Literatura. Crónica.
Por Mario Blanco.
Meditar es otro gran placer que me doy en la vejez. La meditación en la vejez es como un orgasmo en la juventud, sí, así es de placentero. Pero a su vez, si no escribimos esas palabras y solo lo dejamos para nuestra satisfacción interna, es un egoísmo. Las palabras no escritas son como tesoros que se esfuman. Es posible que desde mi juventud me impactara tanto aquella canción del trío de los Compadres, “Mi filosofía”, donde expresaban cómo ellos veían la vida. Y justamente esos son placeres inmensos, apreciar como cada cual mirando lo mismo lo expresa diferente, y es que cada ser humano es un ente distinto, no tanto por el físico, sino por esa fuente maravillosa que Dios nos dio, el cerebro, para pensar y expresarnos, si no nos manifestamos cómo entonces conocernos, y cómo poder entender las reacciones humanas. Por eso incito a cada persona a escribir sobre sí mismo y aún más, caracterizar a los demás también.
Yo aprovecho a menudo el sosiego, las mañanas de los sábados que son tan tranquilas, o cualquier otro espacio de calma y tranquilidad que me invita a organizar mis ideas y plasmarlas de la forma más clara posible. Aprovecho la ocasión, hablando de escribir y expresarse, caramba que propensas son muchas personas de habla hispana a cometer el error de añadirle una “s” a la segunda persona del pretérito, mi Dios, ¡qué error más correlativo!, tanto cantando, como expresándose cotidianamente. Hago énfasis en esto en aras de llamar la atención sobre la buena expresión en nuestra linda lengua.
Otro hecho sobre el escribir, meditar y recordar en mi vida, me lleva al recuerdo de mi tío Ñico. Conservo un libro sobre el aprendizaje del idioma inglés que él me regaló. Si bien el libro fue impreso en el siglo XIX (1897), por la American Book Company, lo que constituye una antigüedad, lo más valioso está en que en sus espacios en blanco mi tío me escribió frases célebres, fundamentalmente de nuestro apóstol José Martí, que constituyen un legado para mi extraordinario. Lo escribió además con un giro de letra precioso, cosa sobre la cual siempre hago énfasis por carecer yo de un giro de letra legible, y, más bien tengo, como dicen vulgarmente, “letra de médico”, pobre, los médicos tan sabichosos y humanos que les han adjuntado esa calumnia. Pues bien, mi tío a través de esas expresiones, que aunque no genuinas de él, si muy auténticos fueron sus pensamientos sobre las conductas a seguir en esas frases célebres, y las cuales hizo suyas, propició que yo las conociera y me identificara con ellas, las que me han servido de estímulo en la vida. Creo ese fue su objetivo, porque aprecié el gran cariño que él sentía por mí, y al plasmar estas palabras afirmo la certeza de sus objetivos, pues consiguió motivarme a la reflexión y expresión por escrito de mis apreciaciones y sentimientos, gracias, tío Ñico.
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