Ediciones. Comentario
Por Kiko Arocha…
Los autores que publican por sí mismos descubren que muchas veces cuesta más la edición (corrección ortográfica, gramatical y de estilo) que la confección (diseño tipográfico, de portada y preparación para la impresión) de un libro. ¿Por qué? Por la cantidad de horas que un profesional debe dedicar a uno y otro aspecto. Justifican eludir a un editor por miedo a que distorsionen su voz, por dudar que quede editado correctamente: “una vez una amiga contrató a un editor y el libro quedó con errores”. Entonces deciden editarse ellos mismos.
Ilusiones, falsedades, pretextos para no hacer una inversión necesaria, porque no es un gasto. ¿Cree usted que los editores no han sido necesarios durante los cientos de años que ha existido la profesión? ¿Sabía que incluso los grandes escritores son editados, aunque ese trabajo sea anónimo?
Sin un manuscrito pulido las críticas negativas lloverán y la mayoría de las veces usted no se enterará. Si un buen libro destaca sobre los demás poco a poco, debido a que se pone de boca en boca, las críticas negativas lo hunden en el abismo incluso con mayor rapidez.
Es costoso contratar a un fotógrafo profesional para su boda. “Mi vecino es aficionado a la fotografía y tiene una cámara aceptable”. Se arrepentirá durante el resto de su vida. Sobre todo cada vez que sus amigas le muestren las fotos de sus bodas realizadas por expertos. Publicar un libro es un momento notable de su vida, tal como casarse, pero sin posibilidad de divorcio.
Un editor no puede hacer bueno un mal libro, pero sí puede convertir un buen libro en una obra maestra. Cuando es competente no quiere reescribir a capricho el libro que le entregan, sino mantener la voz auténtica del autor. No va a modificar su libro como lo hubiera escrito él, sino le va a comentar: “este párrafo está oscuro, muchas personas no van a entenderlo, te sugiero reescribirlo de nuevo desde cero, para que quede claro lo que quieres decir”; “aquí debes probar esto que declaras”; “esto ya lo dijiste en la página 30”; “¿sucedió antes o después del beso?”; “esto subrayado es un anacronismo”… Un buen editor quiere realzar tu estilo, no sustituirlo por otro, y el editor te preguntará, te sugerirá o te corregirá sin decírtelo, porque sabe cuándo es necesario hacer cada una de esas intervenciones.
¿Y cómo sé si un editor es bueno? Un editor debe tener un sitio web y permitir comentarios no censurados, para que se lean los testimonios de sus clientes. Esa transparencia hablará de la seriedad de su trabajo. Pídale una prueba de su trabajo, un antes y después de tres párrafos típicos no muy largos. Lea textos editados por él, para conocer si va con lo que usted espera.
Ningún editor puede afirmar que un libro editado por él no va a contener errores, sencillamente porque no es posible. Una novela promedio suele tener alrededor de 90,000 palabras, unos 720,000 caracteres contando los espacios. Nadie es perfecto y le aseguro que hay algunos errorcitos escondidos en los best sellers de las mejores editoriales.
Por último, creer que uno puede editarse a sí mismo es como mirarse en un espejo. La costumbre de vernos todos los días en la misma posición nos hace parecer bien. Pero en cuanto chocamos por sorpresa con un espejo inclinado en una tienda, alguien nos toma una foto imprevista o vemos el vídeo de la fiesta del sábado… No podemos ser objetivos con nuestra propia escritura. Usted leerá cien veces y cien veces pasará por alto lo que otro puede ver de una ojeada. Si se concentra en el contenido, puede cometer errores de concordancia. Si está concentrado en el estilo, pasará por alto una exageración. Los propios editores necesitan de editores.
“No soy un escritor profesional, sé que no escribo bien, pero quiero dejar mi impronta a la familia, amigos y descendientes. Ni siquiera voy a vender mi libro”. OK, pero al menos encargue una corrección ligera, que es más económica y elimina errores que, de quedar, serían objeto de burla.
Escribir, crear algo de la nada, es un trabajo descomunal y estupendo. Dele el toque final que se merece.
Por su parte, a los editores, de los cuales hay cada vez más desempleados, les convendría colocarse a tono con los tiempos. Antes estaban a sueldo en editoriales prestigiosas. Ahora probablemente tengan que trabajar por contratación. Sus clientes son muy diversos en cuanto a la calidad de lo que escriben y al presupuesto de que disponen. Adaptar su trabajo a ellos es hacer un servicio útil a la sociedad.
Este artículo fue editado por Armando Añel, a quien una vez pregunté:
—¿Cómo se escribe, “abemos” o “havemos”?
—Depende del burro —me contestó.
[Este artículo del autor fue reproducido de Neo Club Press]
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