Literatura. Promoción.
Por Manuel Gayol Mecías…
(Palabras en la presentación de mi libro
Las vibraciones de la Luz (Ficciones divinas y profanas). Intuiciones II
Festival VISTA. Diciembre de 2016
Hablar de los temas de la ciencia, y asimismo de algunos roces con la teología y la filosofía, solo lo puedo hacer, en este libro de Las vibraciones de la Luz (Ficciones divinas y profanas). Intuiciones II, desde una perspectiva de ficción, desde la literatura, digo, puesto que no soy ni teólogo ni científico, ni especialista en nada que no sea la palabra. Y lo hago muy a mi manera; es decir, a la manera de una locura en la que muchas veces termina la literatura. Así, la especulación suele ser un argumento maravilloso cuando se quieren decir cosas sin complicarnos la vida, solo con la responsabilidad de aquel que puede aspirar a “la razón de la mentira poética”.
De esta manera, empiezo hablando de Dios con una postura aclaratoria: “Mi Dios aquí no es nada religioso (ni católico, ni judío, ni islámico ni tampoco se encuentra dentro de los cánones o preceptos de las religiones protestantes), y esto ya lo dije desde mi primer libro de Intuiciones, titulado La penumbra de Dios (De la Creación, la Libertad y las Revelaciones). Mi Dios aquí es un concepto de mis propios deseos; ese es el Dios que yo quiero y al Dios que le pido y al Dios que espero, a ‘mi Dios imaginario’”. Y está en este libro, y yo lo apruebo.
Lo que trato de decir en mi libro sobre la divinidad son mis deseos interiores, que muchas veces se me han convertido en realidad corpórea. Mi Dios funciona porque yo funciono. En esto Él depende de mí como yo dependo de Él. Dios así está sobre mis hombros y camina conmigo, y muchas veces —con su increíble visión de mensajes intuitivos— me alumbra el camino; otras me deja en la más profunda oscuridad para que yo mismo tome mis decisiones, basándome en la experiencia que he tenido y en la intuición que pueda llegarme de Él, y es que me da la libertad (el libre albedrío) para yo decidir, aun cuando siempre sé que está conmigo. Es un Dios, no “demócrata” pero sí democrático, ampliamente consecuente e irradiador de un libre-pensamiento.
Como sabrán ya, todo es un juego (y yo considero al juego como una de las cosas más serias y reales en relación con el gran misterio que es Dios). En lo lúdico literario, Dios tiene asimismo su lugar, su importante lugar por cuanto es un concepto. Y desde la perspectiva de la conciencia —mediante el tratamiento que los doctores Robert Lanza y Bob Berman le dan a la misma en su libro Biocentrismo. La vida y la conciencia como claves para comprender la naturaleza del universo—, pues esto me viene excelentemente bien para darle mucha más seriedad a mi juego de la existencia de Dios si sustituimos la palabra “Dios” por la de “Conciencia Universal”. Es decir, como descubren estos doctores citados: “No es la materia, la que crea la vida y la conciencia, sino al revés; es la conciencia y la vida la que crean la materia”.
La literatura posibilita el juego de la especulación, la sugerencia; el hecho de decir cosas desde la ficción y la intuición que después, muchas veces, se convierten en realidad objetiva, corpórea. En este juego literario que también toma gran parte de mi libro, Las vibraciones de la Luz, podríamos descubrir que, en efecto, la luz no es solo la que brilla y se ve, sino además la oscuridad, que es la luz invisible que no vemos materializarse porque aún el ser humano no ha evolucionado tanto (o sea no ha mutado lo suficiente) como para desentrañar las cosas a nuestro alrededor desde una perspectiva positiva. Pero esa luz invisible la tenemos por dentro, desde nuestro presente íntimo, y si en realidad evolucionamos con una fe positiva de buena voluntad, entonces esa luz interior nos ilumina el camino y llegaremos o podremos ya tener la visión necesaria para saber dónde estamos y hacia dónde vamos.
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De igual manera, el sonido tiene una potencialidad originaria, primordial, en relación con el surgimiento del ser. Y esto no es de ahora, sino que viene desde los pitagóricos en Grecia. Todos sabemos que la música es matemática también. Y Pitágoras le enseñó a sus discípulos cómo conocer el universo desde la belleza originaria de nuestra conciencia, al intuir que todos estamos interconectados con el cosmos, que es el orden mismo de todo el espacio sideral. Y con esa intuición, Pitágoras supo descubrir que los planetas tienen sus sonidos característicos que, cuando los llegamos a escuchar, entendemos y sabemos que esa es la música de las esferas. Hoy en día ya los podemos escuchar porque la NASA los grabó durante la puesta en el espacio exterior del Voyager 1 y el Voyager 2, que con instrumentos especiales pudieron decodificar las frecuencias de sonidos que están dentro de las ondas electromagnéticas de los astros. Pero esto ya se sabía desde hace unos cuantos años; lo que pienso que es nuevo, y es la proposición que intento dar en mi libro, es que esos sonidos emitidos por los planetas a nosotros nos pueden funcionar más como música dodecafónica y/o serial, una música creada por Arnold Schoenberg (Viena, 13 de septiembre de 1874 – Los Ángeles, 13 de julio de 1951), en la cual las notas tienen todas la misma equivalencia y no existe una dominante, una nota central que dé la clave del tono. En fin, yo he apostado a la música dodecafónica, compuesta —por ejemplo— por el compositor clásico Aurelio de la Vega, cuyas obras me atreví a comparar con la afinación sonora de distintos planetas (escuchándola por YouTube) y pude comprobar cómo el sonido en acordes de esos astros servían como plataforma sónica de diversas creaciones de De la Vega. De todo esto hablo también en mi libro, Las vibraciones de la Luz (Ficciones divinas y profanas). Intuiciones II, pues me atreví a escribir un ensayo, titulado: “Aurelio de la Vega y la música de las esferas”.
