Literatura. Periodismo. Ensayo.
Por Manuel Gayol Mecías…
Sí y no. Esta expresión que da título a mi ponencia se ha conocido siempre afirmativamente dentro del periodismo; y reconozco que ahí puede ser válida. Sin embargo, en el lenguaje literario no lo veo así, sino al revés: “mil palabras valen más que una imagen”. Me explico.
El periodismo (en el mundo occidental, aclaro, y dentro de los países libres; por lo que nunca hablo del periodismo que se ha realizado y realiza en Cuba), el periodismo, repito, puede ser un gran aliado de la literatura, pero también tiene diferencias sustanciales con ella. Ambas manejan el lenguaje para la comunicación, pero con diferentes objetivos y distintas dimensiones. Los dos, literatura y periodismo, aunque a veces se mezclan por las técnicas al uso, tienen bien delimitados sus campos. Veamos: una novela puede ser contada desde diferentes puntos de vista, según el uso de la técnica que use el autor. Podría ser una novela que se narre usando técnicas de entrevistas que puede emplear un reportero, o la grabación de un protagonista que va contando su propia vida (biografía) o un pasaje de su vida, o simplemente se narre un hecho como testigo que se haya sido. El caso es que el periodismo le ofrece a la literatura sus técnicas y viceversa.
Pero ¿dónde se encuentran sus diferencias más notables? Empezaré por decir que es —primero que todo— en el lenguaje: el periodismo se reconoce por una manera de decir llana, si se quiere hasta podemos añadir que simple, clara; es un lenguaje denotativo (que indica, anuncia, significa algo objetivamente). Lo que se conoce normalmente como “un lenguaje de la realidad”, pero yo añadiría: un lenguaje de lo corpóreo. Por ello, todo lo que el periodismo trabaja y comunica es real objetivo, concreto, cierto. Es la vida que vivimos y lo que se halla a nuestro alrededor.
La literatura (novela, cuento, poesía, crítica e incluso ensayo), por su parte, trabaja con un lenguaje connotativo (es decir, un lenguaje que “conlleva, además de su significado propio o específico, otro de tipo expresivo o apelativo”, según el Diccionario de la Real Academia). Es donde se puede hacer ficción y realidad, por separado y/o al mismo tiempo. En este sentido, una crónica de color, o de viaje, digamos, la descripción de lugares turísticos, puede asimilar un lenguaje hasta cierto punto connotativo, pero nunca tanto que no haga que lo que se escribe se salga de la realidad. Aquí, el periodismo usa cierto lenguaje connotativo, repito (metáforas, imágenes, símiles, etc.), pero al mismo tiempo no se aparta de la denotación de la realidad que está describiendo. En una crónica de color, no hay ficción pero sí hay belleza, y eso, además de ser periodismo, es también literatura.
Un ejemplo de la diferencia activa y pasiva entre palabra e imagen, lo dio Gabriel García Márquez en una entrevista que le hicieron alguna vez (y voy a tratar con mi recuerdo de acercarme a ese concepto), en relación con el problema de la pasividad del observador y la recepción activa del lector. Se trató de por qué no vendía su novela Cien años de soledad al cine, y explicó algo así como que si su novela aparecía en el cine, todo el mundo tendría la misma imagen de Macondo, y Cien años de soledad se reduciría a una visión y lectura pasiva por parte del receptor, mientras que si continuaba siendo solamente una obra literaria, entonces su valor sería perenne porque tendría infinidad de re-creaciones en las diferentes mentes de los lectores.
Esto de la imagen visual y la palabra no quiere decir que el periodismo sea menos humano ni menos creativo que la literatura, sino que son dos dimensiones diferentes, que se nutren una a otra. Por ello un periodista puede ser un escritor de novela, o un poeta, y de alguna manera lo que hará será usar su habilidad de las técnicas periodísticas en sus obras; y viceversa, un escritor de ficción (novelista, poeta, etc.) puede perfectamente trabajar como periodista, solo que sabiendo siempre dónde están los linderos entre uno y otro género.
Hasta cierto punto, otra diferencia es el receptor. El periodismo es para una recepción diaria, que consume el tiempo presente. La literatura, sin embargo, busca una recepción en el presente y en el futuro, partiendo muchas veces desde el pasado. El objetivo del autor literario es que su obra perdure para poder ser leído siempre, a partir de que sale su libro, digamos, el presente, y guarda la esperanza de ser leído en el futuro. No obstante, hay noticias e investigaciones periodísticas que ya son históricas y, por alguna razón, se retoman otra vez, debido a que salen nuevas aristas del caso. Por ejemplo, el atentado en Argentina contra la AMIA, hace 20 años, y que hoy en día ha vuelto a tomar realce con la muerte (por suicidio o por asesinato) del fiscal argentino Alberto Nisman, quien murió el día antes de que él mismo iba a presentar las pruebas en contra de la presidenta Cristina Fernández como una supuesta cómplice encubridora de los aparentemente asesinos iraníes.
Otra gran diferencia es que el periodismo comunica e informa y puede mantener despierta la conciencia crítica del receptor, mientras que la literatura comunica, puede informar asimismo pero además entretiene y más importante aún: conlleva en lo fundamental una esencia sensible de valores universales, además de contar una historia que puede ser ficticia pero asimismo puede ser una historia real, como lo puede hacer también el periodismo narrativo a modo de un testimonio, una biografía, un reportaje y que, en realidad, se confunde con el género de la novela; ¿o quizás podríamos decir que pudiera ser una novela periodística?… Yo pienso que sí; aun cuando en definitiva para el creador, a la hora de escribir, no importa en lo absoluto qué género es en el que está creando, simplemente escribe hasta terminar su obra.
En relación con las afinidades, a mi modo de ver, son varias que se confunden, tales como la belleza del lenguaje: escribir crónicas de viaje; reportajes, testimonios, periodismo cultural, investigación (tanto literaria como periodística), el interés por la Historia, por la política, la posibilidad de revestir la realidad concreta del día a día con belleza y ética es también común a la literatura, cuando un escritor/a escribe en forma de diario, por ejemplo. Pienso de pronto en el dramático y revelador reportaje que fue y es el Diario de Ana Frank. Eso es buen periodismo y eso es buena literatura.
[Ponencia presentada por el autor en el primer encuentro del Club del Pensamiento Crítico,
en la Biblioteca de Huntington Park, sábado 31 de enero de 2015]
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