Política. Crítica.
Por Reynaldo Fernández Pavón…

Benito Mussoline y Adolph Hitler. Münchener Abkommen, el 28 de septiembre de 1938. German Federal Archives.
A la vista de todas las naciones, la llamada “Generación del Centenario” (1) tomó el poder en la República de Cuba en 1959 a través de la lucha armada; desde entonces ha conjugado verbos en el futuro del modo indicativo: “haremos, tendremos, construiremos, alcanzaremos, produciremos, crearemos, conquistaremos, seremos”… propuestas cuyos cumplimientos han planificado recientemente para el 2030; es decir, para el tiempo en que serán adultos los hijos de nuestros hijos… El presente no existe para estos populistas que arrastraron a una joven república a asumir un proyecto socioeconómico que convirtió en “pobres a los ricos y en más pobres a los pobres”; para borrar de un golpe la capacidad de ejercicio de las instituciones, los derechos individuales, la herencia y la organización económica precedente; ignorando las categorías generales del sistema social, político y económico que han pretendido asumir, reinventaron la historia hasta la abolición de las tradiciones, los valores y de la psicología común que identificaba a los pobladores de la isla, politizando todas las esferas de la actividad humana con nuevos dogmas que han paralizado la iniciativa y la creatividad.
El modelo de organización del Estado tenía como objetivo la liquidación del capitalismo y la toma del poder de los trabajadores, instaurar la dictadura del proletariado y un sistema “socioeconómico superior” que los marxistas–leninistas denominaron socialismo, que mediante la lucha de clases eliminó a la burguesía, a la clase media y el Estado de Derecho. La dictadura del proletariado se suponía que fuese un “período de transición”, instaurado con la toma del poder revolucionario que promulgó las leyes de nacionalización y expropiación de la propiedad privada y la sustitución de las relaciones de producción existentes por la socialización de la propiedad y de toda la actividad económica. Unos 57 años después se impone hacer estas preguntas al partido único en el poder:
¿Son burgueses los que protestan por el hambre y la miseria en las calles de Cuba y Venezuela hoy?
¿A qué clases se dirige la lucha de clases en las actuales circunstancias?
¿Qué clases representan los ciudadanos que se enfrentan a los órganos represivos en demanda de libertad de expresión, de asociación y de la satisfacción de sus necesidades básicas?
¿Quiénes son los contrarrevolucionarios que tienen y ostentan todo lo que el pueblo no puede tener en esas naciones?
Sería conveniente que aquellos que han pretendido representar los ideales del proletariado respondiesen a estas preguntas desde las categorías generales de ese sistema (si es que las conocen), y se pondrá de manifiesto cómo se contradicen la teoría y la práctica en un estado totalitario.
El surgimiento de nuevas formas de opresión y dominación se ha convertido en un flagelo que galopa raudo y veloz sobre las praderas de los pueblos de Nuestra América. La errática política exterior por parte de los países en los cuales existen estados de derecho respecto a esta realidad, ha beneficiado que el neocastrismo y el populismo vulgar se hayan entronizado en algunas naciones latinoamericanas en pleno siglo XXI, a través de elecciones absolutamente controladas y manipuladas desde arriba o con enlaces matrimoniales y de consanguineidad. El mínimo común denominador de estos personeros, cada vez más iletrados, es instaurar sistemas totalitarios, siguiendo al pie de la letra, el ejemplo de sus aliados caribeños que han envejecido en el poder. Por lo cual, no pueden primar intereses circunstanciales en las relaciones de la comunidad internacional con estos gobiernos, eso significaría abandonar a los pueblos en las garras de la opresión.
Era impensable que después de más de cinco décadas de contender con la dictadura totalitaria de la isla de Cuba, fuésemos a ser testigos del establecimiento de gobiernos neocastristas que, como caballos de Atila, no permiten que vuelva a crecer nunca más el espíritu de la democracia; eliminando las más mínimas conquistas que en un proceso de cruentas batallas desde el siglo XIX hizo posible el surgimiento de las jóvenes repúblicas latinoamericanas.
El máximo líder de la Revolución cubana ha declarado, en entrevista con la revista The Atlantic que “el modelo cubano ya no funciona”. ¡Qué pena! Lo ha descubierto medio siglo después de imponer su sistema autoritario de gobierno que compite en estadía con las dinastías y dictadores que más tiempo han ocupado el poder en la historia y, desde luego, toda la responsabilidad de la quiebra, la hacen recaer en el bloqueo y la amenaza imperialista. El gran pretexto que todavía se les permite utilizar y que solo ha servido para que el ciudadano de a pie sufra más carencias cada día.
Ese modelo socioeconómico no funcionó, ni en la URSS, ni en ningún otro país del orbe, realidad por la cual cerca de cuatro de millones de cubanos se encuentran diseminados por el mundo, sin contar, los que yacen en el fondo de los mares del estrecho de la Florida y todos aquellos que fueron emocionalmente aniquilados por la maquinaria represiva que crearon para desalentar y silenciar a los que se atrevieron a expresar que el socialismo es un sistema que destruye sistemáticamente los valores espirituales y materiales de las países que lo asumen; por esa razón, desapareció el bloque soviético. Cuba, país que fuese el primer productor y exportador de azúcar de caña del siglo XX, hoy no puede siquiera abastecer el consumo de su población de este producto y la economía de un país petrolero como Venezuela está a punto de colapsar y se ubica hoy entre los países más violentos e inseguros del planeta, con un plan estatal de racionamiento solo comparable con el de algunas naciones europeas en la época de la Segunda Guerra Mundial… Estos ejemplos son suficientemente contundentes para que los pueblos cuyos líderes erigen gobiernos populistas de izquierda, sepan que el objetivo de los regímenes totalitarios es eternizarse en el poder, aunque eso implique sumir en la ruina a sus naciones.
En cambio, la República Democrática Alemana dejó de existir después de la caída del muro de Berlín en 1989, y en menos de 30 años de reunificación, Alemania se convirtió en la economía más sólida de Europa… ¿Qué más?
Nota:
(1) Al producirse el asalto al Cuartel Moncada en 1953 se conmemoraba el “Año del Centenario del Natalicio del Apóstol José Martí”, los miembros del Movimiento 26 de Julio se autodenominaron la “Generación del Centenario”.
[Este trabajo el autor lo envió especialmente para Palabra Abierta]
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