Literatura. Historia. Periodismo. Crónica.
Por Mario Blanco.
En mi reciente visita a España escuché la mención de tantos eventos de su historia, que quedé anonadado del desconocimiento que tenía de esa gran nación. El país subyuga por la belleza de su gente y sus tierras, génesis de la procedencia que tenemos los latinoamericanos de ella, en idiosincrasia y lengua, y hasta en muchos hábitos heredados de aquellos progenitores, que llegaron a nuestras tierras en 1492. A menudo hemos estudiado lo sucedido a partir de aquella fecha, pero ¿cuáles fueron las circunstancias anteriores en aquella nación que gestó ese vuelco en el mundo entonces conocido? Generalmente su historia la hemos tenido como algo opcional, algo muy europeo, que en parte pasamos por alto o solfeamos muy tenuemente sus aristas en nuestras clases preparatorias como estudiante que nos dan una cultura general.
No pretendo en lo absoluto zambullirme a profundidad en esta materia, pero si hacer un breve esbozo de las circunstancias de invasión y dominio que sufrió España durante tantos años, 17 siglos, y que recién salida de la última y más grande que fue la musulmana, y es de la que más se habla, quizás por lo extensa, duró casi unos 8 siglos, surge la propuesta de un marino, incluso genovés y no español, que llamó la atención de los reyes de Castilla y Aragón, Isabel y Fernando, aunque desde el principio había sido postergada hasta que se lograse la victoria sobre los árabes. Antes, el rey portugués le había desechado la idea a Colón. Pero la aventura de tratar de llegar a las indias por un camino más corto dio lugar al gran descubrimiento de la primera mitad del segundo milenio. El punto de partida de este análisis quizás me lo dio la majestuosidad del acueducto romano de Segovia, y las huellas significativas que dejó este imperio en las tierras de Astorga, tantas multiforme de veces escuchadas. Después de esa hazaña, España se convirtió, de un país dominado durante siglos, en una potencia mundial.
Quisiera reflejar muy brevemente, sin incluso ir más atrás, las invasiones sufridas por España durante siglos antes del descubrimiento de América. Los romanos la invaden durante más de dos siglos, desde el 218 A.C. hasta el 19 A.C., y se mantienen hasta principios del siglo V. Imposible dejar de mencionar la actitud de los celtiberos de Numancia, que en el 133 A.C. se suicidan antes de caer en manos de los atacantes romanos, que importaron a su vez el cristianismo. Luego entran los llamados visigodos, tribus germánicas del norte y este de Europa, los cuales mantienen el dominio del territorio hasta el siglo VIII, cuando comienza la dominación árabe en el año 711, y no es hasta que, con la creación de cuatro reinos cristianos, los de, Castilla, Aragón, Navarra y Portugal, y durante el proceso de la llamada reconquista, que son expulsados los musulmanes con la victoria final sobre el reino de Granada en 1491.
Entonces surgieron las famosas Capitulaciones de Santa Fe en 1492, cuando el término capitulación más bien significaba acuerdos, en las cuales los reyes dan altos poderes a Colón, y deciden apoyar una travesía de esta envergadura que, si bien entonces el objetivo era menor, pues solo consistía en encontrar otra vía alternativa y supuestamente más rápida de llegar a las indias, se diera con el trascendental descubrimiento del Nuevo Mundo y de otros continentes de forma fortuita, y que constituyó el mismo la piedra angular de nuestra civilización. Si bien este acontecimiento tuvo sus sombras negras por el maltrato a la población indígena, y más tarde el surgimiento de la esclavitud del continente africano, habría que situarse en aquella etapa para su mejor análisis, sin decir entendimiento, pero así lo recoge la historia, la cual no tiene marcha atrás, y como resultado de aquellos eventos, podemos hoy disfrutarla en este breve paréntesis, y reconocerle a la sufrida España recién invadida durante 1700 años por fuerzas extranjeras, la audacia de aquella expedición que abrió las puertas al Nuevo Mundo del cual hoy somos parte.
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