Literatura. Crítica.
Por Mercedes Eleine González…
La lluvia prometía una tarde íntima y el título del libro sugería el complemento perfecto para lograrlo: Misterio en Venecia, del conocido escritor cubano Rodolfo Pérez Valero. En mi mente ya me deleitaba con el sonido de las gotas de lluvia golpeando en la ventana de cristal, la tarde plomiza y gris y yo arrebujada en el tibio calor de mi cómoda butaca mientras leía…
Abrí las puertas de Venecia… perdón, abrí el libro y me sumí en una suerte de aventura juvenil en la que la curiosidad, la intriga, el misterio y las “persecuciones por callejuelas y pasadizos secretos” de los cuatro hermanos O’ Donnell tomaron vida en una narración fluida que evidenciaba el dominio del oficio más solitario del mundo.
En el marco de la celebración del carnaval de Venecia, en medio “de disfraces, mascaras, y también de aventuras y misterios” se desarrolla la trama de este interesante libro, la obra más reciente de Valero, especializado en el género policial, en el cual se ha destacado desde sus inicios de escritor.
Su carrera está avalada por títulos como: No es tiempo de ceremonias (obra ganadora del Primer Premio de Novela Policial en Cuba en 1974); El misterio de las cuevas del pirata; Confrontación, Habana-Madrid y Un hombre toca a la puerta bajo la lluvia, por solo mencionar algunas referencias sobresalientes del también dramaturgo y actor, pues su amplia trayectoria profesional abarca veinte años de trabajo actoral en el afamado grupo Rita Montaner, en La Habana, Cuba.
La lluvia por momentos se tornaba torrencial mientras la persecución arreciaba también su ritmo en Venecia, donde una rubia llamativa era perseguida por un melenudo de físico aborrecible. Los cuatro chicos, convertidos en detectives empíricos, vigilaban la habitación que la rubia ocupaba enfrente del hotel donde ellos pernoctaban, observando sus menores movimientos por medio de unos binoculares que a tal efecto habían adquirido.
Corroborar la desaparición de un auténtico cuadro de Tintoretto, La Tentazione di Adamo ed Eva, del museo en que se exhibía y descubrirlo en la habitación de la rubia vigilada, los lleva a creer que se trata de alguna ladrona de obras de arte que trafica vinculada a una red internacional, por lo que arrecian la vigilancia, seguros de que están ante una banda de peligrosos malhechores.
El interés del libro se intensifica mientras la lluvia afuera se apacigua con un sonido monótono casi a punto de desvanecerse, y yo me sumerjo cada vez más en una lectura que cautiva el interés del lector, pues la narración fluida y natural, con un ligero pero contundente sentido del más fino humor, justifica cualquier acontecimiento; las correrías a través de la densa noche donde la cómplice oscuridad confunde sombras con siluetas fantasmagóricas salidas de alguna obra de Poe; un gondolero sospechoso, un raro melenudo con cara de pocos amigos y hasta un ser salido de ultratumba, pálido y de elevada estatura como el Señor Don Pomposo del cuento de Martí, merodean por los alrededores estremeciéndonos de pavor ante cada sorprendente acercamiento a la verdad. No me equivoco si afirmo que la propia ciudad de Venecia envuelta en el misterio de las leyendas medioevales y su eterno vaho húmedo resultan tan protagonistas como los personajes principales.
Con la consabida sabiduría de todo escritor consumado en el arte de narrar, el autor sitúa los hechos en medio de la celebración de los carnavales de Venecia por aquello quizás de poder disfrazar cada personaje para despistar un poco a cada uno de los que, de forma voluntaria, iniciaron la peligrosa investigación del cuadro robado, añadiendo más intriga en el desarrollo de la trama.
Los cuatro hermanos O’Donnell, hijos adoptivos de la periodista Vicky, que en brevísimos trazos intuimos como una madre moderna, preocupada y pletórica de un pragmático sentido de la vida, nos llevan de la mano por estas tortuosas callejuelas venecianas donde la aparición de un fantasma puede ser tan real como las propias góndolas que pululan por los canales de la hermosa ciudad.
Si al final descubren la red internacional de ladrones de obras de arte, si están a punto de ser secuestrados en manos de los delincuentes, ser golpeados brutalmente por los peligrosos bandoleros o si encuentran al fin a los culpables de un robo de tal magnitud, es algo que dejaremos como tarea a los lectores.
Yo realmente, por mucho deseo que tenga de contar el final no lo hago porque atenta contra el interés general que suscita la lectura de una buena obra, como lo es: Misterio en Venecia, un libro para leer no solo en las tardes lluviosas sino en los esplendidos días de sol.
[Este trabajo crítico fue enviado especialmente por su autora para Palabra Abierta]
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