Marco Polo y los Reyes Magos

Written by on 07/12/2024 in Historia, Literatura - No comments
Literatura. Historia. Crónica.
Por Marcelo Morán.

The book of ser Marco Polo. The Venecian concerning the kingdoms and marvels of the East (1903). Picryl.

Un vecino llamado Luis Franco me sorprendió en días recientes con un libro muy estropeado. Tenía la portada roída y las hojas salpicadas de barro, pero completas. No era para menos: lo había encontrado en las ruinas de una casa que acababan de demoler en la parroquia Venezuela, del municipio Lagunillas, del estado Zulia.  Era una edición de Los viajes de Marco Polo, impresa en México (1965) por Editorial Cumbre.  No se puede determinar si su despistado dueño lo conservaba desde esa época. Sería una odisea para cualquier lector conseguir en estos momentos un ejemplar de esa tirada y, sobre todo, en las circunstancias en que lo halló el oportuno Franco.

Leí por primera vez  ese libro  en 1975, en mis tiempos de estudiante en el liceo Hugo Montiel Moreno, de El Moján. Fue más bien una lectura apresurada  y engorrosa, pues el ejemplar era prestado y debía ser devuelto al cabo de dos días.  Ahora, después de cuarenta y nueve  años, he podido disfrutarlo página por página tras  una semana de holgado placer bajo una mata  de olivo en el patio de mi casa.

Los tres Reyes Magos. Wikimedia Commons.

La obra no está estructurada en capítulos, sino en pasajes cronológicos.  Uno de ellos, el más impresionante, lo constituye sin dudas el dedicado a las tumbas de los  Reyes Magos. De no ser por la  curiosidad de Marco Polo, la noción que se tuviese  de estos personajes  fuera vaga. Por ejemplo, el apóstol Mateo es el único  —de los cuatro evangelistas—  que da cuenta de ellos en el Nuevo Testamento.

Los peregrinos  siguiendo la estrella desde Persia habían llegado a la presencia del rey Herodes; monarca de Judea para esa  época. Una vez allí preguntaron:

“… ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido?  Porque su estrella hemos visto en el Oriente y venimos a adorarle”.  Herodes, perplejo por lo que acababa de escuchar,  por considerarse el único  rey de Judea, les responde con malicia a los desconocidos que vestían como reyes: “Vayan y encuentren  a ese niño, tan pronto lo consigan, me avisan, para ir  a adorarlo”.

Cuando los Reyes Magos dormían, después del agotador viaje y después de visitar al recién nacido, cada uno tuvo el mismo sueño revelador. Al despertar tomaron otro camino y regresaron a su país desestimando el encargo del sanguinario Herodes.

Mateo no precisa cómo se llamaban ni cuántos eran, solo se limita a señalar, que llevaron regalos: mirra, oro e incienso para adorar al Niño Jesús en un pesebre.

Sobre el libro se ha escrito y especulado mucho. Algunos investigadores han asegurado que es pura invención de Polo en complicidad con Rustichello, de Pisa; un hábil escriba que tenía fama de producir relatos inspirados en leyendas del rey Arturo.

Marco Polo había sido capturado después de que su patria, Venecia, sucumbiera  ante los genoveses en la batalla naval de Meloria, y en 1296, conoció al escritor pisano, con el que compartió celda durante tres años. A lo largo de ese período contó su maravilloso viaje  por Oriente al curtido escriba, quien sazonó el relato en buen estilo romance. Marco Polo no era analfabeto. Tal vez no dominaba el tono para convertir su experiencia oral en materia de construcción literaria y por eso prefirió dictarla.

Marco Polo, sus viajes y aventuras. Ilustración tomada de Picryl.

Marco Polo pasó más de 25 años en China, de los cuales 17 transcurrieron en la corte de emperador Kublai Khan. Había viajado a finales del siglo XIII al Oriente Medio en compañía de su padre y un tío, y una de sus primeras paradas fue Persia (actual Irán).

En  este remoto país tuvo noticias sobre el lugar donde se hallaban las tumbas de los Reyes Magos y no titubeó para lanzarse a la aventura de dar con ellas.

Marco Polo no solo fue un trotamundos corriente: describió paisajes, guerras con  el tino de un  reportero muy acucioso.  Así mismo analizó costumbres, creencias y lenguas de pueblos  milenarios como si fuera un antropólogo. Su experiencia me hizo recordar los reportes del periodista polaco Ryszard Kapuscinski en sus memorables viajes a África entre los 50 y 60 del siglo pasado y condensados en maravillosos libros como Ébano.

