Literatura. Crítica. Promoción.
Por María Luisa Arredondo…
Es un gran privilegio y un enorme gusto estar aquí para presentar Coincidencias de un editor (o el exorcismo de Joel Merlín), el libro más reciente del destacado periodista y escritor cubano Manuel Gayol Mecías, quien es editor del portal de cultura Palabra Abierta.
Manuel es ampliamente conocido en el mundo literario gracias a la publicación de varios libros que han tenido gran reconocimiento. En 1992 ganó el Premio Nacional de Cuento del Concurso Luis Felipe Rodríguez de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y en el año 2004 el Premio Internacional de Cuento Enrique Labrador Ruiz del Círculo de Cultura Panamericano de Nueva York.
Ha publicado, entre otros libros, Retablo de la fábula (poesía), El jaguar es un sueño de ámbar (cuentos), Marja y el ojo del Hacedor (novela), La penumbra de Dios (ensayos) y La noche del Gran Godo (cuentos).
Manuel se ha apartado ahora de la temática de sus Crónicas Marjianas, a las que ha dedicado muchos años de su trayectoria literaria, para escribir este libro en el que aborda un tema de gran interés e importancia para las sociedades modernas: el de la situación actual y el futuro de los medios de comunicación, en particular de los diarios impresos.
En el mundo de habla hispana se han publicado varios libros que abordan el tema del periodismo. Me vienen a la mente, por ejemplo, Los periodistas de Rubén Leñero y la Guerra de Galio, de Héctor Aguilar Camín, ambos de México. También está, por supuesto, la novela de El vuelo de la reina, del argentino Tomás Eloy Martínez.
Pero hasta donde yo sé, nadie antes había escrito una novela en español sobre el periodismo de habla hispana que se practica en Estados Unidos lo cual constituye, desde luego, uno de los mayores méritos de este interesante libro de Manuel Gayol.
La obra se desarrolla en la sala de redacción de un importante diario en español en Estados Unidos, cuyo nombre no se revela porque en realidad se puede aplicar a muchos otros periódicos que se publican aquí, y el protagonista es justamente un editor.
El libro constituye lo que Manuel llama un docudrama porque, aunque es una novela en la que hay personajes ficticios, está basada enteramente en las experiencias que vivió como editor periodístico en Los Ángeles. En la obra se describe con lujo de detalles el apasionante mundo del periodismo con sus luces y sombras. De esta forma, vemos que aparecen, por un lado, reporteros y editores dedicados y con gran ética profesional, empeñados en dar lo mejor de sí mismos para sacar adelante su trabajo a pesar de los obstáculos que enfrentan. Y por otro lado están aquellos personajes oscuros, mezquinos, ignorantes y ventajosos que no dudan en dar golpes bajos o traicionar a otros para lograr sus fines.
Además de estar bellamente escrito y de manera por demás amena, el libro tiene una estructura literaria sumamente original en la que el protagonista se entrevista a sí mismo mediante un álter ego para describir tanto lo que ocurre a su alrededor como para exteriorizar sus frustraciones, su impotencia y angustia ante las circunstancias adversas que enfrentan tanto él como sus compañeros de trabajo.
En el libro queda claro que los periódicos en español, en este país, enfrentan actualmente tres enormes desafíos: por una parte, el inexorable avance de la Internet que amenaza con desaparecer las publicaciones impresas. Por otro lado, la creciente disminución de los ingresos publicitarios. Y el tercero, sin duda el más inquietante, es la enorme incapacidad e incompetencia con la que, en términos generales, los dueños y directivos manejan los periódicos. En lugar de tratar de mejorar el producto que ofrecen para conservar a sus lectores y enfrentar de manera creativa la crisis y los retos que tienen ante sí, se han dedicado simplemente a hacer recortes a diestra y siniestra con resultados catastróficos que en muchos casos han terminado por hundir a los periódicos.
En mi opinión, una de las mayores aportaciones de este libro es justamente la severa crítica que hace el autor hacia los directivos y los dueños de los medios de comunicación que, lejos de manejarlos de manera responsable y con un sentido de compromiso social, lo hacen de manera mercantilista sin importarles su audiencia o los lectores y mucho menos los periodistas. Como consecuencia de ello, muchos comunicadores han perdido su fuente de empleo y se han quedado así sin poder cumplir con la misión de denunciar las injusticias y abusos de los poderosos que es justamente el papel del periodismo independiente para mantener las democracias fuertes.
[Este trabajo de María Luisa Arredondo es original, y ha sido enviado por la autora especialmente para Palabra Abierta]
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