La Revolución bolchevique. Cien años de un experimento letal

Política. Historia. Crítica.
Por Roberto Álvarez Quiñones…

Milicianos rusos entrenando con sus armas. Wikimedia Commons.

Así como los cubanos nunca supieron en octubre de 1962 lo cerca que estuvo Cuba de ser borrada del mapa por un infierno atómico alentado por Fidel Castro, tampoco supieron, o muy pocos saben aún,  que realmente fueron los soldados zaristas sublevados, sin sus oficiales, los que llevaron al poder a Lenin y los líderes bolcheviques.

Por estos días, el 7 (25 de octubre en el calendario gregoriano), se cumplen 100 años de aquel acontecimiento que de una forma u otra marcó la historia del siglo XX, pues se aplicó por la fuerza el experimento social contranatura  diseñado por Karl Marx, que dio a luz el primer Estado comunista en la historia.

Alexander Kerensky por S.A. Mako (1923). Wikimedia Commons.

Pero antes de echar un vistazo a aquellos acontecimientos, lo primero es preguntarse con desideologizada franqueza si luego de que los soldados y sargentos zaristas, cansados de la Primera Guerra Mundial  (I GM) que los hambreaba y diezmaba,  se alzaron contra sus oficiales, destituyeron al zar y establecieron en  febrero de 1917 la primera república de toda la historia rusa, encabezada por el abogado antizarista  Alexander Kerenski,  era  necesario que los bolcheviques  llegaran al poder para arrasarlo todo, e implantaran el terror rojo, el hambre y el atraso en la sociedad rusa con su “dictadura del proletariado”.

No era necesario. Con el zar Nicolás II ya destituido y confinado con su familia  bien lejos de Petrogrado  y de Moscú, el nuevo régimen republicano, de no haber cometido tantos errores garrafales,  habría podido emprender el camino de Rusia hacia la modernidad, con libertades democráticas y economía de mercado.

Eso fue lo que hicieron las naciones de Europa Occidental, algunas devastadas y tan pobres como Rusia al terminar la I Guerra Mundial (I GM).  Lejos de hacer lo mismo que los bolcheviques, prefirieron la evolución civilizada a la revolución iconoclasta que arrasa con todo a su paso, desangra  y pone la sociedad patas arriba. Los europeos occidentales continuaron con sus gobiernos “burgueses” y “pequeñoburgueses”, y  la economía de mercado.

A lo largo de los últimos 400 años, salvo las revoluciones burguesas y liberales de  los siglos XVI y XIX (y no todas tampoco), las revoluciones sociales han sido inútiles: la gente no vive mejor luego de una revolución, sino igual, o peor que antes (casi siempre), pese a los ríos de sangre que causan. Pero ese tema queda para un análisis posterior.

Lo cierto es que sin revoluciones traumáticas en los países de Europa Occidental luego de  la I GM se cumplieron en breve tiempo todas las exigencias que hacían en Rusia los hambreados trabajadores y campesinos rusos en 1917:   mejores condiciones de trabajo, aumento de salario, jornada de 8 horas, fin de los abusos de la patronal, seguro por enfermedad, descanso retribuido, etc.

Además se edificaron Estados de derecho con separación de poderes a lo Montesquieu, libertades democráticas modernas,  y  le dieron al mundo la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y  otras ventajas sociales  imposibles de obtener en la Rusia revolucionaria y proletaria.

De izq. a der., Stalin, Lenin y Kalinin. Wikimedia Commons.

En cuanto a la Revolución de Octubre (así conocida en Cuba), el derrocamiento del zarismo y luego el asalto al Palacio de Invierno, para dar el golpe de Estado al Gobierno provisional de Kerenski,  no fue tanto obra de obreros y campesinos como de los soldados zaristas, enardecidos por las arengas bolcheviques. Querían paz con Alemania, no la guerra. Los soldados se rebelaron  primero contra el zar Nicolás Romanov,  y luego contra el Gobierno de Kerenski y auparon a los políticos comunistas que  les prometieron sacar al país de la guerra y darles una vida mejor si tomaban el poder todos juntos.

