Literatura. Narrativa. Promoción.
Por José Antonio Velasco…
Cogía entonces sus anillos de brillantes, el collar de auténticas perlas, los broches y pulseras, esmeraldas y topacios, y recordaba anoche cuando sólo eran suyos el cansancio y el miedo
En 1961 Jorge Amado publicó Los viejos marineros, un libro corto compuesto de dos historias que meterán al lector en un mundo caluroso, festivo, liviano y al mismo tiempo complejo: el de Bahia.
El escritor brasilero comienza su libro con la historia del velorio de Quincas Berro Dagua, un abogado que ya viejo, con carrera hecha y con hija crecida, decide mandarlo todo al carajo, convirtiéndose en el rey de los vagabundos de Bahía. Quincas, que no se había embarcado en su vida, dijo que quería morir como los marineros, tragado por el mar. El cuento, bastante cómico, muestra la diferencia de clases, la guerra entre los amigos recientes de Quincas (los vagabundos, terriblemente abatidos por la muerte de su compañero) y la familia, gente para la que su muerte significaba el descanso del “qué dirán” al que su padre los sometía después de su conversión a la vagabundería. Una joya de cuento.
La segunda historia tiene también como escenario Bahía y cuenta la vida real y ficticia (uno pasa las hojas tratando de dilucidar cuál es cuál) del comandante Vasco Moscoso Aragao, hombre de pinta y estirpe que llega a un pueblo aledaño despertando todo tipo de chismes y sospechas.
Amado fue quizás el único escritor que logró crear atmósferas similares a aquellas a las de García Marquez. Más que nada, el brasilero siempre deja en sus páginas su preocupación por las diferencias del país que amaba; ponía al mismo nivel la importancia de la sensatez y la insensatez, la importancia de las tradiciones y la flaqueza de sus significados. Los libros de Amado siempre dejarán al lector con el corazón contento y consciente de la sabrosa ridiculez que es el ser humano.
París, 28 de enero de 2015