Literatura. Crítica.
Por Waldo González López…
Presentado por el narrador y poeta Félix Luis Viera en la tercera edición del Festival Vista de Arte y Literatura Independiente (realizado en Miami, entre el 10 y el 13 del pasado diciembre), el volumen La fiesta de Florinda y otros relatos constituye un indudable aporte a la narrativa cubana del exilio, en especial la escrita por mujeres, en tanto se suma al ya visible conjunto de autoras de cuentos residentes fuera de Cuba.
Ciertamente, con su libro recién publicado por Neo Club Ediciones, las guantanameras Rebeca Ulloa (1949), Usamat Hamud (1951) y Lourdes Canellas Hamud (1974) contribuyen al sólido movimiento de narradoras cubanoamericanas del exilio, integrado —entre otras de varias promociones— por Hilda Perera, Amelia del Castillo, Nivaria Tejera, Belkis Cuza Malé, Olga Connor, Rita Geada, Mireya Robles, Achy Obejas, Mayra Montero, Ruth Behar, Sonia Rivera-Valdés, Maricel Mayor Marsán, Uva de Aragón, Cristina García, Teresa Dovalpage, María Elena Cruz Varela, Daína Chaviano, Marlene Moleón, Chely Lima y Fabiola Santiago, residentes en Miami y otras ciudades estadounidenses.
Tras la acuciosa lectura del volumen, no dudo que se sientan satisfechas las tres narradoras guantanameras, pues entregan al lector un certero haz de 16 cuentos, cuyas más visibles características formales son: la concisión y el logrado manejo de la fábula, el realismo y el humor, como asimismo, de algún modo coinciden en los tópicos contenidísticos, donde —a partir del tema convocado: La Isla Prisión o el Gulag Caribeño—, cada una con su peculiar impronta, logran la anhelada unidad desde temáticas próximas, mas no idénticas, como tampoco son los mismos conflictos, locaciones, personajes y presupuestos estéticos abordados en los relatos, caracterizados por el empleo de un recurso empleado en el cuento desde el siglo XIX, utilizado por su funcionalidad: el final inesperado, como otros no menos valiosos del posmodernismo.
Se trata, en suma, de una hábil muestra de tópicos que identifican, desde cinco décadas atrás, la (ir)realidad de aquel ámbito carente de libertad y de los más elementales derechos humanos, pues son violados cotidianamente.
Para decirlo con las palabras de Carmina Pellitero, suscritas en la nota de contracubierta:
Estos […] cuentos […] no necesitan más para hacer recordar, reflexionar, revivir, diferentes sentimientos […] «La afortunada Sunilda» o «La misión de Aymara», hacen revivir la vida de amenazas, represión y abusos, de tener que enfrentar diariamente las necesidades más elementales, que llevó a la juventud cubana a la pérdida de la ética, la cordura y la moral.
O, para expresarlo en la propia voz de una de las narradoras, Rebeca Ulloa, quien confiesa en «Una presentación necesaria»:
Son historias que tienen un acercamiento verídico a la realidad que cada una de nosotras ha vivido y, por supuesto, tocadas por el imaginario individualmente […]. Las teníamos guardadas y nos daban vueltas una y otra vez, y sabíamos que no nos dejarían tranquilas hasta que no fueran contadas debidamente y ofrecidas como testimonios de una época que compartimos y de experiencias muy particulares.
Otra peculiaridad de estas piezas es la forma en que sus autoras fueron armando su original libro: radicadas dos de ellas (Lourdes y Usamat) en España y la también prologuista (Rebeca) en Miami, finalmente, lograron (en una suerte de taller literario por Internet) concretar y publicar su esfuerzo de un año y más de intercambios («los cuentos iban de aquí para allá, y de allá para acá vía e-mail»).
En tal sentido, la propia Rebeca añade:
Los relatos, en su mayoría, o se desarrollan en Cuba o parten de Cuba. ¿Cómo escribir ajenas al sitio donde hemos nacido? ¿Cómo evitar ese karma de haber vivido y padecido el surrealismo de la Isla caribeña del último medio siglo? Pero también los personajes viajan en los recuerdos más cercanos de las autoras. Y ahí esta entonces Madrid para ellas, donde viven; y Colombia y Miami para mí, donde he vivido y resido en la actualidad.
Mas, la distancia no mermaría la calidad de sus ficciones… ¿o testimonios?, ya que el realismo de sus historias se impone a tal punto que —para quienes sufrimos las peripecias contadas para sobrevivir en la hoy destruida Cuba— resultan tan convincentes como las increíbles pero ciertas experiencias que todos los que padecimos el maldito castrismo sufrimos y no olvidaremos jamás, aunque residamos en países de libertad, donde en ocasiones, como el peor trauma, nos salta en el pecho «el Fidel Castro que todos llevamos dentro», tal diría el recordado dramaturgo, narrador y artista plástico fallecido en el exilio René Ariza (conocido por el crítico en La Habana de los ‘60s, tras merecer el Premio Uneac de teatro, por La vuelta a la manzana), como bien recuerda mi colega Juan Manuel Cao en su magnífico testimonio El Impertinente, publicado, en su Colección Temas de Hoy, por la Editorial Planeta mexicana en 2014.
Harto difíciles fueron las existencias de disímiles personajes reales: jóvenes que, con sus anhelos y fracasos, sueños y frustraciones, en suma: tantas criaturas castradas por el castrante y maldito castrismo son expuestas en el volumen, donde el lector se identificará con las verídicas y comprobables historias de Florinda, La Tata, Eyder, Aymara, Susana y La Baronesa, como las de Eddy, Lino, Carmita, tal asimismo las de Alicia, Juan Carlos, Luisa Martha, Alberto, El Moro, Josefina, Bobby y, por supuesto, Raquel, quien —¿acaso alter ego de Rebeca?— confiesa su actividad cotidiana en Facebook, ya que algunos de estos personajes viven en «Miami, ciudad de encuentros y desencuentros» («Verano de amor», de Rebeca).
Asimismo, aparecen otros graves problemas surgidos décadas atrás, a causa de la miseria, las imposiciones del régimen, el estatismo económico, el desinterés de las carencias elementales del pueblo, la exportación de guerrillas a América Latina y África, la ausencia de ética y, en consecuencia, el pésimo comportamiento social, la vulgaridad y el mal gusto como botones de muestras («La terminal», de Lourdes) y la envidia al que vive mejor porque recibe dólares de la familia («Cambio de zapatos», de Usamat).
Del propio modo, se abordan con eficacia las tristemente recordadas UMAP, creadas cuatro décadas atrás, cuando impusieron los desmanes contra los religiosos, los melenudos y, por supuesto, todos los que el machismo castrista suponían homosexuales («Sin fresa ni chocolate», de Usamat), el lesbianismo y la traición entre amigas («La misión de Aymara», de Lourdes).
Igualmente, se reflejan otras aristas generadas por el frustrado socialismo, tales: la promiscuidad entre estudiantes («La afortunada Sunilda», de Lourdes) y el criticado comportamiento escritores, como los encuentros celebrados en la casona de una célebre señora, hija de una figura literaria («La fiesta de Florinda», de Lourdes), entre otros temas, todos de valía por su eficaz narración.
En fin, estas criaturas tan reales como su propia existencia, le harán recordar sus propias vivencias al lector, quien, una vez iniciada la lectura del libro, no lo podrá abandonar: tal es el verismo y la calidad de las narraciones incluidas en La fiesta de Florinda y otros relatos.
[Este trabajo el autor lo envió especialmente para Palabra Abierta]
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