El populismo se desinfla en Latinoamérica

Written by on 14/05/2016 in Critica, Política - No comments
Política. Crítica.
Por Roberto Alvarez Quiñones…
Bras’lia - DF, 08/02/2011. Presidenta Dilma Rousseff durante grava‹o no Pal‡cio da Alvorada. Foto: Roberto Stuckert Filho/PR.

Bras’lia, D. F. Presidenta Dilma Rousseff en el Pal‡acio de la Alborada. Foto: Roberto Stuckert Filho/PR.

La separación  de Dilma Rousseff  de su cargo de presidenta  de Brasil,  decidida  esta semana por el Senado de esa nación,  es la peor noticia que le han dado a los hermanos Castro en mucho tiempo  y un  fortísimo  golpe  al populismo de izquierda —soporte del  castrismo—  que desde principios de este siglo ha estado dominando  el escenario político en América Latina.

Aunque la ex profesora de marxismo y  guerrillera  guevarista  aún podría  regresar al poder si en el  plazo de 6 meses en  el  Senado  no se logran  dos tercios de los votos (54) necesarios para destituirla, creo que no  volverá  al Palacio do Planalto (de la Meseta) en Brasilia, pues fueron 55 los senadores que votaron a favor del impeachment  el 12 de mayo.

Lo que preocupa ahora es que Rousseff, Lula y los demás dirigentes del  marxista Partido de los Trabajadores (PT) comiencen  a organizar grandes protestas y escándalos callejeros, o incluso huelgas obreras, para torpedear la gestión de gobierno de Michel Temer,  y presionar  al Senado para que dos o tres senadores  cambien su voto y voten en contra de la destitución definitiva de Rousseff.  Claro, esa probable estrategia  podría ser contraproducente y convencer a los brasileños de que a los petistas solo les interesa el poder y no el bienestar y el progreso del pueblo brasileño.

Dilma Rousseff es protegida de Luiz Inacio  Lula da Silva, el líder del  PT,  por toda la izquierda brasileña y también continental,  y ambos son investigados por corrupción.  Es ridículo creer   que con Lula de presidente de Brasil, y Rousseff de presidenta de Petrobras, funcionarios gubernamentales, políticos del PT  y congresistas robaban en esa empresa estatal a las dos manos y Lula ni Dilma se estaban chupando el dedo y no sabían nada de nada. Por favor.

Dilma fue suspendida como  Jefa de Estado por  falsear  las cifras del déficit presupuestario con trucos financieros  para  dar una imagen edulcorada de su desastroso gobierno,  engañar a los brasileños y poder ganar –por un pelo—la elecciones presidenciales de 2014.

Inspiración fascista

El populismo (del latín “populus”, pueblo), de raíz  bonapartista y paternalista,  mostró sus costuras en el siglo XIX,  pero hizo eclosión  luego  de la crisis económica mundial  de 1929, cuando se entronizó  precisamente en Brasil, y se extendió por la región  hasta los años  60.

Es un fenómeno  político-ideológico-económico  retrógrado, estatista  y  antiliberal  en el que se imbrican  un exacerbado  nacionalismo  con  fuertes rasgos  fascistas, socialdemócratas  y comunistas.

Se basa en la intervención del  Estado en la economía,  regulaciones que alejan la inversión extranjera, proteccionismo comercial, y se apoya en   la demagogia y  atractivas  promesas  al pueblo,  gastos gubernamentales excesivos  que provocan  inflación, devaluación de la moneda y una gran deuda pública.

Genera  una gigantesca burocracia  que  dispara la corrupción masiva. Trata o logra controlar el poder judicial,  y los medios de comunicación,  y  se caracteriza por un encendido discurso antinorteamericano.

Más allá del nacionalismo y el caudillismo heredados de la época colonial,  mezclados con la tradición caudillista indígena  y  la influencia “antimperialista” de la revolución bolchevique en Rusia,  los aires populistas  llegaron  a Latinoamérica desde Europa  después de que se instalaron regímenes fascistas en Italia, Alemania,  España y Portugal.

Estado novo’,  peronismo y chavismo

En Brasil, en 1930,  Getulio Vargas dio un golpe de Estado e implantó su  autoritario  “Estado Novo”, inspirado en el fascismo de Mussolini y  de  Oliveira Salazar en Portugal,  e  ideas  socializantes. Fue dictador hasta 1945, y luego elegido en 1951 (hasta 1954, año en que se suicidó).  Instauró la intervención masiva del Estado en la economía y nacionalizó las principales industrias brasileñas.  Su populismo  se enraizó  en el tejido político brasileño, diría que hasta la fecha,  y fue responsable  del relativo estancamiento económico de Brasil durante los siguientes 30 años.

En Argentina  sucedió lo mismo.  Era una nación floreciente, con mayor desarrollo industrial, económico, tecnológico y cultural que muchos países europeos,  hasta que a mediados de los años 40 irrumpió en la escena política  Juan Domingo Perón,  con su populismo también de inspiración fascista. Y  el país se detuvo.  El crecimiento económico-social  cayó a muy bajos índices.  El peronismo fue desde entonces, y sigue siendo  el movimiento político que  más daño ha causado a Argentina  en su historia.