En la ciudad  de Sava, que en la actualidad se denomina Saveh, y se encuentra a 138 km al sur de la capital Teherán, encontró las sepulturas que describe de la siguiente manera:

“Sobre dichas tumbas hay un edificio cuadrado, dominado por una construcción circular, de hermoso trabajo. Los tres cadáveres aparecen completos con sus cabellos y sus barbas. Uno se llamaba Baltazar, el otro Gaspar y el tercero Melchor”. No solo aportó estos datos sino los nombres de las regiones de donde eran oriundos los magos. Uno era de Sava, otro de un lugar llamado Java y el tercero era de una región conocida como Casan.

Al tratar de indagar más sobre los personajes sepultados, fue muy poco lo que pudo obtener de los moradores entrevistados.  Solo se limitaron a confirmar que eran reyes y permanecían enterrados allí desde hacía muchas centurias. Si quería más información tendría que ir al castillo de “Cala Ateperistan”,  que significa en lengua persa: “Castillo de los adoradores del fuego”. Esa fortaleza se encontraba a tres días de viaje por senderos desérticos.

Marco Polo. Store Norske Leksikon. Picryl.

Polo prosiguió su búsqueda hasta llegar al castillo de los adoradores del fuego, sin precisar en el libro si lo hizo a pie o en camello. En este lugar recogió una leyenda aún más interesante.  La habían traído los reyes tras adorar al niño en Belén. En esa ocasión —cuenta la leyenda— que el niño les obsequió a sus adoradores una cajita cerrada.

Cuando se hallaban de regreso, en un lugar remoto, los reyes curiosos por el contenido decidieron abrirla… y cuál sería la sorpresa: era una simple piedra. Ellos interpretaron  la razón del regalo como la firmeza que debían mantener en la fe profesada. Después de cierta meditación la arrojaron a un pozo.

En seguida  del cielo cayó una llama que inundó de fuego la boca del pozo y a ellos de asombro: era una señal grande que tenía un propósito. Entonces recogieron del fuego una pequeña llama en una antorcha y la llevaron a un templo donde no ha cesado de arder y es adorada como un dios. De modo que los tres Reyes Magos eran sacerdotes de la orden de Zaratustra. Una religión persa que adora el fuego y promueve en los individuos la  libertad de elegir entre el bien y el mal. Esta fe nació en el siglo VI antes de Cristo por el profeta Zaratustra que  reconoce como dios a Aura Mazda.

Cuando Marco Polo visitó las tumbas de los tres sacerdotes  persas, aseguró ver sus cadáveres, incluso describió cómo eran sus barbas y sus cabellos. Pero quizás fue otra de sus tantas fantasías. Tal vez fue un grabado lo que observó en cada una de las tumbas, al estilo de los aposentos funerarios egipcios. Pues casi un milenio antes de que él apareciera en escena, las tumbas habían sido visitadas por la emperatriz Elena, madre de Constantino; primer emperador romano convertido al cristianismo. La emperatriz era muy católica y se le recuerda en la historia por rescatar muchas reliquias cristianas, y para ese propósito contaba con el poder y la influencia incondicional de su hijo.

“Federico Barbarroja pidiendo auxilio al duque de Baviera para someter a las ciudades Lombardas”. Flickr.

Dicen  que  mandó a exhumar los restos de los Reyes Magos y los llevó a Constantinopla. Antes de morir, el emperador los envió a Milán, donde permanecieron sepultados hasta 1164, cuando un monarca, germano- romano llamado Federico Barbarroja, invadió la ciudad  y  tomó posesión de los restos para llevarlos a su país y ponerlos a la orden del arzobispo Rainald de Dassel,  quien mandó a construir un relicario sobre el altar mayor de la Catedral de Colonia, Alemania, donde reposan aún en un triple sarcófago de oro.

En el año 614 de nuestra era, Judea  fue ocupada por  los persas, como había ocurrido en otros tiempos y recogido con detalles en varios pasajes del Antiguo Testamento.  Los invasores habían arrasado con media Palestina, pero cuando pretendían destruir la iglesia de la Natividad, observaron en su interior un grabado con las efigies  de los Reyes Magos; esa sorpresa les hizo cambiar de planes, pues aquellos adoradores de Jesús también eran considerados figuras sagradas en la fe persa.

Antes de morir Marco Polo en enero de 1324, a los 70 años, fue interrogado por sus allegados, quienes aún dudaban de la veracidad del libro. Él con una seguridad pasmosa les respondió: “No he relatado ni la mitad de todo lo que he visto en esas tierras”.

