Literatura. Poesía.
Por Alejandro Drewes.
Después de Casandra
No ha pasado el tiempo
después de Casandra
No hay grandes ejércitos
ni el linaje hay de antiguas
dinastías, ni el piafar
de las caballerías
ni el honor de los héroes
Hoy los Poderes son mucho
más prácticos y el Estado
mide con harto cuidado
costos y beneficios
-alcanza y sobra un poco
de cesio al té de las cinco
un simple tiro en la nuca
sin piedad ni testigos
en una noche sin luna
el silencio y el olvido
de los que abren las puertas
de nuestras pobres
ciudades a oscuras
a otros Caballos de Troya-
***
Camina el viejo
por la alta noche
que pesa sobre Atenas
lo sigue apenas
la otra sombra
trémula de sus perros
nadie acude y sopla
el viento milenario
y sacude la arena
y los antiguos olivos
Apaga ya la dudosa
luz de su lámpara
y dispone tan lerdos
los huesos acaso
para el último sueño
Ayer ha caído al fondo del pluscuamperfecto
Hélène Cixous
Entonces amaba en ti
la barrera de pestañas
el óvalo de una boca
de luz el paso fugaz
entre dos colinas blancas
Fuera la escena de un sueño
un jardín en la nevada
De pequeños dioses grises
que desbaratan el mundo
aquellas risas cascadas
Rumor
Poco queda después
del naufragio, salvar
algunas temblorosas
y radiantes palabras
esas ascuas borrosas
frente al frío final
a las puertas del Orco
Poco queda después:
este mismo camino
de grava, el rumor
de la tromba que vence
a los últimos árboles
aquel anillo de oro
bajo el tiempo y su lodo.
Apenas, nada más.
***
Resta un vasto tiempo
luego y la deriva
fatal de los cuerpos
en el grave mar
del azogue, cifra
cambiante del dios
que acaso sea sueño
de un otro, fantasma
de noches en vela
o sombra de luna
en palio de niebla
Sí, un vasto tiempo
resta, como escarcha
cayendo y cayendo
sobre la espalda
***
Un oscuro trazo
sobre fondo blanco
tal como los signos
es que al agitarse
levemente marcan
la luna entre ramas
de aquel sumi-e:
Así como un soplo
de súbito viento
apaga la llama
y serenamente
dice: todo ha sido
y nada regresa
***
Así el raudo viento
pasando y pasando
flechas invisibles
sobre los pobres
afanes del día
Como el agua
pura que paciente
desgasta su piedra
como el rayo que sabe
su blanco y su hora
entre todas las horas
***
Tras de ti pues, el olvido
cae como la moneda
de oro de la palma
del ciego cae de pronto
como la nieve al verano
sucede o el alto viento
de Dios a la sombra sigue
de los otros, y un círculo
de fuego al imprevisto
fin de la fiesta en palacio:
de todos el último acto
Kotterier
Nacido aquí por alguna
broma extraña de los dioses
y por estas mismas calles
extraviado todavía
Un cielo hay que otra vez
anuncia frío y borrasca
tras el delgado cristal
de un demorado café
Y estos versos que tu mano,
Karin, en aquel lejano
tiempo del Norte una vez
y para siempre escribía:
Till en vän/ A un amigo