En otros países hubo gobernantes  populistas en esas cuatro décadas: el general  Lázaro Cárdenas en México,  Víctor Paz Estenssoro en Bolivia,  el coronel  Jacobo Arbenz en Guatemala,  José María Velasco Ibarra en Ecuador,   el general Carlos Ibáñez  del Campo en Chile y el general  Juan Velasco Alvarado en Perú, entre otros.

Tutela cubana

Posteriormente, como respuesta a los intentos de Fidel Castro de exportar  su revolución comunista por el hemisferio,  se establecieron  dictaduras de derecha  que dominaron en la región  desde fines de los años 60 hasta la década de los 80, cuando se abrió paso un ciclo de democracia  liberal  que parecía iba a encaminar  a Latinoamérica hacia  la modernidad.

Pero con la llegada al poder de Hugo Chávez  en Venezuela,  en 1998,  el subcontinente regresó paulatinamente al populismo,  esta vez de izquierda radical y “orientado” por los hermanos Castro personalmente:  Evo Morales en Bolivia, Lula da Silva y  Rousseff en Brasil, Rafael Correa en Ecuador, Cristina Kirchner en Argentina,  Fernando Lugo en Paraguay,  Mel  Zelaya en Honduras, Daniel Ortega en Nicaragua, y  el régimen chavista de Caracas,  todos con el apoyo de los otros gobernantes izquierdistas no populistas, pero sí  aliados  del “eje bolivariano”,  como los de Uruguay, Chile, Perú y otros.

El populismo en buena medida explica por qué hoy Latinoamérica sigue sumida en el atraso social, la pobreza y el subdesarrollo socio-económico, y se ha quedado detrás de las naciones asiáticas, por ejemplo.

Sin embargo, las cosas parecen estar cambiando. A la destitución de Rousseff  se suman la llegada al poder en Argentina de Mauricio Macri  y el fin del kirchnerismo peronista;  en Bolivia el pueblo dijo no a los intentos de Evo Morales de reelegirse en 2019;  en Venezuela la oposición liberal derrotó electoralmente al chavismo y tomó el control de la Asamblea Nacional, y  en Perú el próximo gobierno ya no será izquierdista (no lo son los dos candidatos que se medirán en las urnas el 5 de junio).

Un mazazo a los Castro

La caída de Rousseff  impacta muy negativamente al resto de los gobiernos populistas porque  se trata del mayor y más influyente país latinoamericano, que ahora los dejará  de apadrinar y de apoyar políticamente  en los foros internacionales.

Para la dictadura militar cubana es un mazazo,  pues el gobierno del  PT ha estado subsidiando a los Castro. En Brasil hay  casi 12,000 médicos cubanos que perciben un salario oficial de  unos $4,200 dólares, pero el gobierno del PT ha facilitado, con gran placer solidario, que el régimen castrista le confisque a cada médico unos $3,000 mensuales de ese salario, lo que significa un subsidio de $408 millones anuales a la peor tiranía habida nunca en las Américas.

Igualmente, el gobierno brasileño le regaló  a los Castro y su claque militar cientos de millones de dólares en la construcción e instalación del puerto del Mariel. Resulta que según los funcionarios de Brasilia  y los ejecutivos corruptos de la constructora Oldebrecht la obra  costó casi $1,000 millones,  pero los expertos brasileños  afirman que el costo real no puede haber pasado de $600 millones. O sea, el gobierno del PT,  Oldebrecht  y el régimen cubano al parecer  inflaron los costos para quedarse con la diferencia.

Pero más allá del dinero, el  giro de timón en el gigante sudamericano, sumado a los demás factores mencionados, debilita sustancialmente el soporte político de la izquierda radical latinoamericana al castrismo y el chavismo.

Siendo optimistas, podría pensarse que quizás el desmoronamiento del populismo, ya efectivo al menos parcialmente,  contribuya a presionar a la gerontocracia  de La Habana  para que afloje la mano que asfixia a los cubanos. ¿Lo hará?

Roberto Alvarez Quiñones, el Quiño

 

 

 

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About the Author

Roberto Álvarez Quiñones (Cuba). Periodista, economista, profesor e historiador. Escribe para medios hispanos de Estados Unidos, España y Latinoamérica. Autor de siete libros de temas económicos, históricos y sociales, editados en Cuba, México, Venezuela y EE.UU (“Estampas Medievales Cubanas”, 2010). Fue durante 12 años editor y columnista del diario “La Opinión” de Los Angeles. Analista económico de Telemundo (TV) de 2002 a 2009. Fue profesor de Periodismo en la Universidad de La Habana, y de Historia de las Doctrinas Económicas en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI). Ha impartido cursos y conferencias en países de Europa y de Latinoamérica. Trabajó en el diario “Granma” como columnista económico y cronista histórico. Fue comentarista económico en la TV Cubana. En los años 60 trabajó en el Banco Central de Cuba y el Ministerio del Comercio Exterior. Ha obtenido 11 premios de Periodismo. Reside en Los Angeles, California.

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