Literatura, Crítica.
Por Waldo González López.
Si franquean el umbral del acogedor Monólogo de las confesiones, los lectores se complacerán con los versos de Ismael Sambra, porque les invitan a sentir/vibrar con la genuina Poesía.
Cruzado de inicio a fin por un intenso amor que lo convierte, a un tiempo, en un haz de inveterados y novedosos textos, el volumen ya va por su tercera edición: la primera en la España de 1999 por la Editorial Betania y las dos siguientes: en inglés en la Miami de 2019: en edición bilingüe (inglés y español), ambas por Alexandria Library Publishing House, con el justo propósito de festejar el aniversario 20 de su primera publicación. Por ello, adjunto el siguiente fragmento de una crónica que publiqué tiempo atrás.
Tal aseveré sobre la primera edición de su poemario, galardonado en Cuba con dos lauros: el internacional Casa de las Américas y el nacional Heredia, «Sambra es un apreciable poeta que, por conocer el valor de las palabras —cuyo peso específico sabe medir y tomar su exacto pulso—, nos entrega la suya: poeisis o creación y conocimiento, según Platon. Entonces, los suyos, por definitorios resultan versos definitivos».
Mas, la autenticidad de su poética intimista-interiorista la explica, en el pórtico de su Monólogo…, el propio Sambra quien, tras percatarse de que cuando comenzó a escribir su poesía, era otra la ad usum en la Cuba de los 70 y 80: seguida por muchos ¿poetas?, conducidos en pos de un pedestre coloquialismo, sobrecargado de motivos baladíes y carente del urgente magma de la Poesía. Por ello, Sambra apuntaría en las “Notas del Autor” de la tercera de las ediciones:
…fue como un retorno a la verdad, [pues] además de hablar de mí y mis situaciones personales, no dejaba de reflejar mi entorno político-social y mi temperamento crítico, aunque en formas muy vedadas debido a la terrible censura impuesta. Así declaro en mis versos: «¿quién le dijo que no a la palabra? / amiga, aquí te tengo, aquí te reproduzco, aquí te alcanzo… / me busco por dentro hasta encontrarme / y salir de adentro / poesía de mí sobre la tierra» […] Estas confesiones poéticas de mi vida privada en mi traumático y convulsionado entorno social cubano. Estas no son poesías de evasión, sino de enfrentamientos.
Y claro: Ismael no olvidaría lo íntimo de su vida personal; por ello, por asumirla en sus introspectivos versos, reveladores de su existencia, la suya es también poesía social, pues el Hombre vive en la sociedad.
Así, desdeñando aquella ¿poesía? —o, mejor, para decirlo con Roque Dalton: peosía— que, desgastada por su continuo uso y abuso, dejaría un sinfín de ¿versos? sin reversos concebidos no por escritores, sino excretores sin ingenio (no ingenuos) enseguida olvidados como gastadas monedas—, Ismael se definiría con talento por la Poesía que, de Grecia a la fecha, del Siglo de Oro al XXI ha enrumbado el camino del mejor verso.
Justamente, muchos de los poemas de su Monólogo de las confesiones, en tanto conservan su inicial hálito, corroboran la necesaria lozanía que les dota permanencia, tal demuestro en los versos que siguen:
En «Mi cama», nos dice Ismael:
A las seis de la mañana
en los muelles de Santiago
yo siento desde mi cama el destape
y el chirriar de las grúas
desde mi cama se siente también
el olor a mar
y como sé de memoria sus entrantes y salientes
saco mi cama a navegar a veces
«La puerta de mi casa» es otro de los variados textos que atrapan nuestra sensibilidad por sus versos de honda y fina raigambre, pues tocan la salvaje nostalgia con que Ismael pulsa las fibras íntimas de lo «humano, demasiado humano» que atesoran los lectores inteligentes:
el corazón de mi casa tiene la sangre densa
en su salida
densa y sola mi casa y yo y también mi corazón
de mi casa sus paredes de cal pintadas
con mis manos
sus paredes duras
inquebrantables
para que todo salga y entre solo
por la puerta de mi casa
En «Carta uno (única)» el poeta evoca la desunión con su examada, mediante versos antológicos y evocadores del poeta mexicano del amor, Jaime Sabines:
Me acostumbré a la perfección de tu cuerpo
a esa manera de caer despacio
como que no se quiere
y de pronto estallar en el mío
me acostumbré a ese reproche constante
cuando traía en las ropas un poco de calle
el tumulto de los parques
y un supuesto amor que nunca tuve
[…]
cómo nos fuimos hundiendo en cada culpa
cómo nos fuimos amando a no estar juntos
separándonos a querernos
son mis principios
ahora no encuentro refugio en esta casa dividida
sola
y en cada una de tus cosas me suenan tus adentros
no hay por donde pasar que no tropiece
con tu aire
no tengo para mirar que no te mire
no hay escape
como la mariposa que muere buscando
la luz que la mata
busco en los rincones tu abrazo
por las calles de mi casa
por los parques de mi casa
por la ciudad de mi casa
donde me he perdido
En esta suerte de autobiografía poética, Ismael va narrando/poetizando distintos hechos de su entonces joven vida, cuando a fines de los 70, estudiaba en la Universidad santiaguera y sugería, en sutiles versos acciones non sanctas del desgobierno castrista, sin dejar de confesar aspectos personales, como apunté antes. En consecuencia, «Historia de un hombre familiar» resulta un vademécum de su intrahistoria:
confieso estar solo
extrañarme de estar solo
dolerme
confieso haber encontrado tenido y mantenido un hogar
una cama caliente
una mesa grande y bien servida
confieso mi casa vacía
el librero robado
el escritorio que tanto anhelé y nunca tuve
la comida quemada
el plato roto
la sábana llevada a la tintorería
mi desnudo y el espejo
el día de fiesta
la ventana que ya no abro
la discusión fuera de tiempo y lugar
las noches de insomnio
el arañazo la mordida…
confieso y no me arrepiento
porque todo lo malo y bueno que ahora tengo
confieso haberlo vivido con estos pecados
En cada uno de sus numerosos textos, el poeta se duele de lo perdido en su vida íntima, como de lo que sucedía en la existencia cotidiana de aquella Cuba en constantes crisis sociales, provocadas por la tiranía, contra la que poco después se revelaría el poeta e iría a dar a la cruel ergástula castrista.
En tal sentido, «Estoy vivo» testimonia, combinándolos, las peligrosas y graves situaciones desvividas en su existencia vida privada y social durante la pésima sobrevida en la Cuba castrista. Leamos un fragmento:
y si digo de estos brazos que se ufanan por llevar
mis manos al hogar
digo entonces de mi libertad tan sorpresiva y amenazada
por los amigos del poder
la guerra y el exterminio hasta de sus propios amigos
[…]
de mi ventana perdida en un poema inacabado y perdido
y de que no andamos solos con nosotros mismos
mientras existan banderas que se bajen a media asta
por la muerte de un rebelde en el patíbulo
En fin, 36 textos le bastaron al poeta para permanecer durante varios años en el agreste presidio político que aun hoy continúa ahogando el reclamo de muchos, de tantos en aquella Cuba sin libertad.
He aquí, pues, el ejemplar legado del vibrante Monólogo de las confesiones con que el poeta y luchador cubano Ismael Sambra entrega sus excelentes poemas, como un canto individual y múltiple, al lector en la Cuba castrada y/o en el multiple exilio, donde vivimos y nos desvivimos miles de cubanos.
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