Literatura. Promoción.
Por Rafael Bordao.
Compartiendo lecturas
El Mundo Alucinante es la segunda novela de Reinaldo Arenas, y con ella pudo haber ganado en 1966, el Premio de novela en el concurso de la UNEAC (Unión Nacional de Escritores y Artista de Cuba). Parte del jurado estaba compuesto por Alejo Carpentier y José Antonio Portuondo, ambos al servicio del régimen; se negaron a otorgarle el premio a la novela, pero gracias a la intervención de Virgilio Piñera, la novela recibió Mención Honorífica. Entonces, los editores le dijeron al autor, que si quería ver su novela publicada, tenía que eliminar algunos pasajes, donde se hablaba de erotismo y homosexualidad. Arenas se negó rotundamente a cercenar su obra, y eso fue suficiente para que la novela nunca se publicara en Cuba. Pero Reinaldo no se dio por vencido y logró sacar del país su manuscrito, con la ayuda de unos amigos que vivían en Francia, y El Mundo Alucinante primero se publicó en francés (1968) con el título Le Monde Hallucinant, y en ese mismo año, la novela recibe el premio al mejor libro extranjero, y al año siguiente, la editorial Diógenes de México le envía una carta, solicitándole el manuscrito para publicarlo, pero era tanta la demora, que el editor tuvo que ir a Cuba, porque esa carta nunca llego a las manos de Arenas. Su primera publicación en español es la que aparece en esta foto de la editorial mexicana, Diógenes, y fue un tremendo exitazo, de la que después se hicieron varias ediciones y el libro se tradujo a más de 10 idiomas, mientras Arenas continuaba censurado y disminuido en Cuba, en la más penosa miseria, sin trabajo, vigilado y perseguido por la dictadura castrista… Ojo, abran bien los ojos; esos escritores hispanoamericanos, muchos de ellos viviendo en los Estados Unidos, defienden todavía con terquedad el castrismo, no disimulen que están insultando, a los que vivimos fuera de la isla, por oponernos a la inadmisible y despreciable dictadura comunista… El exilio era una de las condenas más duras en la antigüedad, y hoy sigue siendo lo mismo, pero los organismos competentes —no han hecho nada—, para considerarlo como una violación a los derechos humanos. Todo el mundo debe vivir protegido por el Gobierno en su país, aunque disienta y se exprese, de manera diferente a la ideología de los que gobiernan, salvando las excepciones… ¡Fraternidad hermanos!