El caracol y el tiempo es el título de un tomo de poesía publicado recientemente por Carmen Alea de Paz, residente de Los Ángeles. Un titulo acertado. El caracol, entidad enrollada en sí mismo, se desenrolla a voluntad con el recuerdo. Mucho tiene que ver con el tiempo. Carmen es una exiliada cubana que continuamente rememora. En ella se esconden inquietudes trascendentes, bajo una apariencia más bien plácida. Aunque, al animarse en la con versación revela -hasta por los ojos centellantes- su temperamento apasionado. A pesar de obligaciones como el hogar bien atendido, el esposo bien amado y la carrera profesoral, halla tiempo para escuchar esa voz interior, la poesía, que siempre la ha asediado. La familia, la patria, los amigos y esa partícula de cosmos que ella siente ser, es su vivir completo. En el proemio ya introduce con arte lo que será el contenido del libro y su leitmotiv, o sea, la saludable renovación después de enfren-tarse con los recuerdos dulces y a la vez temibles.
En “Oquedad”, como en muchos otros poemas del libro, la poetisa crea frases muy felices por lo originales y graficas -incluso de cosas muy abstractas. Son frases claves:
“Como vacío caracol abandonado sin eco, sin paisaje, sin océano…”.
Su poesía exalta primordialmente tres temas: la familia, la patria y la curiosidad metafísica. De esta última orientación, el poema “La morada” es quizás uno de los más sobresalientes:
“…Voy hacia la montaña verdadera del Paraíso/…Voy hacia la cascada primigenia
“Cascada” presupone agua, un elemento frecuentemente mencionado en el libro, y que en términos filosóficos corresponde a la verdad.
En varios de sus poemas, Carmen introduce el tema de la reencarnación: “el profundo cansancio de otras vidas/ acaso de milenios”. Esta Iínea de “rescate” compendia lo que finalmente sería la única meta de la reencarnación: aprendizaje, lección.
“Integrada, rendida”.
En “Arrurrú” la poetisa descubre ansias de maternidad, nostalgia de cunas, de los rosados y azules de la infancia, de nanas no cantadas.
La segunda y la última estrofa de su poema “Año Nuevo” -edificante- tiene sabor a Omar khayam.
“…No es el año, eres tú,/ quien debe transmutarse/ en alma nueva”.
“…Así será, hasta que bien aprendas/ que de ese barco inútil que es tu vida/ debes ser tú el hábil alfarero”.
Su poema “Tú en mí” es un bello epitalamio al esposo, igual que “La mesa” es un canto al hogar de todas las edades de Carmen, y sus símbolos.
El enigmático “Un húmedo recuerdo”, impresionante, ¿se refiere a la muerte?
“…Que va con nosotros/ desde siempre”.
De la sección MIABALACU (anagrama de LA CUBA MIA), el poema “Óleo” contiene una preciosa evocación de la abuela:
“…Estoy desempolvando sentimientos/ para abrigar el corazón/ en el invierno”.
El poema “Añoranza” resume, sobre todo en la última y la penúltima estrofas, los sentimientos del expatriado:
“…A un tibio sol/ en Malibú tendida/ mi oído busca tu rumor”.
“…Y en vano/ trata mi alma/ de aceptar la ofrenda/ de este extranjero mar que me acaricia”.
También en esta sección son muy notables “En la ausencia” y el titulado “In memoriam” glorificando el amor filial y la esperanza de celestiales reuniones.
“Para un azul que espera”, dedicado a Cuba, parece una lorquiana congoja de lejania.
“Tu dignidad antigua/ amurallada entre mis recuerdos./ Tu cinturón de agua humedece la frente/ tu salitre me nutre”.
MIABALACU añora a Cuba en Iíneas tan impactantes como esta:
“…Y como a un viejo amor/ me abrazo a tu bahía”.
Aparte de sus sonetos, los demás versos de El caracol y el tiempo son versos libres. Por su musicalidad y por el profundo y emotivo contenido los juzgo muy buenos… Carmen Alea de Paz, habanera, escribe desde temprana edad. Sus poemas, cuentos y ensayos salieron publicados con frecuencia en los mejores periódicos y revistas de Cuba. Hay motivos para augurarle nuevos triunfos en este otro período de su ininterrumpida, aunque a veces silenciosa, vocación literaria.