Política. Crítica.
Por Roberto Alvarez Quiñones…
La élite gobernante de La Habana y los militantes de la izquierda latinoamericana y mundial se ofenden cuando el régimen militar castrista es calificado de dictadura. Y los jefes de Estado de todo el mundo le dan al general Raúl Castro el honorable trato de presidente y no de dictador.
La Habana argumenta que en Cuba no hay una dictadura sino la más auténtica democracia del planeta, pues al no haber propiedad privada capitalista no existe la explotación del hombre por el hombre, y el Estado y el Partido Comunista son una expresión del pueblo en el poder, etc, etc.
No obstante, los marxistas, postmarxistas y tercermundistas “comecandela”, que se dan cita en el Foro de Sao Paulo (creado en 1990 por iniciativa de Fidel Castro y Lula Da Silva), o los indignados que militan en el partido Podemos de España, por ejemplo, no quieren que les llamen comunistas, sino anticapitalistas, antisistema, indignados o socialistas. La palabra “comunista” huele a fracaso. No les gusta.
Pero sí son comunistas, de nueva generación, discípulos todos del más conspicuo ideólogo anticapitalista de la historia: Karl Marx, quien enunció que el Estado resultante de una revolución socialista es una “dictadura” (¿del proletariado?).
No importa que ya no se hable del proletariado, vocablo que erosiona sin remedio la revolución tecnológica, que va diluyendo la clásica imagen de los obreros de cuello azul saliendo de fábricas con chimeneas humeantes. Pero el poder de las “masas indignadas” es la meta de los neocomunistas, ahora mezclados con anarquistas remanentes del siglo XIX que ni cuenta se dan de su origen decimonono.
Razones matemáticas
¿Y cómo es estructuralmente esa dictadura? En Cuba se aprecia su naturaleza tiránica no sólo por su ideología autoritaria, sino por razones matemáticas muy poco conocidas internacionalmente.
Es simple, según la Constitución socialista el Partido Comunista (PCC) “es la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado”, O sea, el PCC y no el presidente del país y el gobierno, son constitucional y legalmente la máxima expresión del poder político en la isla.
Resulta que ese partido-Estado cuenta con unos 720 mil miembros, y la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) con unos 450 mil militantes, pero el país tiene 11.2 millones de habitantes. Nueve de cada 10 cubanos no son comunistas, en un país comunista.
Como el Partido Comunista y no la UJC es la máxima instancia de poder político y según las estadísticas oficiales la isla tiene ahora 8.9 % de ciudadanos adultos (mayores de 16 años), ello significa que únicamente el 7.9 % de los adultos cubanos son militantes del PCC. El otro 92.1 % no es comunista.
Si se repasa la historia de los 35 países que padecieron o padecen aún regímenes marxistas, observamos lo mismo. China tiene 1,376 millones de habitantes (en 2015) y el Partido Comunista cuenta con 88 millones de miembros (aunque muchos son millonarios). Es decir, 1,288 millones de chinos no son comunistas, el 93.3% de la población total.
En Vietnam es peor, Hay 91.7 millones de habitantes y 87.3 millones no son militantes. O sea, el 95.3% de los vietnamitas no son comunistas. En la Unión Soviética, en julio de 1990, un año antes de desintegrarse, solo el 6.5% de los 290 millones de habitantes del país pertenecía al Partido Comunista, es decir, 271 millones de soviéticos no eran comunistas. Y un porcentaje parecido, o inferior de militantes comunistas, tuvieron todos los países de Europa del Este antes de la caída del Muro de Berlín.
En Cuba, 8.2 millones de cubanos mayores de 16 años (adultos según la ley) no pertenecen al PCC. Y es el otro 7.9% de la población adulta el que conforma un patriciado de ciudadanos de primera clase con licencia para ocupar todos los cargos públicos del Estado y el Gobierno, las Fuerzas Armadas, el dizque Parlamento y todas las instituciones, incluyendo los jefes de departamentos y oficinas de todo tipo. No hay jefe de mediana importancia en Cuba que no sea miembro del PCC.
La plebe sin derechos
Esa nueva clase alta comunista —que denunciara en su tiempo el yugoslavo Milovan Djilas— tiene derechos civiles y políticos que le están negados al 92.1% de los cubanos, que constituyen la plebe sin derecho a elegir a los delegados que asisten a los congresos del PCC en los que se conforma el Comité Central y el Buró Político (BP), formalmente la cúpula que por encima del Estado gobierna el país.
Y digo formalmente porque esos delegados a los congresos partidistas tampoco proponen ni eligen a nadie. Solo comen bien durante unos días en el magnífico restaurante “El Bucán” del Palacio de las Convenciones, y levantan la mano para aprobar todo lo decidido ya por un grupo de 16 o 17 personas que integran la Junta Militar (JM) que en verdad manda en Cuba, integrada por el dictador, algunos miembros “calificados” (los militares y los “históricos”) del Buró Político, y los generales de la JM no miembros del BP. Y punto.
La propaganda castrista insiste en que hay democracia en la isla por cuanto todos los ciudadanos pueden votar por delegados locales al Poder Popular y diputados a la Asamblea Nacional que eligen al Consejo de Estado y el Presidente del país.
Eso es falso por dos motivos: 1) los candidatos a delegados en cada circunscripción de los 168 municipios de la isla son seleccionados por el PCC municipal y los votantes no tienen posibilidad de elegir a alguien que no sea comunista; y 2) los candidatos a diputados nacionales son militantes del PCC y encima van en la boleta como candidatos únicos que ya ha escogido el PCC. O sea, cada diputado es designado por el partido antes de que se celebren las elecciones.
Obedecer sin chistar
Además, en la Asamblea Nacional, que se reúne solo seis días en el año, los diputados se limitan igualmente a comer bien y aprobar todo lo decidido por el dictador, el BP y la JM, que seleccionan al Consejo de Estado, el presidente de la República, el Presidente de la Asamblea Nacional y el Consejo de Ministros. Desde su creación en 1976 el “parlamento” cubano nunca ha registrado un voto en contra de algo propuesto por el dictador o el partido.
Pero hay más, si bien la cúpula del PCC es muy poderosa, la masa de militantes de base no lo es. El PCC se rige por una férrea disciplina de tipo militar. Los militantes no tienen vías para cuestionar lo que dicen u ordenan sus superiores —con fuerza de dogma religioso—, ni para debatir u opinar sobre la crisis nacional que estrangula al país. José R. Machado Ventura, Segundo Secretario del partido, se encarga de amenazar constantemente a la militancia para que obedezca sin chistar, pues sufre la misma pobreza y malnutrición que el resto de la población.
En fin, la castrista es una dictadura químicamente pura de un partido-Estado militarizado al que pertenece solo el 6.4% de los habitantes del país y cuya élite dirigente no confía siquiera en los militantes de base, pese a que son equivalentes a los patricios del imperio romano.
O sea, los países llamados comunistas en rigor nunca lo fueron ni lo son. Simplemente fueron o son sometidos por una claque político-militar totalitaria fanáticamente represiva.
En Cuba, el Gobierno “revolucionario” que se jacta de tener el apoyo del pueblo extirpó la “soberanía popular” o “autoridad soberana” de que hablaba Jean Jaques Rousseau hace 254 años, que únicamente existe si el pueblo ejerce su derecho al sufragio universal para elegir libremente y legitimar a sus gobernantes.
Raúl Castro no es presidente legítimo de Cuba y sí su auténtico dictador.
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