El 18 de febrero de 1917, en Petrogrado (en 1914, Nicolás II cambió el nombre de San Petersburgo, de origen alemán  por el de Petrograd, palabra rusa), empezaron  las manifestaciones masivas que exigían sacar a Rusia de la I GM.  Nueve días después la mayor parte de la guarnición militar de Petrogrado se pasó a los sublevados. Sin sus oficiales, ocuparon el Palacio Táuride e instalaron allí al Sóviet de Diputados Obreros y Soldados.  El 15 de marzo el zar tuvo que abdicar.

Con el zar Nicolás II preso, se formó el primer Gobierno republicano, pero de crisis en crisis. En julio Kerenski (coterráneo de Lenin, ambos de Simbirsk) asumió la jefatura del gobierno, una alianza de liberales y socialistas no comunistas.  Pero cometió el gravísimo error de no sacar a Rusia de la  Guerra Mundial, pese a las derrotas constantes ante Alemania que estaban devastando al pueblo ruso.

El mismo error que cometió Batista

Kerenski cometió otro error grave. Sus asesores le recomendaron que encarcelara a Lenin y demás líderes bolcheviques, que con la consigna de “Todo el poder a los soviets” arengaban en las calles  a rebelarse contra el  Gobierno provisional republicano.

Fulgencio Batista en Washington en 1938. Harris & Ewing collection at the Library of Congress. Public domain.

No lo hizo. Alegó que no iba a meter en prisión a nadie por sus ideas políticas. Subestimó a Lenin y a los bolcheviques, confiado en que en esos momentos aún la mayoría de los soldados y los obreros apoyaban suGobierno. Salvando las diferencias de contexto el mismo error lo cometió Fulgencio Batista 38 años después al sacar de la cárcel  a Fidel Castro. Subestimó fatalmente al  ex pandillero universitario.

No sacar a Rusia de la guerra  fue el argumento principal utilizado por Lenin y los bolcheviques para tomar con los ex soldados monárquicos el Palacio de Invierno y derrocar a Kerenski.

Obviamente la enervante propaganda  bolchevique capitalizó  la frustración y el profundo rechazo del pueblo ruso a la guerra que estaba acabando con Rusia. Soldados, obreros y campesinos sabían que aún en el caso muy improbable de una victoria militar rusa ninguno de ellos iba a obtener beneficio alguno. A eso se sumaban los abusos, el hambre y la explotación  sufridos a causa del zarismo.

Pero el  asalto al Palacio de Invierno no fue tan glorioso ni tan heroico como lo dibujaba la propaganda soviética, y lo sigue pintando la castrista.  El 7 de noviembre (25 de octubre)  dos anillos de soldados rodearon el Palacio de Invierno y presentaron un ultimátum de rendición al Gobierno, mientras los marinos ocupaban el Almirantazgo y arrestaban a la plana mayor de la Marina de Guerra rusa, y tropas del Regimiento Pávloski  tomaban el edificio del Estado Mayor del Ejército.

Casi a la medianoche el batallón  de soldados y los cientos de cosacos  que defendían  el  palacio se rindieron en masa y abandonaron el Palacio de Invierno. Y fue así, con el palacio ya vacío,  que los atacantes entraron por las ventanas y puertas abiertas del palacio.  No hubo resistencia porque los ministros que quedaban dentro del palacio dieron a sus custodios  orden de no disparar. Poco después de rendirse, a las 2:00 a.m. del 8 de noviembre, los ministros fueron detenidos. Kerenski logró huir y meses después llegó a Europa Occidental.

Implantados el terror y el hambre

Simultáneamente, en el Congreso de los Soviets de diputados obreros, campesinos y soldados, Lenin proclamaba el poder soviético y se convertía en Presidente del “Gobierno de los Comisarios del Pueblo”.

Figura de cera de Vladimir Ilich Lenin. Public domain.

