Literatura. Crónica.
Por Mario Blanco.
Hay imágenes que oprimen el corazón por los múltiples significados que convergen al verlas en nuestros recuerdos, esa sensación la tuve, al recibir la foto del edificio donde vivimos en Cuba, del primer hogar que por esfuerzo propio le brindé a mis hijos.
En la construcción de esas 18 plantas como se le llamaba entonces, me incorporé cuando apenas comenzaba a alzarse como un gigante en aquellos predios. Fui a vivir al baño de las mujeres constructoras, trabajando como jefe del departamento técnico de la dirección de inversiones del Ministerio de Transporte. A los pocos meses, uno de los serenos o vigilantes nocturnos murió, y le pedí a los jefes de la obra ocupar su puesto. Me dijeron tú estás loco, tú trabajas normalmente en el ministerio, y mi respuesta fue, sí, pero yo quiero ganarme la vivienda como un trabajador más, y así cada tres días, hacia mi guardia nocturna y cuando había una fundición que necesitaba mucha mano de obra, también participaba al igual que si en las tardes llegaba material para la construcción, ayudaba en la descarga. Una vez terminado el edificio se me otorgó el apartamento número 15/7, o sea el situado en el piso 15, con el número 7, de los 8 que ocupaban cada planta.
Allí, al mes de comenzar a vivir, nació Mario Dennys, más tarde Adriana, y a menudo traía a mi primer hijo Mario Alejandro para que intercambiara con sus hermanos, y “mataperrearan“ por las zonas aledañas. Allí crecieron mis hijos hasta su salida en 1998, cuando después de que Alina informara la fecha de salida, un inspector vino a corroborar su anterior inventario, para certificar que hasta los cubiertos estaban en su lugar, luego sellar el apartamento y culminar el robo organizado que el Gobierno hacía de nuestra propiedad, basado en leyes indignas y oprobiosas que daban continuidad a su proceder despreciable desde el 1959, cuando confiscó sin indemnización miles de propiedades.
Hoy llega nuevamente a mis ojos la imagen del primer hogar obtenido con tanto sacrificio, y que dejé pagado en su totalidad. Sentimientos encontrados pululan en mi corazón. Triste también fue cuando alguien entonces al narrarle este hecho, me dijo, pero esas eran las leyes, y le contesté, como llamarle ley al robo, a la barbarie. La nostalgia es dulce, somos tan o más felices que entonces, en aquel edificio.
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