Los Castro engañan a la caperucita

Written by on 11/09/2016 in Critica, Política - No comments
Política. Crítica.
Por Roberto Alvarez Quiñones…

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Pese a las loas que abundan en el mundo sobre la política del  presidente Barack Obama de acercamiento al régimen cubano, lo  que ha conseguido hasta ahora es posibilitar que los hermanos Castro hayan podido modificar algunos soportes básicos de las ciencias políticas y de la diplomacia  modernas  y  lograr lo que no pudo nunca autocracia alguna:

  • Presentarse ante el mundo  como un gobierno civil legítimo, pese a ser  una dictadura militar ilegítima.
  • Evitar que los máximos responsables de violar los derechos humanos paguen por sus crímenes.
  • Recibir el respeto y la aceptación de los gobiernos de todo el planeta, ahora incluido el de EE.UU., y ser a la vez bandera de las fuerzas más antidemocráticas, antisistema  y vanguardia latinoamericana  en la lucha contra el  “imperialismo  explotador”.

En cuanto al primer punto, hay una regla no escrita, pero aceptada por las naciones civilizadas,  según la cual  si un militar o civil es presidente de una nación, sin haberse sometido nunca a las urnas, es un dictador, y si  quienes integran la máxima instancia de poder son generales,  coroneles y comandantes, es una dictadura militar.

Tal norma no se aplica a Cuba  ¿Por qué no?  Resulta que en el siglo XXI  la ética y los principios van siendo erosionados por el cínico  pragmatismo de una realpolitik  que tiende a subordinar las relaciones internacionales a los beneficios económicos y los intereses geopolíticos, en forma más descarnada que antes. Ello explica  el gran triunfo político y diplomático del castrismo.

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Con respecto al punto dos,  viene al caso lo ocurrido el  pasado 26 de agosto en Córdoba, Argentina. Un tribunal condenó a 28 acusados, casi todos exmilitares y ex policías —incluyendo un general a quien apodaban La Hiena— a cadena perpetua por crímenes contra la humanidad cometidos en esa provincia argentina durante la dictadura militar (1976-1983).

Como muchos cubanos, me acordé de Fidel y Raúl Castro y de sus esbirros. Sobre todo cuando la nota informativa procedente de Córdoba destacó que unas 10 mil personas, casi todas militantes de la izquierda y peronistas kirchneristas  aplaudieron emocionados en las afueras del edificio del tribunal las sentencias, que incluyeron a otros 10 acusados a penas de 6 meses a 21 años de cárcel. Una manifestante, querellante en la causa, Ana Mohamed, dijo a la agencia AFP que ese era  “un día luminoso”.

Es sabido que en Argentina fueron  encarcelados  los principales violadores de los derechos humanos durante la dictadura, incluyendo al jefe máximo en el peor período de terror, el general Jorge Videla, quien murió en prisión en 2013.

Día luminoso’,  si es de izquierda

¿Ocurrirá eso en Cuba algún día?  ¿Por qué esos manifestantes de Córdoba apoyan a la dictadura castrista, flagrante violadora de los derechos humanos no por siete años, sino por más de medio siglo?

¿Irán a la cárcel los hermanos Castro y demás represores del régimen  por haber  ejecutado a  miles de opositores políticos  y causado la muerte a tantos cubanos de diversas  maneras, como hundir en el mar una embarcación y ahogar a decenas de adultos y niños, o emplear  métodos sofisticados difíciles de probar como fue el caso de Osvaldo Payá, y  de otros asesinados, o los 14 presos políticos dejados morir de hambre, y los miles de prisioneros que han sido torturados o apaleados?

No se atisba en el horizonte esa posibilidad. Y la izquierda  latinoamericana, por razones ideológicas, no pide justicia y “un día luminoso” para las víctimas del castrismo.

Y estamos hablando de la más  devastadora y  más longeva dictadura del continente desde que el Gran Almirante pisó el Nuevo Mundo.  Cuando  Castro tomó el poder el presidente de Estados Unidos era  Dwight Eisenhower, faltaban 8 días para que  Charles De Gaulle asumiera la presidencia de Francia, en Berlín no se había construido el  muro, y la inmensa mayoría de los países del  Africa Subsahariana eran aún colonias europeas.

Hoy aquello parece historia antigua, pero Fidel Castro,  ya con 90 años,  sigue en el poder ahora  como dictador adjunto, haciéndole   la vida cada vez más miserable a los cubanos junto  con su hermano,  quien ya recibió hasta la bendición política papal.

Las últimas elecciones democráticas en la isla tuvieron lugar en 1948, cuando Carlos Prío  fue elegido presidente de la república, derrocado por el general  Fulgencio Batista cuando faltaban tres meses para las nuevas elecciones. Por cierto, Batista como dictador fue una monja Misionera de la Caridad comparado con  Fidel Castro o su hermano Raúl.

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Yo primero, el Partido después

Desde 1952, durante 64 años consecutivos,  Cuba ha tenido solo tres gobernantes y militares los tres: un general anticomunista, y otro general y un comandante comunistas.  Récord  en el hemisferio occidental.

