Literatura. Política. Crítica.
Por Roberto Álvarez Quiñones.
Al cumplirse por estos días 60 años de la Crisis de los Misiles en Cuba, en octubre de 1962, el mundo pudiera tropezar de nuevo con la misma piedra rusa, entonces comunista, y hoy sin colores ideológicos, pero tan imperialista como aquella.
La Crisis de Octubre, como se le conoce en Cuba, puso al mundo al borde de un infierno atómico, humilló a Fidel Castro, que fue ignorado olímpicamente en la negociación entre el presidente John F. Kennedy y el dictador soviético Nikita Khrushchev para poner fin a la crisis. Y ambos hicieron el caso del perro a las “condiciones” que puso el dictador cubano para que se pudieran retirar los misiles nucleares de Cuba, que él denominó “Los Cinco Puntos de la Dignidad”
La crisis finalizó apuntalando a Fidel y al expansionismo soviético
Pero irónicamente, la crisis terminó apuntalándolo. Castro I se atornilló más en el poder al amparo de la promesa del presidente John F. Kennedy a Moscú de que no habría invasión a Cuba. Con esa sombrilla nuclear soviética abierta desde 7,539 kilómetros de distancia (la más corta entre Rusia y Cuba) el dueto Fidel Castro-Che Guevara llevó con toda impunidad al extremo máximo el montaje del modelo estalinista de los años 30.
También favoreció a la Unión Soviética. Fracasó lo de colocar misiles nucleares en las narices de EE. UU., pero logró que Washington retirara sus armas nucleares del territorio turco, cercano a las fronteras soviéticas. Y se logró blindar (contra ataques de EE. UU.) a su cabeza de playa en América (el castrismo) para expandir la influencia geopolítica de la URSS.
Hoy Vladimir Putin pretende hacer lo mismo. Chantajea a Washington con el posible empleo de armas nucleares en Ucrania para que EE. UU. deje de apoyar a las fuerzas militares ucranianas con armamento de alta tecnología. Si Biden acepta el chantaje, como de hecho lo aceptó Kennedy, o si antes sacan del poder al nuevo Iván el Terrible, es cosa que está por ver.
Reunión secreta en 1960 Jruschov-Raúl Castro preparó el terreno
De aquella crisis hay datos nuevos. El Archivo de Seguridad Nacional de EE. UU. publicó el 14 de octubre de 2022 una traducción de una reunión en el Kremlin el 18 de julio de 1960 entre Nikita Khrushchev y Raúl Castro, para “tantear la relación de Cuba con EE. UU.”, previendo la situación que se crearía cuando Fidel proclamara el carácter comunista de la “revolución tan cubana como las palmas”, lo que ocurrió nueve meses después, en abril de 1961.
O sea, desde mediados de 1960 ya Moscú sabía que Fidel Castro carecía de los principios patrióticos y humanísticos que aparentaba poseer, y que era capaz de cualquier cosa para mantenerse en el poder, que para ello necesitaba subsidios que solo la URSS podía darle, y que estaba dispuesto a permitir armas nucleares en suelo cubano y convertir a Cuba en pieza clave de la Guerra Fría. Khrushchev usó a Castro, y este se dejó usar a gusto.
En octubre de 1962, con Cuba ya recibiendo subsidios soviéticos, el Kremlin instaló en Pinar del Río 42 misiles balísticos de medio alcance (hasta 3,000 kilómetros de distancia) con ojivas nucleares.
Apuntando hacia Washington y New York; “sí los lanzábamos…”
Y apuntando hacia Washington y New York, como admitió el Che Guevara el 29 de noviembre de 1962, en La Habana, al diario británico Daily Worker, (comunista, y desde 1966 se llama Morning Star). Y fue más lejos: “Si los misiles hubiesen permanecido en Cuba nosotros los habríamos usado contra el propio corazón de los Estados Unidos, incluyendo la ciudad de Nueva York (…) nosotros marcharemos hacia la victoria, aun si ello cuesta millones de víctimas en una guerra”.
Fidel estuvo negando todo el tiempo la existencia de armas nucleares en Cuba. Y también Moscú. En la Asamblea General de la ONU el embajador cubano, Mario García Incháustegui, lo negaba “indignado”. Insistía en que eran “rumores malintencionados para descreditar la revolución”. Castro I juraba que los barcos soviéticos no descargaban cohetes en la isla, sino alimentos.
Fue el 22 de octubre de 1962, cuando el presidente John F. Kennedy presentó al mundo las fotos de los misiles y las rampas de lanzamiento, que los cubanos se enteraron de que sí había armas nucleares en la isla, y que quien había mentido en la ONU era Cuba y no EE. UU.
Cuba de hecho estaba ocupada por un ejército extranjero
Por documentos secretos desclasificados en 1996 se conoció que el Comité Ejecutivo del Consejo de Seguridad Nacional le hizo dos propuestas al presidente Kennedy: un bloqueo naval, o un ataque inmediato a Cuba. El mandatario eligió el bloqueo naval (“cuarentena”).
