Un gordo afable: Daniel Lambert

Written by on 09/04/2017 in Cronica, Promocion - No comments
Promoción. Crónica.
Por Félix J. Fojo…

Retrato de Daniel Lambert. En 1806 o 1807. Oleo. Leicester Museums and Art Galleries. First exhibited Royal Academy 1807. Dominio público.

[Esta crónica pertenece a su libro De Venus a Botero. Breve historia de la obesidad, que ya se puede adquirir en Amazon.com: https://www.amazon.com/Venus-Botero-Spanish-F%C3%A9LIX-Fojo/dp/0998822205/ref=sr_1_2?ie=UTF8&qid=1491784452&sr=8-2&keywords=F%C3%A9lix+J.+Fojo]

Se discute mucho sobre la genética, la epigenética, los desarreglos hormonales, las cualidades del microbioma digestivo y otros factores fisiopatológicos en la obesidad. Además de señalarse, invariablemente, que la (mala) dieta y la falta de ejercicios, el sedentarismo, son las causas básicas de la obesidad. Pero aquí tenemos un caso, ampliamente publicitado en su tiempo, que parece probar que no todos los sobrepesos son por exceso de comida y falta de ejercicios.

En marzo de 1770, nació Daniel Lambert en una zona rural de Inglaterra. Pasó toda su niñez y adolescencia cazando, pescando, nadando en los ríos y montando a caballo. A los 21 años sustituyó a su padre como gendarme en la prisión local, pero a los 23, para asombro de él mismo y de toda su familia, ya sobrepasaba los 200 kilos de peso corporal, lo que le creaba dificultades, incluso para caminar. Daniel afirmaba, y parece haber habido suficientes testigos para corroborarlo, que comía poco y no bebía alcohol en absoluto.

A los 36 años de edad pesaba 317 kilogramos y seguía aumentando.

Lo curioso es que los presos, que el buen Lambert vigilaba, no querían que dejara la labor, pues su buen talante y su carácter servicial le hacían un carcelero muy querido por todos. Pero como la obesidad le impedía trabajar, tomó la decisión de ir a Londres y ganarse la vida como fenómeno de feria. Cuentan que las colas para verlo eran enormes, a pesar de que él cobraba un chelín por la entrada, una cantidad de cierta importancia en aquella época.

Su carácter y bonhomía nunca cambiaron. Conversaba con los que iban a verle y todos le respetaban. La prensa londinense, famosa por ser aguda y satírica, también le trataba con respeto.

El 21 de junio de 1809, Daniel murió mientras dormía. Hubo que tumbar la pared de su habitación para sacarlo a la calle y cargar el cadáver entre 20 hombres robustos. Su ataúd fue reforzado con láminas de hierro para que no se deshiciera.

Pero, sobre todo, y es lo más importante, sus exequias constituyeron una manifestación de verdadero dolor. Se había muerto un amigo de todos.

 

 

 

 

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About the Author

Félix J. Fojo. La Habana, Cuba, 1946. Es Médico, divulgador científico y un apasionado de la historia. Exprofesor de la Cátedra de Cirugía de la Universidad de La Habana. Desde hace muchos años reside entre la Florida, EE.UU. y Puerto Rico. Colabora en la Revista Galenus, importante revista para los médicos de Puerto Rico. Ha publicado artículos de opinión y divulgación en diferentes medios periodísticos de EE.UU. y Europa. Entre sus libros publicados por la editorial Palibrio: Caos, leyes raras y otras historias de la Ciencia (2013), Una breve historia de la obesidad (2013), No Preguntes por Ellos (2013), De médicos, poetas, locos... y los otros (2014). Su próxima novela, El Corso me decían (Editorial Unos & Otros) se encuentra en edición.

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