Teatro. Crítica. In Memoriam.
Por Waldo González López.
Ante todo, comparto con los lectores esta nota, publicada por el Blog de la Fundación Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, a raíz del fallecimiento en París el pasado domingo del gran dramaturgo, notable poeta e importante narrador cubano José Triana:
El escritor cubano José Triana falleció ayer en un hospital de la ciudad de París, a los 87 años. Dramaturgo, novelista, cuentista y poeta, Triana es una figura mayor de las letras cubanas y una referencia indiscutible en la historia del teatro latinoamericano. Sus obras son el fruto de una aguda observación de la sociedad contemporánea. Él mismo definía a los personajes de su teatro como “hombres que por una u otra razón siempre están como al borde, marginados, nunca satisfechos ni de lo que han hecho ni de lo que hacen. Están en una orilla extraña dentro de la sociedad”.
José Triana recibió en 1965 el premio Casa de las Américas por su obra de teatro La noche de los asesinos, verdadero hito en la historia del teatro cubano que lo hizo famoso, mucho más allá de las fronteras de su suelo natal.La nota de arriba define —en apenas dos breves, pero contundentes párrafos— el alcance universal del dramaturgo, poeta y narrador José Triana, que este crítico teatral solo conocería en enero del 2012, durante el memorable Congreso Internacional de Dramaturgia y Artes Escénicas. Teoría y Práctica del Teatro Cubano del Exilio “Celebrando a Virgilio”, importante evento que, organizado y creado por el Maestro del teatro cubano de las dos orillas Matías Montes Huidobro, gracias a la invitación cursada por el asimismo historiador, ensayista, crítico, narrador y poeta, tras pocos meses de llegado aquí con mi esposa, la también escritora Mayra del Carmen Hernández Menéndez, y en el que participé con una ponencia sobre la dramaturgia de la también actriz, narradora y cantante cubana Cristina Rebull.
José Triana o el amor al teatro
Nacido en el camagüeyano poblado Hatuey en 1931, cuando tenía diez años su familia se traslada a Bayamo, donde se inicia en la poesía, una de sus inveteradas pasiones que nunca abandonaría.
Ya en plena juventud (1950), estudia Filosofía y Letras en la Universidad de Oriente, pero en 1952 un suceso ¿común? cambia su vida: lee el clásico poema “La isla en peso” (1942), de Virgilio Piñera, y retoma su primera pasión, para dar paso a la segunda: el teatro, en 1954, gracias a la asistencia que realiza en el montaje de Las criadas de Jean Genet, a cargo del icónico Francisco Morín, para su no menos definitorio Teatro Prometeo, puesta en la que participan las actrices Myriam Acevedo (quien luego interpretaría la Cuca en La noche de los asesinos), Ernestina Linares y Dulce Velasco, estreno que lo decide por la dramaturgia.
Viaja a España e ingresa en la Universidad de Madrid en 1955, pero no concluye sus estudios. Integra el Grupo Dido como actor (1956-1957) y, en Teatro Ep, es ayudante de escena en Teatro Ensayo (1958). En Madrid, escribe su primera pieza El Mayor General hablará de Teogonía y colabora con la revista habanera Ciclón —donde da conocer sus poemas iniciales que, en 1958, reunirá tal opera prima, el volumen que lo mostrará como poeta: De la madera del sueño—, dirigida por el mecenas y culto intelectual José Rodríguez Feo.
Entonces, cometerá un desliz, en el que incurrirán otros creadores de su generación, como miles de cubanos: cree en la falacia de “El Comandante sin batallas” Fidel Castro (quien aseguraría en su discurso de 1959 su traidora y fatal engañifa: “No soy comunista”), y regresa a la Isla en enero de ese año, cuando se emplea en la Compañía de Teléfonos, donde había trabajado antes de irse a la península.
Labora como actor y asesor de teatro en la Sala Prometeo y asesor literario del Consejo Nacional de Cultura, de la Editora Nacional de Cuba y del Instituto Cubano del Libro. En 1960, estrena El mayor general hablará de teogonía, que monta el también narrador David Camps, y Francisco Morín dirige en Prometeo su Medea ante el espejo, suspendida dos años más tarde cuando la reestrena el no menos singular Rubén Vigón. Estrena en 1961 una adaptación de Edipo rey, de Sófocles, y en 1964 una versión libre de La tía de Carlos, de Brandom Thomas, que enriquecen su prestigio.
Colabora con Ciclón, Lunes de Revolución, Revolución, Casa de las Américas, Unión, La Gaceta de Cuba y en las publicaciones parisienses Les Lettres Nouvelles y Cahiers Renaud Barrault.