El bloqueo naval se inició el 24 de octubre con 16 destructores, tres cruceros, un portaviones y 150 navíos que cerraron el acceso a Cuba, hacia donde se dirigían 25 navíos soviéticos escoltados por submarinos nucleares. Uno de aquellos submarinos estuvo a punto de lanzar un misil nuclear por problemas de comunicación que confundieron al capitán del submarino.
Nadie en Cuba sospechaba que la isla estaba prácticamente ocupada por un ejército extranjero, con más de 44,000 hombres; 24 plataformas para lanzamiento de misiles, 45 ojivas nucleares, 42 bombarderos Ilyushin IL-28, 40 aviones MiG-21, dos divisiones soviéticas de defensa antiaérea, cuatro regimientos de infantería mecanizada y otras unidades militares
En las trincheras no sabíamos el peligro atómico que corríamos
Fui testigo directo de lo desconectados que estábamos de la realidad, incluyendo las decenas de miles de milicianos movilizados, como este articulista. Ninguno de mis colegas atrincherados al Este de La Habana sabía del peligro real de guerra nuclear en que estaba Cuba. Nadie hablaba de construir refugios antiatómicos, etc. Sólo construíamos trincheras. Esperábamos a invasores por tierra.
Los cubanos en general viendo la TV y leyendo la prensa no podían imaginarse que “sin comerla ni beberla” podían desaparecer incinerados en un infierno peor que el de la “Divina Comedia”.
Los misiles fueron colocados por Moscú para cambiar la correlación de fuerzas estratégicas nucleares, pues EE. UU. superaba a la URSS en proporción de 8 a 1. O sea, ocho misiles nucleares por cada uno de la URSS. Con cohetes en Cuba la URSS compensaba un poco la ventaja estadounidense.
Castro ocultaba el peligro atómico para evitar el rechazo cubano
El silencio del dictador era para que la ciudadanía no fuese consciente del peligro real en que estaba, pues muchos no habrían estado dispuestos a apoyarlo y exigirían el retiro de los cohetes lo antes posible.
Menos se supo en la isla que Fidel le propuso a Nikita Khrushchev dar un primer golpe nuclear a EE. UU. si se producía una invasión a Cuba. Increíble, pero así lo reveló días después, asombrado, el propio líder soviético en el Kremlin a una delegación oficial de Checoslovaquia.
Lo irónico es que aquella propuesta apocalíptica facilitó la solución de la crisis. El 28 de octubre la situación era ya extremadamente peligrosa. Le escuché decir a Robert McNamara a Fidel Castro, en una reunión en La Habana en 1992 (que cubrí como periodista) que el día 28 fue el peor porque Khrushchev seguía sin responder la propuesta de Kennedy de retirar los misiles nucleares estadounidenses de Turquía y, por tanto, un ataque militar de EE. UU. a Cuba parecía inevitable.
Nosotros sí les lanzábamos los cohetes para allá
Pienso que probablemente Khrushchev recibió la sugerencia de Fidel el día 28 de octubre, o un día antes, y al leerla, estupefacto, se olvidó de insistir en otras condiciones y rápidamente respondió a Kennedy que aceptaba retirar los misiles de Cuba, antes de que al psicópata cubano le diera un arrebato (por ser ignorado en las negociaciones), los “interviniera” y lanzara alguno contra EE. UU., que deseos no le faltaban.
Ya vimos lo que le dijo el argentino al “Daily Worker”. Pues bien, en noviembre de 1962 yo tuve la insólita experiencia de escuchar personalmente de boca de Fidel Castro algo aún peor, y que relato porque asombrado tomé nota. Si los cohetes hubiesen estado bajo control cubano, enfatizó, no habrían podido ser retirados si antes el gobierno de EE. UU. no hubiese devuelto la base de Guantánamo y hubiese puesto fin al “bloqueo”. “Porque nosotros sí les lanzábamos los cohetes para allá si ellos hubiesen realizado un ataque aéreo o una invasión”.
Eso ocurrió en la Universidad de La Habana, a donde él iba con frecuencia a conversar con los estudiantes. Mi Facultad de Ciencias Comerciales estaba cerca, fui de los primeros en llegar y me situé muy cerca del caudillo.
El comentario que ninguno de nosotros le hizo fue cómo la respuesta a una invasión con armas convencionales debía ser una guerra atómica en la que todos los cubanos desapareceríamos.
¿Se imaginó alguien a una Cuba hambrienta 60 años después?
Para concluir, suelto esta pregunta:
¿Se imaginaron quienes fueron a las trincheras entonces, y aún viven, que en octubre de 2022 sus hijos, nietos, y ellos mismos, estarían sumidos en la pobreza extrema, con “hambre vieja”, sin medicinas, con apagones de 12 horas, viviendo como etíopes o sudaneses?
Lo menos que debiera hacer hoy Raúl “El Cruel”, en este 60 aniversario, es pedir perdón al pueblo cubano, y al mundo, por la Crisis de Octubre.