Literatura. Crónica.
Por Mario Blanco.
El título indiscutiblemente que lleva nuestra memoria a aquel juego infantil, que la gran mayoría de nosotros disfrutamos en esa etapa bella de la vida que es la infancia, y hoy todavía los pequeños lo juegan, aquí se llama en francés, cache, cache, así como: escondite; escóndete, escóndete, pero no es ese el caso de este breve ensayo.
Conversaba con un viejo amigo que hoy se encuentra en Miami, y se me quejaba de algunas amistades, incluso comunes, que no le atendían sus llamadas o no le respondían sus mensajes y correos electrónicos. Me comentaba, caramba, tan amigos que éramos en el preuniversitario donde a diario nos veíamos, jugábamos baloncesto, íbamos a fiestas, en fin, estábamos en contacto diario, y ahora que tanta necesidad tenemos en la vejez de intercambiar con esas personas, algunas me soslayan. Tú eres de los pocos que siempre me contestas y respondes, me dijo.
Y sí, le respondí al amigo que así era, y no para consolarlo sino en realidad le dije, a mí me sucede lo mismo con algunos familiares y amigos, y desde luego que sé de ese disgusto, pues no nos quedan ya muchos años para mantener una plática coherente, y desde luego en la jubilación donde abunda el tiempo como las hojas secas en el otoño, pues constituye un gran aliciente tener esa recompensa, y decirles quiero que, noto ciertas paradojas repetitivas en la conversación con mi amigo, y repite algunos temas que ya hemos tratado, y cuando toma la palabra me resulta difícil interaccionar con él, pues al parecer tiene la necesidad de desahogarse y algunas veces es casi un monólogo, lo reconozco, pero me doy cuenta de su ansiedad y su necesidad espiritual, y si bien no me llama todos los días, cada semana que noto no me ha llamado, le doy una telefoneada en aras de consolarlo.
Y no crean, en lo personal comienzo a apreciar que algunos amigos y familiares también olvidan lo maravilloso que es de hacerle una llamada a un anciano, que en la lobreguez de su mucho tiempo, padece algo de soledad a pesar de tener una vida prácticamente normal y no estar alojado en un asilo, lo que sucedió hace no mucho con otro de nuestros amigos en Cuba, y desde luego por su actuar en la vida ha debido acudir a un llamado aquí, Home, o lugar donde recalan las personas mayores desamparadas, y resulta para ellos desde un costado positivo, ya que allí hacen nuevos amigos y sobre todo son contemporáneos, o sea con características similares donde me imagino hay mucha comprensión, pero por otra parte la soledad o lejanía de la familia y las amistades que se fueron creando durante el fragor de la batalla que constituye la vida, también les hace falta, y lamentablemente quedan lejos.
Conclusión, amigos, que la comunicación en la vejez sea con jóvenes o con las viejas amistades y familiares, es tan necesaria como el mendrugo alimenticio que nos llevamos a la boca. En lo personal también lo padezco y desde luego que tenemos nuestras preferencias, y cuando alguna me falla, realmente me deja un sabor amargo, ligado a algo de desilusión. Pero también tenemos que respetar el tiempo de los demás y lógicamente sus también preferencias, que no siempre coinciden con las nuestras, así que, seamos pacientes y comprensivos, pero también démonos a nuestro lugar, y cuando no haya correspondencia, pues nada, se acabó, como se acaba la vida, como a veces se acaba la amistad cuando entra en el silencio.
[20/03/2022]
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