Literatura. Poesía.
Por Andrés Casanova.
SER DE UN CIERTO LUGAR
Vivir naciendo aquí en esta esfera,
pequeño sitio mezclado con rincones y cavernas;
hacer de la felicidad una costumbre aledaña
y buscar cada mañana el pan de la presencia.
Sonreímos de manera argumental en lo tan simple,
siguiendo cada paso repetido;
saludas al que ayer te saludara
y vuelves a dormir tus mismos sueños.
No es esto estigma igual que la molicie,
no puede confundirse con el ocio;
tampoco el vegetar penetra en esa nube
donde se va seguro de no tropezar con las serpientes.
Es una dicha echar raíces en la orilla,
manar en lo profundo un saludo gentil del que te quiere.
Es preferible tener el tronco que alimente tus ausencias
a vivir desterrado en abismos luminosos
que no por luminosos dejan de ser abismos.
ABONO DE LA HUELLA
Marco detrás de mí los pasos que me restan
hasta llegar al saldo asignado,
retomo cada liquen, las cuentas por pagar, las azucenas,
y guardo la verdad en mi mochila
como quien ve partir el sol en busca de su huella.
Aprendo de la solar acción más que argamasa,
con lentitud convaleciente encierro los errores
que he cometido en el abono de mis cuentas
sin ocultar mi tierna fragilidad indagatoria.
Detrás de la verdad siempre he corrido
con ansias de que el sol no sea sino un espejo;
aunque he aprendido a no restar jamás las sumas
en previsión de cada fracaso que me espera.
Así cada mañana voy abonando,
con la enseñanza que da el tiempo, la falsedad de cada huella mía;
la de otros que la abonen ellos mismos,
yo sólo respondo por el ángulo del sol desde el que
CÓSMICAS LUNAS PASAN
Desde este margen pienso cuantas veces
he fracturado con mi voz anquilosada victorias y reveses,
pienso en las ocasiones que pude haber vencido
y en cambio acumulé tierra húmeda de tanto moler fuegos.
¿Qué hacer si ya no me es posible
volver de revés los picotazos
del carpintero contra los perdidos?
No tiene sentido la añoranza de revertir las horas fracturadas
y mucho menos dolerme de gusanos y áspides
que dieron buen final a mi absurda vanidad humana.
Aquí me quedo entonces con esta libertad a cuestas
de perdonarme cada vez que huí del yunque
e incluso de las veces que propiné golpes de matar con mi martillo.
Espero lunas cósmicas que pasen.
lo demás sería como ver el fuego desde el ojo pertinaz de los ciclones.
LAS PALABRAS ME PERTENECEN
Soy dueño de mi historia, de mis lejanos triunfos,
me pertenecen el aire del que soy como hermano
y es de mi propiedad la estela de las nubes,
el color de la Luna y hasta el solar violeta.
Nadie hasta ahora ha venido a reclamar ninguna
de esas propiedades que heredé desde el átomo
mezcladas con escoria y acero candente,
con marcas de arena sílice y martencita pura.
Ah, en cambio las palabras que derramo en mis poemas
no acepto que huestes malignas vengan
a reclamar que las guarde entre diccionarios
amenazándome con respirar azufre contra mis ilusiones.
Pues sepan que son mías como las otras
propiedades que nadie me ha ayudado a cuidar.
La sangre que me nutre corre por mis palabras,
sin ellas iría al fondo de negras pesadillas.
BREVEDAD DEL OLVIDO
De tanto mirar hacia delante retrocedo
y pago el peaje del olvido:
detenerse la marcha es cruel fantasma
como la misma edad que llega al sacrificio.
Olvidar tanta rabia de acciones asesinas
viene a ser el perdón que jamás merecemos.
Al pasar del olvido a la gloria caída
se rescatan nubes, estatuas y caminos.
Nada significan estos olvidos breves,
somos míseros ladrones del tiempo y la memoria.
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