Literatura. Crónica.
Por Mario Blanco.
“No entendemos el valor de los momentos hasta que se han convertido en recuerdos”. He buscado por respeto quien elaboró esta frase, y nada, muchas personas la han repetido y al final hay un website que la admite como anónima, y así sucede a veces, que no llegamos a conocer los artífices de algunas creaciones humanas maravillosas.
Si bien cuando joven tenía mis momentos de meditación o reflexión sobre algún hecho o expresión, ahora en la vejez con más tiempo y maduración trato de sacarle todo el jugo a las uvas que degusto. Ayer un amigo, el caballero Antonio Cardoso, que acostumbra a recopilar noticias y escritos interesantes, me envió un power point, en el cual en uno de los textos está incluida esa frase que me detuvo a pensar sobre ella, y desde luego que de un solo vistazo se aprecia su contenido, pero yo seguí dándole vueltas y vueltas, quizás porque me condujo a tantos y tantos momentos que han quedado en mis recuerdos y hacen o componen en gran medida una parte sustancial de mi existencia.
Como dice un gran psicólogo, el cerebro tiene la capacidad de olvidar, algo que se suma a la sanidad de nuestra mente, y por otra parte resguarda toda una serie de momentos, buenos y malos, que van construyendo el arsenal de nuestros recuerdos. El problema es que a veces no valoramos en su justo medio esos momentos para vivirlos más intensamente, pues no tenemos un codificador que nos lo advierta a tiempo, solo después, la biblioteca de los recuerdos los trae a menudo a nuestras mentes, y entonces, es como hace unos días escribí preguntándome, ¿por qué no hice esto o aquello, o por qué lo hice cuando no debí hacerlo?, el fantasma de la memoria nos atenaza y debemos ser los suficientemente fuertes para pasar la página, y nada, seguir adelante solo con la experiencia de esos momentos, que por suerte quedan en los recuerdos.
¡Ah!, amigos, compleja esta mente humana y más aún el comportamiento de estos habitantes cognitivos del globo terráqueo, objeto tantas veces de mis elucubraciones. Pues nada, sirvan esas remembranzas para revivir entonces aquellos momentos que, si entonces no fuimos capaces de entender en esencia sus valores, ahora, gracias a la capacidad innata de los recuerdos, podemos saborearlos una vez más hasta saturarnos de su elixir mágico.
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