Literatura. Política. Crítica.
Roberto Álvarez Quiñones.
“No se debe tropezar nunca con la misma piedra” es un antiquísimo proverbio surgido en la Grecia clásica. Hay otro también muy añejo que es su antítesis: “El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra”. Ese fue esbozado por Confucio cuando dijo: “el pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla”. O sea, quien no aprende de la realidad cometerá siempre los mismos errores.
Aquella sabia conclusión de Confucio (hace 2,500 años) lleva de la mano a otro genio, Albert Einstein, para quien repetir lo mismo una y otra vez, esperando obtener resultados diferentes, es una clara expresión de locura.
Hago este milenario preámbulo filosófico a propósito de las nuevas medidas agresivas aplicadas por el régimen castrista contra el sector privado en Cuba, y que son percibidas como una repetición de errores cometidos anteriormente. Pero… ¿son errores?
Me refiero a tres nuevas medidas del Gobierno cubano: 1) dos decreto-leyes muy agresivos contra los negocios privados y cuentapropistas; 2) una resolución para “la contratación y comercialización de productos agropecuarios” y “fortalecer el funcionamiento de la empresa estatal socialista”; y 3) la creación del insólito Instituto Nacional de Actores Económicos No Estatales (INAENE), para “corregir distorsiones y reimpulsar la economía”.
O sea, estamos ante un déjà vu de la “Ofensiva Revolucionaria” de hace 56 años, y del “Proceso de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas” de hace 40 años.
Los Castro, más que errores, han cometidos canalladas
Pero no son fallos cometidos por falta de experiencia o de conocimientos, etc. Ni lo fueron hace décadas, ni lo son ahora. La historia del castrismo muestra que Fidel y Raúl Castro más que errores han cometidos canalladas, aunque esta palabrita suene muy fuerte.
Ambos, y el argentino encargado de armar en la isla el sistema económico de planificación centralizada (comunista), Ernesto Guevara, conocían las hambrunas devastadoras en la Rusia bolchevique y luego en China a causa de la estatización de las tierras de los campesinos al implantar el comunismo.
En China, Mao Tse Tung en los años 50 colectivizó por decreto todas las tierras agrícolas, creó comunas extremadamente improductivas, y confiscaba las cosechas a los campesinos. Llamada “Gran Salto Adelante”, aquello derrumbó la producción agropecuaria, y toda la economía. Unos 30 millones de chinos murieron de hambre en unos 20 años.
Antes, en la Rusia bolchevique, Lenin se percató de que la colectivización de las tierras era lo que estaba matando de hambre a millones de rusos, y por eso en 1921 implantó la “Nueva Política Económica” (NEP). Se regresó a la producción libre de los campesinos, se crearon medianas y pequeñas empresas privadas agrícolas e industriales. Los campesinos podían vender por su cuenta el 90% de sus cosechas y contratar trabajadores. Se duplicó la producción agropecuaria. El hambre desapareció. Pero regresó tan pronto Stalin puso fin a la NEP.
Pese a conocer el hambre causada por la estatización de tierras
No obstante conocer todo aquello, Fidel Castro hizo lo mismo en Cuba, y en vez de cumplir su promesa de realizar una reforma agraria para entregar a campesinos y obreros agrícolas las tierras que les serían confiscadas a los propietarios de más de 67 hectáreas, lo que hizo fue estatizar el 77% de dichas tierras y crear versiones castristas de los hambreadores sovjoses y las comunas chinas.
Desde entonces se obliga a los campesinos a entregar al Estado el 80% de sus cosechas, a precios muy bajos. Y el Gobierno monopoliza el comercio agropecuario del país (empresa de acopio). Así, el comandante derrumbó la producción de alimentos. Tanto, que en marzo de 1962 surgió la cartilla de racionamiento de alimentos (la “libreta”), que, créase, o no, 62 años después sigue vigente.
A Fidel no le bastó aquello, y en marzo de 1968 lanzó su “Ofensiva Revolucionaria”, con la cual dio el puntillazo a lo que quedaba de economía de mercado en la isla. Desmanteló los 57,280 negocios privados que aún subsistían. Alegó que sus dueños eran “holgazanes en perfectas condiciones físicas, que montan un timbiriche, un negocio cualquiera, para ganar 50 pesos todos los días”.
Irónicamente, sin percatarse de ello, Fidel Castro se calificó a sí mismo de holgazán, pues siendo estudiante universitario (y pandillero), con dinero enviado por su padre compró un “puesto de fritas” (hamburguesas) en la concurrida esquina habanera de Infanta y San Lázaro. Claro, solo iba a su negocio a recoger la venta de cada día.