Tomado ya el Gobierno, y con León Trotski  como  ”Comisario  del Pueblo para la Guerra”, Lenin y los bolcheviques comenzaron a ejecutar masivamente, sin juicio previo,  a “burgueses”, clérigos, “kulaks” (ricos terratenientes fusilados luego de ser expropiados) y decenas de miles de opositores políticos.  Se repetía el  episodio sanguinolento  de la Revolución Francesa.

El flamante régimen marxista suprimió de cuajo las libertades individuales, la propiedad privada y decretó la colectivización forzosa de la tierra, o su estatización. De inmediato se desplomó  la producción de alimentos y  una hambruna dramática mató a millones de personas.

 

(segunda  parte:   La  ‘crisis del capitalismo’…al revés)

Luego de  implantado el poder soviético en noviembre de 1917, Lenin ordenó la ejecución del zar y de toda la familia Romanov para eliminar toda posibilidad de una  futura instauración de una monarquía constitucional como en Inglaterra, luego de la decapitación del rey Carlos I en 1649, que vino la restauración con su hijo Carlos II, en 1660; o en Francia, que Luis XVI fue decapitado, pero en 1814 asumió el trono su hermano Luis XVIII y se produjo la Restauración Borbónica.

En la madrugada del 16 al 17 de julio de 1918, Nicolás II, la zarina Alexandra, su hijo de 13 años, sus cuatro hijas (tres de ellas adolescentes), el médico de la familia, un criado personal, la camarera de la emperatriz y hasta el cocinero de la familia,  fueron  llevados al sótano de la casa de Ekaterimburgo en la que estaban prisioneros y allí sorpresivamente fueron acribillados a balazos, sin juicio previo.  Nicolás II resultó ser el último monarca de la dinastía Romanov, iniciada en 1613, la segunda más antigua de Europa luego de los Grimaldi de Mónaco, desde 1297, que sigue vigente.

Ya por entonces estaba al rojo vivo la guerra civil (1918-1922) entre el nuevo Gobierno bolchevique con su Ejército Rojo,  dirigido por Trotski, contra  los militares anticomunistas del ejército zarista y los opositores al bolchevismo, y que causó siete millones de muertos.

También Rusia era estremecida por el “terror rojo” (así llamado en alusión a las últimas seis semanas de la Revolución Francesa).  Para citar solo un caso, el 16 de marzo de 1919  la Checa (policía política) irrumpió en la fábrica Putílov, para desbaratar una huelga. Detuvieron a 900 obreros huelguistas y fusilaron a 200 de ellos, sin juicio alguno.

NEP: “socialismo de mercado”  leninista

Lenin se dio cuenta de que la hambruna era causada por la colectivización forzosa de las tierras. En 1920 la superficie sembrada había disminuido en un 33 % y se cosechaba menos de la mitad que en 1913. El líder bolchevique hizo suyo un programa de corte capitalista diseñado por Nikolai Bujarin (ejecutado luego por Stalin) y explicó que se trataba de “dar un paso atrás para luego dar dos pasos hacia adelante”. Y en 1921  lanzó la Nueva Política Económica  (NEP en ruso).

Se permitieron  los pequeños y medianos negocios privados y se les dejó a los campesinos la tierra para que la trabajaran y vendieran sus cosechas en el mercado luego de pagar un impuesto. O sea, se aplicó el “socialismo de mercado”  que luego  fue imitado en China y Vietnam, y que Raúl Castro se niega a hacer en Cuba. La producción agrícola se disparó. Se acabó el hambre y la gente mejoró algo su nivel de vida.  El Partido Comunista consolidó su poder político.

Ese poder creció exponencialmente a partir del 29 de diciembre de 1922, cuando  representantes del Gobierno ruso y los de  Ucrania, la República de Transcaucasia y de Bielorrusia, crearon la Unión Soviética. Luego  Moscú fue agregando repúblicas hasta llegar a 15, muchas por la fuerza. Por ejemplo invadió Estonia, Letonia y Lituania en 1940.

