Danza y poesía en el Festival VISTA, de Miami

Written by on 08/12/2019 in Danza, Literatura, Poesia, Promocion - No comments
Literatura. Poesía. Danza. Promoción.
Por Palabra Abierta.
14 de diciembre, a las 8:30 p.m.
Danza y poesia, una unidad indivisible”
(Fragmento)
Por Jesús Dueñas Becerra

La ensayista, crítica y narradora habanera —influida por los criterios de don José Ortega y Gasset (1883-1955) — percibe el arte escénico como punto de encuentro donde confluyen la pintura, la música y la poesía.

Los críticos de arte estamos completamente de acuerdo en que existe una estrecha relación entre poesía y danza y ese vínculo tiene su génesis desde los albores mismos de la humanidad, porque la poesía y la danza nacen y crecen en el componente espiritual del inconsciente freudiano, y además, acarician no solo la mente y el alma del homo sapiens, sino también sensibilizan a quienes amamos, con todas las fuerzas de nuestro ser, el arte de las puntas y ese género literario cultivado por el poeta mayor de la patria grande latinoamericana.

De acuerdo con un aforismo oriental: «un libro es un cerebro que piensa, y un corazón que siente». A eso, precisamente, nos convoca la doctora Ivette Fuentes de la Paz: a pensar y sentir, simultáneamente, la danza y la poesía, las dos alas del colibrí martiano.
Danza y poesía. Para una poética del movimiento es —sin duda— una obra de referencia para la cultura general y de obligada lectura para profesionales vinculados a las disciplinas artístico-literarias.

 

Hacia una poética del movimiento:
la seguridad de que una idea puede ser danzada
Capítulo I de Danza y poesía
(Fragmento)
Por Ivette Fuentes de la Paz

Dijo el filósofo alemán F. Schelling que “la materia (…) tiende a una configuración regular y tiende, sin saberlo, a una forma puramente estereométrica”[1] y también que “a las estrellas les son innatas una aritmética y una geometría sublimes”[2]. Es así que la materia tiende a una conformación regular que sublima en el orden cósmico. Tender es ir hacia algo, y en esa aspiración ya se dibuja un movimiento. Así vemos que en la tendencia de la materia a configurar un orden entre sus partes, a diseñar la geometría perfecta de las estrellas, está la decisión de progresar. Dijo el Padre Pierre Teilhard de Chardin sobre el cosmos que es “…la lenta, pero progresiva reunión de una conciencia difusa, escapando, gradualmente, a las condiciones “materiales” con que la oculta, secundariamente, un estado inicial de extrema pluralidad”.[3] Y ya tenemos más. Asumimos en la regularidad la cohesión de una conciencia, la síntesis de una diversidad en lo unitario, movimiento que persigue el ordenamiento del caos originario, la disposición mesurada y armónica de su materialidad. Así llegamos al sentido del cosmos entendido por el antiguo pensamiento griego como “orden de la danza”, desplazamiento de las partes en pos de la unidad. Para Platón era la “geometría sublime” del cosmos el Bien, o sea, el mejor orden posible, donde los círculos de lo Mismo y de lo Otro se tocan por sus movimientos para crear las cosas que resultan de él. Así el movimiento engendra siguiendo el movimiento de los “coros de la danza” de los astros. La creación es un movimiento de perfección; la perfección es el significado íntimo del movimiento; la danza, como creación es un movimiento significativo.

En Danza, el movimiento significativo indica dos elementos básicos: la plasticidad –desplazamiento espacial, estiramiento del punto inicial del diseño-, y la verticalidad –aspiración al vuelo. Ambos generarán dos principios fundamentales en la estética danzaria: el principio del constante crecimiento y el principio del desarrollo.[4] La prolongación dada en la plasticidad de la acción, y el desarrollo, desplazamiento de esta acción hacia un objetivo, hacen pensar en una densidad de volumen que permita o impida los deslizamientos. La impulsión y la resistencia a vencer indican el tercer principio en la lucha de opuestos.

La armonía y el orden a los que aspira el movimiento como sostén de los principios danzarios, es el empeño del arte por borrar los márgenes diferenciadores con la realidad y difuminar las costuras del reflejo. Tal es el sentido de la “mímesis”, base de la originalidad.

Si la intención del arte es la integración armónica con la naturaleza y la identificación del movimiento humano con la Trama total, será indispensable hallar el ritmo adecuado, el paso preciso que concuerde, el tono que se sume a la coralidad: el hallazgo de la euritmia. Y es el ritmo como apoyo del movimiento integrador, el que mancomuna el ser artístico en su generalidad.

El enlace entre las artes tiene que ver con la esencia primordial que los aúna, con la aspiración del hombre por alcanzar el ser del universo, de sumarse a la infinitud de las proporciones, de sentirse partícipe de la naturaleza que lo centra. Es el ritmo que convoca la fluctuaciones del movimiento, las misma “impulsiones rimadas” hacia su respuesta, hacia su superación más allá del espacio confinado a su existencia.

La Danza, como suprema expresión de movimiento, permea las artes en su cualidad rítmica. Las formas elementales de apreciación estética: ritmo, melodía, armonía, como vías y modos de concreción artística, coinciden en todas las manifestaciones del arte.

Notas del fragmento:

[1] Friedrich von Schelling: La relación de las artes figurativas con la naturaleza. Ediciones Aguilar, Madrid, 1954. p.39

[2] Ibidem

[3] Pierre Teilhard de Chardin: La energía humana. Taurus Ediciones, Madrid, 1967 p.65

[4] Para nuestro análisis nos apoyamos en algunos de los principios enunciados por el coreógrafo, bailarín y profesor cubano Ramiro Guerra en su artículo “Leyes de la didáctica y la técnica de la danza moderna”, publicado en Fundamentos de la danza, libro escrito en colaboración con los autores Elfrida Mahler, y José Limón (Editorial Orbe, La Habana, 1978) y que con gran acierto ha continuado desarrollando en posteriores ensayos sobre estética de la  Danza.

 

 

 

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