Literatura. Política. Historia. Crítica.
Por Carlos Penelas.
Recientemente he leído un artículo de Juan Serna Martín. Intelectual español de fuste, luchador antinuclear, precursor de la agricultura ecológica, entre otras facetas. En esta oportunidad es un comentario que se titula: El espíritu cainita de la izquierda española. Fue publicado en Propronews, medio del cual tengo el privilegio de ser colaborador. Una crónica que considero necesaria y, naturalmente, comparto. Por su lucidez, su claridad y porque por estas tierras el peronismo —en su nueva etapa denominado kirchnerismo— tiene relación con la ignorancia, la estupidez, el embuste, la corrupción y el delirio. Son primos hermanos de Podemos. No agreguemos, es claro.
Hace un tiempo, cenando en la casa de un amigo, uno de los invitados —hombre de trascendente trayectoria en el justicialismo, un abogado de unos 85 años— señaló en un momento que “el peronismo es una cuestión de fe”. Ahí fue cuando le pregunté: “¿Cómo en la religión? Se cree o no. ¿Creemos o no en la virginidad de María?”. “Es así, querido amigo, es así”, respondió sin vacilar. Y continuó con anécdotas tercermundistas y la edad de oro del proletariado. Sin nombrar las vinchas ni los bombos ni las cachiporras. Y mucho menos la Carta del Lavoro. Educado el caballero.
Mi padre y mis hermanos mayores nombraban a grandes poetas españoles o italianos, creadores o pensadores que fueron perseguidos, fusilados, encarcelados. Del exilio, de miles de hombres y mujeres que debieron exiliarse por razones políticas o por hambruna. No deseo repetirme, lo escribí, lo hablé en cursos, en entrevistas. Formé parte de diversas comisiones de homenajes de muchos de ellos.
Pero también, lo recuerdo bien, se nombraba a seres olvidados por pertenecer a otra ideología, a otra forma de ver. Qué duda cabe que el fusilamiento de García Lorca fue una canallada, un horror y un símbolo de la brutalidad y la enajenación de lo peor de la derecha, del clero, de la burguesía reaccionaria. Pero también se hablaba, y se lo leía, a Wenceslao Fernández Flórez. Y me llegaban los nombres de Ramiro de Maeztu, Manuel Machado, Ignacio Zuloaga, Gregorio Marañón, Gerardo Diego. Hoy vamos a recordar a uno de los nombrados, autor que no es de mi preferencia, pero eso no importa. Nos referimos a Pedro Muñoz Seca.
Muñoz Seca perteneció a la Generación del 14 o Novecentismo. Para Sainz de Robles era el «fénix de los ingenios del siglo XX». El gran don Ramón del Valle-Inclán lo definió de esta forma: «Quítenle al teatro de Muñoz Seca el humor; desnúdenle de caricatura, arrebátenle su ingenio satírico y facilidad para la parodia, y seguirán ante un monumental autor de teatro».
Escribió sátiras contra la República, fue monárquico y católico. Se burlaba del comunismo y de las teorías sobre la igualdad. Colaboraron con él, entre otros, Enrique García Álvarez, Azorín, Enrique García Velloso…
Cuando se inició la Guerra Civil Española estaba con su esposa en Barcelona por el estreno de La tonta del rizo, que tuvo lugar la noche anterior al estallido. Fue detenido por milicias anarcosindicalistas que dominaban la ciudad condal, en la casa de un actor que le había aconsejado abandonar el hotel en el cual se había alojado. Fue trasladado a Madrid y encarcelado en la recién creada cárcel de San Antón (establecida en esos mismos días en el antiguo Convento de San Antón); su esposa fue puesta en libertad, ya que era ciudadana cubana. Fue fusilado el 28 de noviembre de 1936.
Vamos a reiterar la anécdota que pasará a la historia. Son sus últimas palabras.
Podréis quitarme la cartera, podréis quitarme las monedas que llevo encima, podréis quitarme el reloj de mi muñeca y las llaves que llevo en el bolsillo, podéis quitarme hasta la vida; sólo hay una cosa que no podréis quitarme, por mucho empeño que pongáis: el miedo que tengo.
Sabemos que fueron momentos difíciles, tensos, violentos. Sin racionalidad, como en un acto religioso, como la religión, como un fanático religioso. Pero veamos, es sumamente interesante, un documento que se publicará años después de su muerte.
…una vez llegados a Paracuellos, donde los vecinos han sido reclutados como sepultureros por la fuerza, son ejecutados al pie de las fosas. Una maquinaria bien engrasada que se prolongará durante casi un mes salvo un período de excepción: el del nombramiento del anarquista Melchor Rodríguez como responsable de Prisiones. El dirigente ácrata consigue poner fin a la masacre durante unos días, entre el 9 y el 24 de noviembre. Pero las presiones ejercidas llevan a su cese y a retomar las matanzas. La sombra del Partido Comunista se va perfilando cada vez más en las decisiones.
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