URSS, continuadora del imperio zarista

Lo que hizo Moscú fue formalizar con carácter comunista el  antiguo imperio  zarista, iniciado por Iván el Terrible, primer zar ruso (zar en ruso significa César), en el siglo XVI, y ampliado por Pedro el Grande en el siglo XVIII.  Aquel imperio a fines del siglo XIX  abarcaba 22.8 millones de kilómetros cuadrados. Al desintegrarse la URSS el imperio comunista tenía 22.4 millones de kms2,  una superficie superior a todo el continente americano (16.4 millones de kms2) o exactamente el doble de Africa (11. 5 millones de kms2).

Lenin cayó enfermo  meses después de implantada la NEP, nunca se aclaró si de sífilis o de arterioesclerosis  cerebral.  Pero se mantenía al tanto del “terror rojo”. A principios de 1922 en una reunión del Buró Político del partido sentenció:Mientras más representantes del clero reaccionario y de la burguesía reaccionaria fusilemos, mejor”. Cualquier similitud con la “fría máquina de matar” del Che Guevara no es pura coincidencia.

A propósito, la gravedad de Lenin la pude apreciar en una foto que jamás se publicó mientras existió la Unión Soviética. En 1980  visité  la residencia en la que dentro del Kremlin vivía Lenin con su esposa Nadiezhda Krupskaya, y vi encima de la cómoda  de la habitación matrimonial un pequeño portarretrato con una foto impresionante: Lenin sentado en una silla de ruedas con la mirada medio perdida,  muy demacrado, con una manta sobre las piernas y una mano engarrotada. Poco después vi su cuerpo embalsamado en el mausoleo de la Plaza Roja y sorpresivamente  lo encontré mucho mejor que como estaba en la foto.

Lenin murió en 1924 y, cuatro años después, Stalin puso fin a la NEP,  restableció  la colectivización de la tierra (hasta un 90% de toda la agricultura), suprimió  toda propiedad privada, y sumergió a la nación en uno de los peores períodos de terror y hambre de la historia humana.  En solo 9 años (1928-1937) murieron de hambre 12 millones de personas, según investigadores  rusos y extranjeros.

En 1960, Olga Shatunovskaya, dirigente del Partido Comunista de la URSS,  presentó un informe en una reunión presidida por Nikita Jruschov,  y precisó:   “Desde el 1 de enero de 1935 al 22 de junio de 1941, un total de 19.840,000 enemigos del pueblo fueron arrestados, de ellos siete millones fueron fusilados en prisión y la mayoría del resto murió en las prisiones”.

Aquel horror  fue plasmado por Alexander Solzhenitsin en Un día de Ivan Desinovich, un libro que  asombrosamente fue  publicado en Cuba en 1967, y que yo pude comprar  antes de que fuera retirado de las librerías. En total, sumadas  las víctimas del bolchevismo, la guerra civil, y del estalinismo, murieron más de 30 millones de personas en la URSS a causa del “socialismo científico”.

El  “campo socialista”

Tras la II Guerra Mundial el Kremlin impuso el comunismo en toda Europa del Este, en muy poco tiempo se extendió a Asia, China, Vietnam (que se encargó de imponerlo en Cambodia)  y en Corea del Norte, donde el propio Stalin colocó en el poder a Kim Il Sung. Una década después llegó a las Américas. Fidel Castro sumó a Cuba para poder mantenerse en el poder con dinero de Moscú, que hasta cohetes nucleares colocó en la isla.

En total se creó un “Campo Socialista” marxista-leninista-estalinista-maoísta de 35 países de tres continentes, si contamos por separados los 15 países que formaban parte de la URSS y los seis de Yugoslavia.

Pues  bien,  según plasmaron los investigadores (las mayoría de ellos de izquierda) en el Libro negro del comunismo el sistema diseñado por Marx y aplicado con exactitud satánica por tantos discípulos suyos en esas 35 naciones, causó la muerte a por lo menos 100 millones de seres humanos, de ellos 65 millones solamente en China y la cuarta parte de la población total de Cambodia.