Al cumplirse 700 años de su muerte en este 2024, su libro sigue siendo objeto de candentes discusiones. Por ejemplo, Polo aseguró ser  gobernador en la provincia china de Yangzhou, pero cuando los investigadores indagaron sobre el tema no encontraron registros que lo certificara.

Así mismo, no hizo mención de una de las siete maravillas del mundo antiguo, como es la colosal Muralla China. Tampoco habló de la imprenta, que había sido concebida allí muchos siglos antes que Gutenberg inventara  los tipos móviles de plomo y usaran los medios impresos del planeta hasta finales de los ochenta del siglo XX.

Casi dos siglos después de la muerte de Marco Polo, otro italiano locuaz y de gran imaginación, tomó en serio los relatos de su paisano, al punto de llevarlo como libro de cabecera para fascinar después al mundo con otro descubrimiento. Este nuevo aventurero era  Cristóbal Colón.

A Marco Polo quizás le reprochen su condición de navegante, porque en realidad quienes gobernaban las embarcaciones a través de esos mares desconocidos  y reinos fabulosos  —del Lejano Oriente— eran su padre Nicolás y su tío Mateo. Por tanto, es fácil deducir, después de leer el libro, que la mayoría de esos viajes los hizo por tierra. Pero nadie le puede negar a esta altura del tiempo su vocación de aventurero y el sitial que ganó como  uno de los narradores  más fascinantes en la historia de la humanidad.

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About the Author

Marcelo Antonio Morán Polanco Nació en Guarero, municipio Guajira del estado Zulia el 2 de abril de 1957, hijo de Guillermina Polanco Apüshana y Pedro Eduardo Morán. En 1958 sus padres se establecen en Las Parcelas de Mara, una comunidad rural del municipio Mara, al norte de la capital Maracaibo, donde desarrolla su niñez y adolescencia. Estudió Primaria en el colegio Dra. Blanca Rosa Urquiaga desde 1964 hasta 1970. En 1971 se inscribe en el Liceo Hugo Montiel Moreno de donde egresó como Bachiller en Ciencias en 1976 en la promoción: “Por amor a nuestros padres”, la primera del plantel. En (1972-1973) estudió dibujo en la Galería Julio Árraga de Maracaibo bajo la dirección del profesor Manuel Vargas, creador de la obra pictórica “El Mural Más Grande”, erigido en 1993 en Ciudad Ojeda, municipio Lagunillas del estado Zulia. Laboró como montador de arte y caricaturista en el Diario Crítica de Maracaibo desde 1979 hasta 1990. Tiene cuatro hijos y está casado desde 1980 con la señora Zulay Marcano. En 1990 fijó residencia en Ciudad Ojeda (Costa Oriental del Lago de Maracaibo) y trabajó en el diario El Regional del Zulia, donde se ofició de diagramador y dibujante hasta 1994. En enero de 1994 expone en la sala Hugo Finol del Club Carabobo de Lagunillas, su primera muestra de caricaturas, titulada: “Personajes de la COL”. Ese mismo año ingresa a Maraven, filial de PDVSA (Petróleos de Venezuela) como Operador de Protección Industrial y en diciembre de 1998 expone en el Club Zumaque de Lagunillas la muestra: “Personajes a color”. Es autor de la galería de presidentes del concejo municipal y alcaldes de Baralt inaugurada en 2001 y conformada por 23 retratos elaborados a lápiz. Fue colaborador del Diario de Córdoba, de España. También colaborador del diario El Regional del Zulia, de Ciudad Ojeda, del portal de noticias web: venezuelausa,org. Con sede en la ciudad de Orlando, La Florida, Estados Unidos. En 2010 funda el grupo gaitero Acero Musical en la que fungía como compositor, destacando en su obra temas como: Alitasía, Pesebre wayuu, Isla Maraca, Encuentro con San Nicolás, entre otros. Publica en 2011 su primera obra literaria: Viaje a Santa Cruz de Wuinpumuin, novela de corte fantástica que refleja parte de la rica cosmovisión wayuu. Recibió en 2014 de la Comunidad Intercultural Alitasía el reconocimiento: Hijo Adoptivo de Alitasía, por resaltar en sus crónicas, dibujos y composiciones gaiteras los valores de La Guajira. En la actualidad tiene tres libros por publicar: Santa Cruz de Wuinpumuin (novela, II edición), El pergamino de un jaguar (novela) y Caminos de verano (crónicas).

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