Es la noche, casi siempre, la que me toma de la mano
y hace que en tu voz me transporte a un mundo ilusionado
que se esconde de alguna forma en el lino de mi almohada.
Son las notas de boleros las que escucho, canciones
que no han perdido su elegancia, y que como las ramas
del árbol que golpea mi ventana tal parece que me cantan.
En un instante apareces y ya no tengo que llamarte
porque te tengo para siempre, contigo en la distancia,
atrapada en viejas grabaciones que tejen el romance
nunca ido, melodioso de tus palabras calladas.
Eramos libres cuando por primera vez te oi cantar
en aquel radio que en mi casa tenían en la sala
y fue entonces que hice entrada a ese cosmos de boleros
y canciones que ha sido imposible y dificil de olvidar.
En tu voz supe como fue posible conocer la aurora
en el bello amancer, al comienzo de mi vida,
cuando todo era tierno, ilusión jamás imaginada,
sin preocuparnos en la noche que llegara la mañana.
Tus canciones fueron flores que brotaron de esa noche,
como hacen las estrellas que le cantan a la luna,
y que fuimos cultivando en los jardines de tu voz
que tenia mil matices, y cantaban de amores,
de mentiras y pasiones y despechos que quemaban
muy profundo en el alma, como casi siempre pasa
inadvertido y sin pensarlo, prisioneros de un amor.
Hoy todo lo recuerdo, hasta cuando miénteme dijiste,
me acostumbraste a todas esas cosas del amar
y así me he resisitido a creer que ya te fuiste
y dejaste incompleto un bolero sin grabar.
15 de julio de 2010,
a tres días de su fallecimiento
Metamorfosis
Miramos una vez por la ventana pensando que era el día
cuando estallaban muchos gritos que por la calle corrían
como queriendo despertar y ahuyentar las sombras
de aquella noche que no quería despertarse todavía.
Fueron muchos, miles, clamoreos de arrebato y de alegría
que en ese día se abrieron a la vida después del tiempo
de vivir acorralados en un llanto por el miedo controlado.
Era aquel nuevo amanecer por el que se había esperado
hacía mucho tiempo, quizás siglos, donde habitaban
mariposas deseosas de romper las frágiles crisálidas
y volar en nuevas flores buscando ilusiones y esperanzas.
Del silencio de la noche brotaron las canciones y consignas
que cantaron y bailaron las comparsas de una ansiada libertad,
carnavales desbocados en fieras y ciegas multitudes,
incapaces de abrir los ojos y enfrentar la nueva realidad.
Casi de la nada, de la tierra, surgieron nuevas llagas
y todo comenzó a dolernos con mil dudas en el alma,
una espada que clavada era un fuego que quemaba
cada vez que las descargas, letanias envueltas en palabras,
verborrea excremental, putrida melcocha, eran derramadas
en oídos de corderos inocentes, no dispuestos a pensar.
Como en tiempos del Egipto, las plagas descendieron
fulminantes, paredones de concreto se incrustaron
con las vidas opuestas a ceder a los designios imperiales
del nuevo faraón, obstinado en convertirse en nuevo dios.
Los portales de las casas en las noches se volvieron a apagar
y las palmas, temblorosas, presintiendo una tragedia avisada
comezaron a achicarse, espantadas, temerosas de crecer.
En las playas de marfil donde el mar le hacía el amor al sol
se trazaban indelebles cicatrices, crueles surcos en la arena,
lágrimas que en el océano se alejaban en busca de un crisol,
mientras se formaban largas, infinitas filas como serpentinas
en cubículos extranjeros pidiendo la limosna de una entrada
a mundo diferente, bien distante de la horrible alborada.
En las pistas tronaron los motores en un adiós definitvo
que buscaba en las nubes alcanzar cualquier estrella
que les diera refugio en su galaxia y volver a comenzar.
Ya la espuma blanca de las olas tenía los matices del rubí,
sangre amarga y desventurada, trágica mermelada
de guayaba que había perdido toda su fragancia y su dulzor
en las garras que rompían día a día los cristales de la vida
al cerrar todas las vías con alambres que horizontes obstruían
convirtiendo una isla prisionera, destruida en su dolor.
La suerte estaba echada en una transformación completa
y apagado para siempre nunca más se oyó vibrar el son,
solo música de una marimba de barrotes al ritmo de bayonetas,
la luna se volvió oscura y más nunca volvió a salir el sol.
Yo no sé qué son los recuerdos y no sabría definirlos
pues es algo que se siente muy adentro y eso es un misterio.
Solo sé que este corazon se resiste tercamente
despues de tanto tiempo, convertido en infinito,
a olvidar todo lo que un día fue aquel momento
de mi vida, tan grande como es hoy el firmamento.
Solo sé que mi mente se aferra a unas imagenes
que solo guardan la belleza y desechan
lo que un dia amargamente fue doloroso para mí.
Solo recuerdo la suave caricia de una canción de madrugada,
la letra que un día escuché en alguna esquina de La Habana
y la sensación de una noche de amores y entrega
al despertarme al otro día en la mañana.
Cuando algo llega al corazón, lo más aspero
deja de serlo y se convierte en algo bello.
Cuando recuerdo las canciones de una noche inolvidable
me quedo prácticamente sin decir nada
porque la voz de una Lupe, o una Olga, o una Celia
me lo han dicho todo en sus boleros y guarachas.
No entiendo esta distancia que me parece tan absurda
y algunas veces dejo que la tristeza se apodere de mi alma,
pero no es odio lo que siento por aquellos que me impiden la llegada,
el regreso a aquel mundo que una vez fue mío
y que sin piedad me fue arrebatado dejándome desnudo.
Es mas bien lastima, porque no saben que en el recuerdo
yo he creado un paraíso y que nunca lo he perdido,
porque perderlo sería quedarme para siempre en el infierno.
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