Literatura. Política.
Por José Antonio Velasco…
La única máxima de un gobierno libre debería ser la de no encargarle a ningún hombre vivo el poder de poner en peligro la libertad pública.
Quien escribe estas reseñas leyó la obra a lo largo de tres meses, sufriendo mientras la leía la agobiante campaña —y después terrible victoria— de Donald Trump. Tanto los contrastes como las similitudes de eventos, con casi doscientos años de diferencia, son aterradores. Quienes piensan que las elecciones eran más limpias en aquellos tiempos, pecan de inocentes: las puñaladas traperas eran aun peores, pues eran sociedades más pequeñas y los políticos se sostenían con sus propios medios y no con los del Estado (a duras penas había uno). Las traiciones entonces no tenían únicamente un impacto político y social, sino también económico.
El pueblo debe tomar la responsabilidad de educar al pueblo y de cargar con los costos de este esfuerzo. No debería haber una milla cuadrada sin una escuela, no dada por un alma caritativa, sino mantenida por los impuestos de la gente.
La biografía invita a la reflexión. Hace que nos preguntemos —los latinoamericanos— qué sería de nosotros si hubiéramos tenido entre nuestros líderes, uno cómo él. Imposible no pensar en la gran diferencia entre una persona tan bien preparada y de tanta calidad humana, comparada con el farsante que va a liderar a los Estados Unidos por los próximos cuatro años (no habría por qué sorprenderse si fueran ocho). Desde sus escritos que hoy se guardan en la librería del Congreso y en los archivos nacionales, Adams inspira también la coherencia: a los latinoamericanos podría decirnos que no podemos burlarnos ni denigrar a Trump cuando en nuestra cultura vibra tan fuerte la homofobia, el racismo y el pensamiento facilista de aquellos que promueven que un país lo construye una sola persona y no el trabajo de todos. Ojalá esta obra estuviese traducida en todas las lenguas. Los hombres como Adams terminan siendo ejemplos internacionales.