La  “crisis general del capitalismo al revés

No obstante, los “académicos” soviéticos y los cubanos hablaban de “la crisis general del capitalismo” y pronosticaban el advenimiento inevitable e inexorable del socialismo  en todo el planeta. Millones de incautos en todo el mundo se lo creyeron.

Tuvieron que sufrir cientos de millones de personas más de 70 años de engaño y autoengaño, el desperdicio colosal de mano de obra y de recursos,  y de genocidios, cárcel  y trabajo forzado para que finalmente se impusiera el axioma enunciado por el economista austríaco Ludwig von Mises: “El socialismo suprime la racionalidad económica y con ella  la economía misma”.

En fin,  luego de estar en el laboratorio 74 años, el experimento marxista-leninista, además de sangriento y desgarrador  para el pueblo ruso y todo el “campo socialista”,  resultó definitivamente inútil y fue tirado a la basura.  Hubo que regresar al punto de partida capitalista,  pero con un atraso colosal en todo. Rusia, lejos de convertirse en la primera potencia económica europea como le correspondía con sus 140 millones de habitantes,  se quedó a años luz de las naciones de Europa Occidental.

Los propios rusos se asombraron, cuando al perder Rusia (en 1991) sus 14 colonias, descubrieron  que su país  no era una potencia económica como ellos creían, sino que la economía rusa (Producto Interno Bruto, PIB)  era más pequeña que la de Brasil y México, y tres veces inferior a la de la India.

Rusia  logró tener cohetes intercontinentales nucleares y naves espaciales porque la URSS colonialista dedicaba el 17 % de su PIB a la esfera militar, mientras el promedio mundial era de 1.1 % en 1990, y de un 5 % en EE.UU., según la organización Rand. Pero Rusia era y sigue siendo básicamente un exportador de materias primas, carece de tecnología moderna y es clasificada internacionalmente como un “mercado emergente” como Chile,   Sudáfrica, o Tailandia.

La crisis general del capitalismo se produjo al revés, fue el experimento social contrario a la naturaleza  humana,  impuesto hace 100 años por los bolcheviques,  el que desapareció, dejando un trágico rastro de sangre, dolor y atraso social. Triste aniversario este.

 

 

 

©Roberto Álvarez Quiñones. All Rights Reserved

 

 

About the Author

Roberto Álvarez Quiñones (Cuba). Periodista, economista, profesor e historiador. Escribe para medios hispanos de Estados Unidos, España y Latinoamérica. Autor de siete libros de temas económicos, históricos y sociales, editados en Cuba, México, Venezuela y EE.UU (“Estampas Medievales Cubanas”, 2010). Fue durante 12 años editor y columnista del diario “La Opinión” de Los Angeles. Analista económico de Telemundo (TV) de 2002 a 2009. Fue profesor de Periodismo en la Universidad de La Habana, y de Historia de las Doctrinas Económicas en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI). Ha impartido cursos y conferencias en países de Europa y de Latinoamérica. Trabajó en el diario “Granma” como columnista económico y cronista histórico. Fue comentarista económico en la TV Cubana. En los años 60 trabajó en el Banco Central de Cuba y el Ministerio del Comercio Exterior. Ha obtenido 11 premios de Periodismo. Reside en Los Angeles, California.

2 Comments on "La Revolución bolchevique. Cien años de un experimento letal"

  1. carlos penelas 10/11/2017 at 4:11 pm · Responder

    Me interesó sumamente el artículo de Álvarez Quiñones. Sugiero que se lea La revolución desconocida de Volin. Un trabajo enorme, lúcido, fundamental, para comprender el engaño, el terror, la fría máquina de matar. Es terrible el desamparo y la ignorancia que todavía se sostiene el el mundo. Con el populismo, la demagogia, los relatos, la corrupción y las banderas de libertad. Abrazo,

    Carlos Penelas

    • Manuel Gayol Mecias 15/09/2018 at 10:37 am · Responder

      Gracias por el comentario, que ha sido pasado al analista Roberto Álvarez Quiñones.

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