Jugando al escondido

Written by on 22/04/2022 in Cronica, Literatura - No comments
Literatura. Crónica.
Por Mario Blanco.

El título indiscutiblemente que lleva nuestra memoria a aquel juego infantil, que la gran mayoría de nosotros disfrutamos en esa etapa bella de la vida que es la infancia, y hoy todavía los pequeños lo juegan, aquí se llama en francés, cache, cache, así como: escondite; escóndete, escóndete, pero no es ese el caso de este breve ensayo.

Conversaba con un viejo amigo que hoy se encuentra en Miami, y se me quejaba de algunas amistades, incluso comunes, que no le atendían sus llamadas o no le respondían sus mensajes y correos electrónicos. Me comentaba, caramba, tan amigos que éramos en el preuniversitario donde a diario nos veíamos, jugábamos baloncesto, íbamos a fiestas, en fin, estábamos en contacto diario, y ahora que tanta necesidad tenemos en la vejez de intercambiar con esas personas, algunas me soslayan. Tú eres de los pocos que siempre me contestas y respondes, me dijo.

Y sí, le respondí al amigo que así era, y no para consolarlo sino en realidad le dije, a mí me sucede lo mismo con algunos familiares y amigos, y desde luego que sé de ese disgusto, pues no nos quedan ya muchos años para mantener una plática coherente, y desde luego en la jubilación donde abunda el tiempo como las hojas secas en el otoño, pues constituye un gran aliciente tener esa recompensa, y decirles quiero que, noto ciertas paradojas repetitivas en la conversación con mi amigo, y repite algunos temas que ya hemos tratado, y cuando toma la palabra me resulta difícil interaccionar con él, pues al parecer tiene la necesidad de desahogarse y algunas veces es casi un monólogo, lo reconozco, pero me doy cuenta de su ansiedad y su necesidad espiritual, y si bien no me llama todos los días, cada semana que noto no me ha llamado, le doy una telefoneada en aras de consolarlo.

Y no crean, en lo personal comienzo a apreciar que algunos amigos y familiares también olvidan lo maravilloso que es de hacerle una llamada a un anciano, que en la lobreguez de su mucho tiempo, padece algo de soledad a pesar de tener una vida prácticamente normal y no estar alojado en un asilo, lo que  sucedió hace no mucho con otro de nuestros amigos en Cuba, y desde luego por su actuar en la vida ha debido acudir a un llamado aquí, Home, o lugar donde recalan las personas mayores desamparadas, y resulta para ellos desde un costado positivo, ya que allí hacen nuevos amigos y sobre todo son contemporáneos, o sea con características similares donde me imagino hay mucha comprensión, pero por otra parte la soledad o lejanía de la familia y las amistades que se fueron creando durante el fragor de la batalla que constituye la vida, también les hace falta, y lamentablemente quedan lejos.

Conclusión, amigos, que la comunicación en la vejez sea con jóvenes o con las viejas amistades y familiares, es tan necesaria como el mendrugo alimenticio que nos llevamos a la boca. En lo personal también lo padezco y desde luego que tenemos nuestras preferencias, y cuando alguna me falla, realmente me deja un sabor amargo, ligado a algo de desilusión. Pero también tenemos que respetar el tiempo de los demás y lógicamente sus también preferencias, que no siempre coinciden con las nuestras, así que, seamos pacientes y comprensivos, pero también démonos a nuestro lugar, y cuando no haya correspondencia, pues nada, se acabó, como se acaba la vida, como a veces se acaba la amistad cuando entra en el silencio.

[20/03/2022]

 

 

 

 

 

©Mario Blanco. All Rights Reserved.

About the Author

Mario L. Blanco Blanco, Santiago de Cuba, 1949. Ingeniero naval. Estudió en la Politécnica de Gdansk, Polonia. Trabajó durante algunos años en el Mitrans, organismo central en la dirección de inversiones. Durante el período del 1986 al 1989 se desempeñó como Presidente del Poder Popular del municipio Plaza de la revolución en Ciudad de la Habana. Trabajó luego en el sector marítimo de la Pesca. Fue director de la empresa de Tintorerías y Lavanderías de Ciudad de la Habana. Reside en Montreal, Canadá, desde 1997.

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