Además,  la castrista no es una autocracia comunista como  las que impuso el Ejército Soviético en Europa, luego de la Segunda Guerra Mundial. En aquellos regímenes  las decisiones las tomaban  élites privilegiadas que incluían a militares pero estaban encabezadas por figuras civiles  —salvo Polonia en su última etapa y la Yugoslavia del mariscal Tito—, y partidos comunistas manejados desde Moscú.  Erich  Honecker, Władysław Gomułka,  Janos Kadar, Antonin Novotny, Gustav Husak, Nicolae Ceausescu o Todor Yivkov, por ejemplo, no eran militares.

Castro  jamás aceptó que el Partido Comunista  estuviera por encima de él y del estamento militar y convirtió en deidad el cargo de Comandante en Jefe. Nunca el aparato del partido pudo intentar siquiera supervisar a Castro, o ahora a su hermano.

El  poder supremo castrista siempre ha radicado en las Fuerzas Armadas, y no en el  Estado, el Gobierno, ni tampoco en el Partido Comunista, aunque así lo diga la Constitución. En la isla  manda un Comandante en Jefe asistido por una Junta Militar. Y punto.

No obstante, Fidel mantuvo siempre a  figuras civiles con funciones importantes en la conducción del país, como Osvaldo Dorticós, Blas Roca, Carlos Rafael Rodríguez, Raúl Roa, José Llanusa, Armando Hart, César Escalante, Pepín Naranjo, Juan Marinello,  Humberto Pérez, Raúl García Peláez,  Fabio Grobart, Luis Orlando Domínguez, Flavio Bravo,  Carlos Lage, Fernando Remírez de Estenoz, Otto Rivero,  Carlos Aldana, Jaime Crombet,  Felipe Pérez Roque, y otros.

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Militares dueños del país

Eso ya no es así con Raúl Castro, quien sustituyó a los jerarcas civiles por generales y coroneles del MINFAR y el MININT. Hoy con excepción de Esteban Lazo,  anodino presidente de la Asamblea Nacional, y el decorativo Miguel Díaz-Canel, primer vicepresidente del Consejo de Estado, los puestos clave del régimen son ocupados por militares.

El hijo del dictador y Fouché cubano, coronel Alejandro Castro,  es el  hombre más  temido del país luego de su padre. Y el  general Luis Alberto Rodríguez López-Callejas, padre de su nieto y guardaespaldas,  es el zar de la economía cubana, por encima del coronel Marino Murillo.

El Jefe de Gobierno y cinco de sus siete vicepresidentes son militares, es decir, el 75% de la cúpula gubernamental. El restante 25% no decide absolutamente nada. En el Buró Político del PCC, de sus 14 integrantes nueve son militares,  y los cinco  civiles no pueden tomar decisiones.

El general Castro militarmente ha ido más lejos que su hermano. Puso en manos de las FAR y el MININT la economía del país. Solo GAESA,  una gigantesca corporación capitalista de Estado de las FAR, recibe todas las divisas que entran al país y casi el 80% de los ingresos totales generados en  la Isla.  No  rinde cuentas al Gobierno de la República,  ni al PCC.

Para colmo, los Castro y su Junta Militar se aprestan a traspasar el poder en los próximos dos o tres años a sus familiares y los generales y coroneles más fieles,  para perpetuar el totalitarismo con un sistema neocastrista de capitalismo de Estado. Esa claque político-militar-empresarial ya se afila los dientes para cuando se levante el embargo norteamericano.

Pero a nadie en el mundo le importa que de hecho los militares  sean dueños de vida y hacienda en Cuba.  Al compás del “deshielo” Washington-La Habana asistimos al coqueteo con la dictadura a ver quién le hace más gracia.

En tanto, los  Castro, como el Lobo Feroz del cuento clásico, se visten de bondadosa abuelita y engañan a la Caperucita. Pero ¿quién es la Caperucita?, ¿Estados Unidos?, ¿el pueblo de Cuba?, ¿o ambos? Usted tiene la palabra, querido lector.

Roberto Alvarez Quiñones

 

 

 

 

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About the Author

Roberto Álvarez Quiñones (Cuba). Periodista, economista, profesor e historiador. Escribe para medios hispanos de Estados Unidos, España y Latinoamérica. Autor de siete libros de temas económicos, históricos y sociales, editados en Cuba, México, Venezuela y EE.UU (“Estampas Medievales Cubanas”, 2010). Fue durante 12 años editor y columnista del diario “La Opinión” de Los Angeles. Analista económico de Telemundo (TV) de 2002 a 2009. Fue profesor de Periodismo en la Universidad de La Habana, y de Historia de las Doctrinas Económicas en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI). Ha impartido cursos y conferencias en países de Europa y de Latinoamérica. Trabajó en el diario “Granma” como columnista económico y cronista histórico. Fue comentarista económico en la TV Cubana. En los años 60 trabajó en el Banco Central de Cuba y el Ministerio del Comercio Exterior. Ha obtenido 11 premios de Periodismo. Reside en Los Angeles, California.

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