Mas, al poco tiempo, devendrá uno de los significativos dramaturgos cubanos. En 1965, merece el entonces respetable Premio Casa de las Américas con su icónica obra y, a un tiempo, una de las señeras de la dramaturgia cubana, continental e internacional: La noche de los asesinos, estrenada en 1966 por el hoy desaparecido Teatro Estudio, bajo la brillante dirección del legendario realizador e intérprete Vicente Revuelta en una memorable puesta, entre las esenciales de la escena contemporánea de la Isla —que este redactor, a la postre estudiante de la Escuela Nacional de Arte, disfrutara—. Traducida a varios idiomas y representada en diversos países, luego el montaje de The Royal Shakespeare Company, con el título The Criminals.
Sin embargo, el notable intelectual complicará su status en el castrismo su participación en el jurado que en 1968 premia Los siete contra Tebas, del dramaturgo Antón Arrufat —quien «tronado» tras el internacionalmente conocido caso Padilla», cuando el régimen cometiera quizás su mayor vileza contra la cultura, es poco después reinvindicado, multipremiado y recién promovido a presidente del Pen Club en Cuba—, acción que marca el triste destino de José Triana en su patria, tras la aparición, ya en los años 60, de los primeros síntomas de la gran mentira del régimen, el que a inicios de los años 70 (recordar que 1972 es la fecha de un evento oficial, tristemente recordado: el Congreso de Educación y Cultura, a partir del que se sovietiza oficialmente la cultura cubana) censura sus obras, aunque uno de sus aportes logra salvarse: en vísperas del diktat soviético (que se impondría tras el mencionado cónclave) es aceptado su guion, solicitado por Tomás Gutiérrez Alea para su largometraje Una pelea cubana contra los demonios, estrenado en 1971.
Por ello, los denominados “problemas político-ideológicos” que, desde los años de la década del 60, el castrismo endilgaba, con su obnubilada pupila de Gulag, a cualquier pieza o puesta, novela o libro de cuentos o poemas con visos vanguardistas, incomprensibles para la torpe visión prosoviética del poder del dictadorzuelo tropical.
Por fin, tras disimiles encontronazos con el poder del arrogante tirano, en 1980 se exilia en París, con su esposa Chantal Dumaine desde 1968. En la Ciudad Luz continúa su valiosa creación dramatúrgica y, en consecuencia, sus obras son representadas en importantes puestas realizadas por realizadores de varios países e idiomas, uno de cuyos prestigiosos ejemplos acontece en 1986, cuando la Royal Shakespeare Company estrena su pieza Worlds Apart (Palabras comunes).
Mas, acorde con su capacidad y cultura, Triana publica, además de teatro, poesía y narrativa. Solo en la Habana del 2001, tras décadas del castrismo prohibir su internacionalmente reconocida dramaturgia, la revista oficialista Tablas la “redescubre”, tal acontecería con las obras de dos igualmente grandes: el dramaturgo, poeta y narrador Virgilio Piñera y el poeta, novelista y ensayista José Lezama Lima, quienes nunca se exiliaron, pero vivieron el también cruel insilio.
Por suerte, la prestigiosa editorial valenciana Aduana Vieja —que ya había publicado Orfeo en la ciudad y Una novela pornográfica— da a conocer, consecutivamente, en 2011 y 2012, su Poesía completa y su Teatro Completo, que serían presentadas, en el Congreso Internacional de Dramaturgia y Artes Escénicas. Teoría y Práctica del Teatro Cubano del Exilio “Celebrando a Virgilio”, en la Miami de enero del 2012, por su director, el intelectual cubano Fabio Murrieta, venido desde España.
Algunos de sus títulos publicados en Europa, serían: Como fuego de sombra (1990-2002) y la novela Un aire de imposible (1998-2006). Vueltas al espejo / Miroir aller-retour (serie de sonetos y poemas publicados en edición bilingüe, traducidos al francés por Christophe Josse, 1996). En 1999, la editorial Actes Sud publica sus relatos Les cinq femmes (título original: Fragmentos y humo, traducido al francés por Alexandra Carrasco).
Tal se corrobora en este breve artículo, José Triana constituye un clásico actual, un vanguardista de siempre, un teatrista y escritor total, que no por su significación internacional, deslindó de su personalidad la más hermosa virtud que, en no pocas ocasiones, olvidan también no pocos creadores: la sencillez.
Por ello, concluyo mi artículo con sus modestas palabras de respuesta a una de las preguntas que le formulara la colegamiga periodista Mercedes Eleine González, para su entrevista publicada en la revista Encuentro de la cultura cubana, en enero del 2012, cuando asistiera al importante Congreso en homenaje al centenario de Virgilio Piñera, durante su última visita a Miami. Pregunta de Eleine González:
¿Considera que ha sido un factor decisivo para ocupar el lugar que tiene en las letras cubanas?
Respuesta de José Triana:
Creo que es muy gratificante que se diga eso de lo que escribo, que supone una aceptación, pero creo que un autor debe ser paciente, respetar las opiniones agradables o desagradables en torno a su trabajo; es fundamental que uno crea en lo que hace, aunque se debe permanecer en una línea coherente, sin preocuparse mucho de los azares. He publicado cuando lo consideré necesario.
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