispanos de Estados Unidos, España y Latinoamérica. Autor de siete libros de temas económicos, históricos y sociales, editados en Cuba, México, Venezuela y EE.UU (“Estampas Medievales Cubanas”, 2010). Fue durante 12 años editor y columnista del diario “La Opinión” de Los Angeles. Analista económico de Telemundo (TV) de 2002 a 2009. Fue profesor de Periodismo en la Universidad de La Habana, y de Historia de las Doctrinas Económicas en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI). Ha impartido cursos y conferencias en países de Europa y de Latinoamérica. Trabajó en el diario “Granma” como columnista económico y cronista histórico. Fue comentarista económico en la TV Cubana. En los años 60 trabajó en el Banco Central de Cuba y el Ministerio del Comercio Exterior. Ha obtenido 11 premios de Periodismo. Reside en Los Angeles, California.

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