Literatura. Crítica.
Por Carlos Penelas.
En una palabra: para parecer un hombre honrado, lo que haced falta es serlo.
Boileau
Tengo sobre el escritorio varios libros para leer. A veces se acumulan. En estos días la situación del país y del mundo me hace leer bastante los diarios. Noticias nacionales – algo así como distintos sainetes mezclados, plagiados y reiterados – y las del mundo. En verdad prefiero la lectura de poesía, el cuento, los ensayos, la crítica literaria. Por supuesto voy al teatro, escucho a Mahler o a Grieg, veo cine. Cine clásico en lo posible. Pero los tiempos son los tiempos. Y en Argentina advertimos, día a día, hora a hora, la descomposición sin límites. Pero sigamos o empecemos con el artículo.
Uno siempre recuerda su infancia, sus juegos, la actitud de una familia. El amor de los padres, la voz de los hermanos, las formas de mirar, la cultura que nos ayuda a comprender el mundo y la vida. A preguntarnos de dónde venimos, adónde vamos, por qué soy como soy, cómo se puede conocer la realidad, descubrir que la historia social y política se halla entremezclada con la historia de la religión…Es allí, en el hogar, en nuestra familia —siempre lo sostengo— donde nacen las emociones, las simpatías, la elegancia, el gusto por la belleza. Las preocupaciones profundas contra las banalidades cotidianas Y el rechazo por lo soez, la chabacanería, lo grosero. La ética que lucha contra el dogmatismo, la demagogia, las tendencias populistas.
Roberto, mi hermano mayor, me decía cuando yo tenía siete u ocho años, que no comprendía de qué se reía la gente ante el cine de Chaplin. La discusión en casa, es necesario comentarlo, giraba entre la genialidad de Charles Chaplin o la de Buster Keaton. Luego se hablaba de Harold Lloyd, de Groucho Marx, de la vanidad de Oliver Hardy o la necedad de Stan Laurel. De allí, recuerdo, el salto a Jacques Tati. A mí, debo confesarlo, me maravillaba Danny Kaye. Y el dúo Dean Martin – Jerry Lewis.
Chaplin tenía entre sus temas escogidos la miseria, la pobreza, el alcoholismo, el amor imposible. El espectador se conmovía, se identificaba con el personaje principal y se reía a carcajadas. A veces boxeador, otras obrero, pintor, dentista, mesero, eterno vagabundo, afrontaba la crueldad de la vida. Junto a él, desde su interior lúcido y sensible, una despreocupación innata y los sueños de evasión. Y un bastón burgués que le daba aire de dignidad.
Chaplin explicaba: “Este personaje tiene múltiples facetas. Es al mismo tiempo un vagabundo, un caballero, un poeta, un soñador, un tipo desamparado…”
Mi padre, mientras tanto, me hablaba de la Guerra Civil Española, de Manuel Murguía de carbonarios, de la masonería, de la música barroca, de la novelística rusa del siglo XIX, de Miguel Ángel, del fascismo y del peronismo…y mis otros hermanos de pintura, de teatro, de jazz, de box, de esgrima, de fútbol, del infinito y lo absoluto. Como Carloncho era el menor, los escuchaba con devoción. Y así la síntesis totalizadora: mens sana in corpore sano.
Valéry cuenta que el pintor Degas “en ocasiones hacía versos y ha dejado algunos deliciosos”. Según narró a Valéry el mismo Degas, un día le dijo Mallarmé: “Su oficio es Infernal. No consigo hacer lo que quiero y sin embargo estoy lleno de ideas”. Y Mallarmé respondió: “No es con las ideas, mi querido Degas, con lo que se hacen los versos. Es con las palabras”.
Mario Benedetti señaló en una conferencia: “Es sabido que los poetas, al menos cuando escriben, no son tímidos. Como bien señaló Aleixandre: “No hay un solo poeta que no modifique el mundo”. Y eso no se perdona fácilmente, ya que la ampliación verosímil es: “No hay un solo poeta que esté conforme con el mundo”. Y claro, eso suele provocar bien entendidos y malentendidos”.
Polibio escribía, a propósito de los ritos romanos, que “en una nación formada sólo por gente sabia sería inútil recurrir a medios como estos, pero como la multitud, por su naturaleza voluble y sometida, tiene pasiones de todo género, deseos irrefrenables, ira violenta, no queda más alternativa que contenerla con aparatos diversos y con temores misteriosos. Por eso creo que los antiguos no introdujeron sin razón en la multitud la fe religiosa y la superstición sobre el Hades, sino que más bien están equivocados quienes buscan eliminarlas de nuestros tiempos…”.