Siguiendo con la problemática del sonido, me di cuenta de algo que yo mismo he padecido, el síntoma del tinnitus. El tinnitus es un zumbido en los oídos, un ruido agudo que a veces semeja un sonido metálico. No es una enfermedad, sino un síntoma. En algunas personas es temporal y en otras permanente. Su causa más común es el haber estado expuesto a un ruido de muchos decibeles: después de un concierto, el sonido estruendoso de las armas de fuego, voladores, etc. En mi caso me percaté de mi propio tinnitus, al leer cosas sobre el sonido. Y en mi libro hay un ensayo dedicado a este fenómeno y lo hago desde la perspectiva de una duda. Y es porque la ciencia médica aún no ha podido dar con una cura para este síntoma con el que se puede vivir, al menos yo ya hace mucho tiempo que lo incorporé a mi vida. Pero para mi mundo literario el tinnitus es una posibilidad de imaginar el éter, en el cual se creyó siempre hasta el surgimiento de Einstein en la Física con su teoría de la Relatividad Especial (1905) y luego con la Relatividad General en 1915. Según los médicos, el tinnitus no proviene del exterior, sino que es interno, se produce en el oído de cada persona, pero para mi mundo literario el tinnitus puede ser la conexión interna nuestra con el sonido agudo de cualquier planeta que más alejado esté de la Tierra. Einstein desechó la existencia del éter, pero hoy en día con la confirmación del bosón de Higgs, se ha llegado a pensar nuevamente en la probabilidad de que este bosón funcione como el éter. Como tanto el tinnitus y el éter son cuestiones aún rodeadas de penumbras, así como también la misma Teoría M o de las supercuerdas espaciales, pues me he dado el lujo de jugar literariamente con estos temas. De aquí que el subtítulo de mi libro sea “Ficciones divinas y profanas”.
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¿Por qué intento decir que los escritos de este libro obedecen —creo— al nuevo concepto de “ensayos de ficción, e incluso a ficciones divinas y profanas”? Pues porque en ellos parto de la literatura; es decir, parto de la especulación y la sugerencia, debido a que no soy especialista ni en ciencia, ni en tecnología, ni en teología o filosofía, pero como escritor también de ficciones puedo darme el lujo de jugar con la connotación de la palabra y de las ideas; puedo darme el lujo de intuir, como mismo intuyeron los pitagóricos, en relación con los planetas, las matemáticas, el alma y la música de las esferas, y que tan acertados estuvieron. Desde esta perspectiva de la ficción creo entonces la posibilidad de sugerir cosas que puedan darse y también que se coinviertan en proposiciones para que los expertos y especialistas analicen y confirmen más adelante, como eso de que la “oscuridad sea una luz invisible”, o de que Dios pase a ser la Conciencia Universal, o del sonido, en el que el tinnitus termine siendo el fluido de las mismas ondas del Big Bang o que asimismo logre confirmarse que las composiciones dodecafónicas conformen la esencia de la resonancia y el eco que mejor acoplen con la música de las esferas.
Y en este libro los ensayos de ficción son divinos porque aluden a las cosas de este mundo que, de una forma u otra, se relacionan con lo espiritual, que dentro de su envoltura material cuentan con toda la potencialidad de una energía transformadora, como pudieran ser la materia y la energía oscuras; una energía como de ámbar que a la hora de manifestarse en palabras puedan expresar las esencias de una cosmogénesis en evolución, progresión de la materia al espíritu. Es hablar de la luz visible que se creó para darle vida a la materia, cuando la luz aquí tiene el sentido pitagórico y platónico de animar todo lo corpóreo conocido y por conocer.
Y asimismo son profanas porque parten de nuestra incidencia como materia en el mismo momento en que fuimos iluminados, en que como materia misma somos capaces de darnos a las posibilidades de la luz sin tener que pertenecer a alguna religión o a instituciones teosóficas; teniendo una fe muy abierta y digna, sin tener que adherirnos a ningún dogma.
Por último, con Las vibraciones de la Luz…, he tratado de ampliar y profundizar un tanto más en mis concepciones sobre lo que mi amiga y doctora en Ciencias Filológicas, Ivette Fuentes de la Paz, ha señalado de él en su proemio, al decir que “la luz y la sombra, la nada y el vacío, la plenitud, el sonido y el silencio, la realidad y el sueño, los espacios intermedios del ensueño, la creación y Dios adquieren la dimensión de una plegaria —y recalca—, como palabras que invocan el amparo de una certera respuesta”. Por supuesto que en Las vibraciones de la Luz hay muchas más cosas, pero estas también las dejo a las búsquedas de ustedes. Muchas gracias.