Con la perestroika, Castro I se espantó y regresó al estalinismo
Pasaron 18 años de la “ofensiva” fidelista y para congraciarse con Moscú y le aumentasen su mesada, o sea, los subsidios a Cuba, el dictador suavizó el centralismo estalinista-guevarista con un nuevo Sistema de Dirección y Planificación de la Economía (SDPE), un modelo de cálculo económico aplicado en la URSS desde la muerte de Stalin.
En la URSS aquello no salvó al comunismo, pero al menos estaba inspirado en la racionalidad capitalista. Las empresas estatales soviéticas tenían que ser rentables sin recibir subsidios, trazaban su propio plan, disponían de fondos propios, y entregaban premios en dinero a los trabajadores.
En Cuba ya en los años 60 el dirigente y economista marxista Carlos Rafael Rodríguez había propuesto aplicar ese modelo más “liberal” en contraposición al centralismo estalinista a ultranza del Che Guevara, pero fue el guevarista el que prevaleció, y el que hundió más rápidamente a la economía cubana.
Con el SDPE se abrieron mercados libres campesinos, se dio cierta autonomía a las empresas para autofinanciarse, se entregaron estímulos monetarios a los trabajadores en vez de banderitas y diplomas.
La producción agrícola e industrial se recuperó un poco y la población sintió un alivio con el “mercado paralelo” y los “mercaditos” (tiendas en las que se podían comprar ciertos alimentos al margen de la “libreta” de racionamiento), gracias al aumento de unos $1,500 millones de dólares anuales en las remesas enviadas por el tío Volodia.
Entre otras gracias la URSS pagaba el azúcar cubano a 45 centavos la libra cuando estaba a 5 centavos en el mercado mundial, y entregaba a La Habana unos $500 millones de dólares con la venta de unas tres millones de toneladas sobrantes de petróleo regalado por Moscú que la isla no consumía. Y supe que eran $500 millones porque me lo dijo off the record el propio ministro presidente de la JUCEPLAN (Economía), Humberto Pérez.
Pero en 1985 comenzó la perestroika soviética de Gorbachov, y Castro I se espantó. Regresó al centralismo estalinista con el “Proceso de rectificación…”, que causó un enorme retroceso económico multifacético.
Esta nueva arremetida contra natura tiene un fondo malsano
Hoy, Castro II igualmente en vez de darle más espacio al sector privado le declara la guerra. Ciertamente el equipo de Gobierno encabezado por los rollizos Miguel Díaz-Canel y Manuel Marrero es el más inepto en la historia de Cuba. Pero sus decisiones se ajustan a la “continuidad de la revolución socialista” que impone el dictador, ahora con título de “Líder Histórico de la Revolución”, y los demás dinosaurios de la Sierra Maestra.
El régimen necesita dinero desesperadamente para cubrir, o aliviar el faboluso déficit fiscal del 18% del PIB. Y quiere obtener fondos con multas exorbitantes, impuestos abusivos, eliminación de exenciones de impuestos a MIPYMES. Quiere captar ingresos que la economía estatal es incapaz de generar.
Solo en una semana de agosto se realizaron 157,331 inspecciones, que detectaron deudas al fisco por 3,000 millones de pesos que el Gobierno exige se le paguen, y fueron cerrados 360 negocios privados, según Granma.
A la vez, el régimen quiere reducir la inflación con la extracción de dinero en circulación. Le importa un pito que al reducirse la masa monetaria los consumidores tengan menos dinero, compren menos y se agrave el hambre y la desesperación de las familias.
¿Mafiosos “yerran” a propósito para que el modelo implosione?
Pero, ojo, también puede haber aquí un trasfondo mafioso. En el alto mando dictatorial hay quienes, para beneficio de ellos, quieren ya desmontar el modelo centralista. Pero el ¿general? Castro y demás históricos de línea dura siguen políticamente al mando.
No descarto que haya “reformistas” agazapados que estén deliberadamente promoviendo medidas que agradan al núcleo duro comunista, pero que agravan más la crisis económica para provocar que el modelo centralista implosione de una vez.
Estoy especulando, ¿pero no es una posibilidad real? El cambio que quieren esos “reformistas” probablemente sería parecido al modelo ruso actual, o una hibridación de “putinismo” con corporativismo fascista y ciertos ingredientes chinos.
Pero también, como casi siempre ocurre, el colapso total de la economía puede conducir a escenarios diferentes, digamos otra rebelión política tipo 11 de Julio de 2021, esta vez imparable, exitosa, definitiva.
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