Mucho después, nuestro amado Spinoza escribió en su Tratado teológico político: “Es cierto que el secreto más grande y el máximo interés del régimen monárquico consisten en mantener a los hombres en el engaño y en esconder bajo el especioso nombre de religión el miedo con el que deben tenerse sometidos, para que combatan por su esclavitud como si fuese su salvación. Por otro lado, se verá que, en una comunidad libre, no se podría ni pensar ni intentar nada más funesto”.
Es curioso cómo se va cristalizando en el ser humano la dualidad que marcará el proceso ideológico y fáctico durante décadas e incluso siglos. Demagogos o dictadores llevan esas actitudes dúplices. Con el agravante que lo hacen ante las mismas audiencias, plazas o seguidores. La gran masa le es fiel y no se detiene jamás en el análisis de sus frases o sus proyectos. Además, el poder tiende a la impostura, todo es más eficiente si se practica a oscuras, entre biombos, en alcobas o parques, en cotos lejanos. No es de extrañar que Mickey y Donald sean en estas horas idolatrados en China. O que las espadas toledanas se fabriquen en la tierra de Mao para que los turistas de todo el mundo se lleven un recuerdo ibérico, un aire del Cid, una bacía de Quijote. El obispo español Bernardo Álvarez, Tenerife, declaró que el abuso pedófilo se debe “a que hay menores que lo consienten”; acotando sin respirar “e incluso, si te descuidas, te provocan”. Por otro lado, en Corea del Sur, el noventa por ciento de la población tiene acceso a banda ancha. Eso significa que hay millones de usuarios obsesionados hasta casos de muerte frente a la pantalla. Crearon un complejo especializado (mitad campamento, mitad clínica terapéutica) para intentar recuperar a casi dos millones. Un dato, sin duda. Mientras tanto bosnios y serbios, judíos y palestinos, indios y pakistaníes, rumanos y polacos, alemanes y africanos, Putin y su Partido hacen lo suyo. Por estas razones el Times eligió a Putin “hombre del año 2007”. Y ahora se viene la Copa Mundial Qatar 2022. Y desaparecen los genocidios y la mano pegada a la cartuchera, a lo Wayne. Sí, eso ocurrió hace tiempo. Pero todo vuelve, como Francisco con sus glosas evangélicas, la historia de la Universidad Católica de Tegucigalpa, los fondos de inversión en Londres, el Banco del Espíritu Santo o la pedofilia eclesiástica. Política y moral. Así sea.
Tanto en Quintiliano como en Cicerón la oratoria tenía un ideal, era alguien que enseña la virtud y trabaja por el bien del país. Había un interés humanista en sus teorías estilísticas. Erasmo, lo mismo que otros de su tiempo preocupados por la educación, utiliza la obra de Quintiliano como modelo de formar al hombre en la sabiduría y la virtud. La expresión que utiliza Quintiliano es la que el orador ha de ser “un hombre bueno diestro con la palabra”.
Mi hermano mayor, obsesivo como todos nosotros, me llevaba al cine y me hablaba de Chaplin. Eternamente perseguido por la policía, era todo un símbolo de lo que representaba el orden. Chaplin supo contradecir el sueño americano y describir lo miserable y la miseria de los buscadores de oro. En la agudeza de su mirada el mundo poético. “En este mundo hay lugar para todos”, suelta el barbero judío como un mensaje de fraternidad en El gran dictador. La comedia burlesca me sigue apasionando. Como el recuerdo de aquellas tardes en el cine de barrio. En este agosto mi hijo Emiliano – el cineasta no Lisandro, el actor – dará un ciclo sobre Panahi, Panahi Libre.
Ahora, son mis nietos los que me guían con sus fantasías, sus ensueños, sus juegos. Lo lúdico nos acompaña, nos persigue, nos guía. Y otra vez escuchamos la voz de los mayores, digo, de lo clásico, de lo eterno. Nos siguen hablando de lo estético, de la virtud, del destino.
Estimado lector, una vez más mi amado Boileau: “Todos los hombres están locos y, pese a sus cuidados, sólo se diferencias en que unos están más locos que otros”. Nos estamos viendo.
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