Literatura. Poesía.
Por Carlos Penelas.
Evocación de la amada
Algo se mece en el tiempo,
en ese ajeno sentir,
luz de lumbre o pájaro
que recorre cuartos.
Agita el aire errabundo
de la fuente, de una voz.
Estremecido.
II
De cristal, la palabra
en la arena ordena abismo.
Ahí los vientos y la alondra.
Y el borde de lagunas
buscando caballos sobre la tierra.
Y el huir de la noche y de las frías estrellas.
Estoy sentado en un parque de Edimburgo.
Y nieva.
Nocturno de la orilla
La noche florecida
El poeta descubre a la amada
Veo subir su cabellera en la noche,
entre voces, espejos y recuerdos.
Susurro tu nombre en silencio
mientras las manos buscan
el tacto de la tarde, en la beatitud
infinita que asoma sutilísima.
Hay un edén, un eco en la avidez
inalcanzable, desnudo.
Entonces surge el lecho,
el vino, la cebolla, el ajo.
Me veo cautivo en ese cielo
de moradas y barcas.
Te poseo secreta en el aliento
de la rosa y del ardor sensible.
Sin saberlo, empujas la memoria
en el instante que late tu vestido.
Hacia el viento,
hacia el presagio del viento.
[Buenos Aires, agosto de 2020]