Literatura. Poesía.
Por Humberto Leyva…
Mutaciones
El tiempo viene a mí girando en torno
de todo. Viene a ser la sepultura
del juego y la inocencia, levadura
creciendo desmedida sobre el horno
La infancia nos envuelve en su contorno
de profundo lirismo y de ternura
cuando el fuego nos brinda su atadura
de triste adolescente sin retorno.
Después viene una lluvia de alegría
febril y desbocada y caprichosa
negando con desdén la fantasía.
Se despide la vida fantasiosa.
Se escapa en un azul de lejanía
detrás de inatrapable mariposa.
Su tumba en el río
A mi padre
Por detrás de la colina
Santa Bárbara en la estancia
te protegió la ignorancia
amén de la medicina
que brotaba cristalina
bajo la tumba del río.
Bailaste sobre el rocío
fiestas de cotiledones
y sentiste en los pulmones
como un alfiler de frío..
Desgranaste la ternura
de tus mazorcas de sueño
y llegas príncipe y dueño
del grano a la sepultura.
Encendiste la bravura
que el héroe en la gloria tiene.
Dejo que tu ejemplo llene
los caminos del regreso
por donde en forma de beso
la muerte callada viene.
Hoy la quietud nos abraza.
Desde el rincón silencioso
donde amabas el reposo,
te llama a gritos la casa.
Un rebaño blanco pasa
y la vieja se entretiene
contando ovejos. Previene
de algún futuro aguacero
que vendrá por el sendero
desde un palacio que viene.
El pozo, su manantial
te llama, padre, y revienta.
La vieja pierde la cuenta
de los ovejos. Va mal.
Navega por un canal
que desemboca en tu río.
Pero esta vez el macío
dice a gritos ¿hasta cuándo?
y la noche va tomando
forma de cráneo vacío.
Diálogo mudo
Tu pie desnudo. ¿Qué asombro
fragiliza tu estatura?
Trasciende el rosa. Pintura
de esmalte tierno. Te nombro
reina, y al verte me ahombro
en la caricia del pie.
Quieta mi pupila. Sé
misterios bajo tu planta
y una espiga se levanta
bajo el sueño que te ve.
Sobre el pie desnudo y tierno
descubro el preludio suave
de piel desplumada. El ave
asada será en el perno.
Sobre esta llama el invierno
no existe. La circunstancia
es de verano, fragancia
emboscada en esta silla,
y desnuda en tu rodilla
enferma de fiebre el ansia.
Sobre tu rodilla mudo
por un éxtasis velado
sin un gesto calculado
me quedo inmóvil. Acudo
a lo espontáneo. Me ayudo
al saber que te complace.
Te miro a los ojos, nace
de ellos una paz de anuencia
y hay un diálogo de urgencia,
un fuego mudo en la frase.
Llego al muslo, al laberinto,
con el tacto de mi aliento.
Suspiras, me crece, siento,
un árbol al sur del cinto.
No pienso, sube un instinto
que no pierde humanidad.
Libo la salinidad
íntima en la piel desnuda
y entonces la noche muda
conversa en la oscuridad
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[Estos tres poemas han sido enviado por el autor especialmente para Palabra Abierta]
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