Política, Crítica.
Por Roberto Álvarez Quiñones…
Multitudes de cubanos miembros de los CDR, las Milicias de Tropas Territoriales y hasta del Partido Comunista dando vítores espontáneos al Presidente de los Estados Unidos mientras pasea sonriente por las calles de La Habana acompañado de Raúl Castro, habría sido buen tema de un cuento de ciencia ficción hace muy poco tiempo, y rápidamente censurado por “contrarrevolucionario”.
Sin embargo, el próximo lunes 21 será realidad. Claro, no hay que sacar conclusiones a priori porque pueden ser erróneas. Esta visita del líder del “imperio yanqui” y representante mayor del “enemigo”, sin que el Gobierno de la isla haya hecho avance alguno en materia de derechos humanos—sino todo lo contrario–, será la mayor victoria política del castrismo en toda su historia.
Ya el diario Granma, al comenzar a festejar, precisó que la visita presidencial norteamericana es el mejor reconocimiento de que en Cuba “no hay violación de los derechos humanos”, y que la legitimidad que le da finalmente Washington a la “revolución” ha sido el producto natural de la heroica lucha y resistencia del pueblo cubano a la política de agresiones y hostigamiento de EE.UU., etc.
O sea, no hay duda posible. De no ocurrir una gran sorpresa, el viaje a Cuba del mandatario estadounidense no dejará mucho trigo que digamos a los cubanos de a pie.
No pocos alegan que llevará un mensaje de aliento a los cubanos y que en las narices de la élite dictatorial hablará de democracia y del derecho de los cubanos a las libertades ciudadanas de que hoy carecen.
Aunque no creo que Obama lo haga públicamente, si lo hace, formidable. Pero si disidentes logran organizar una pequeña manifestación en algún lugar lejos del Presidente (no tendrán acceso a las inmediaciones de su comitiva), y gritan “Libertad”, “Libertad”, los esbirros les caerán encima a golpes, no importa que esté en la capital Obama, o Mazzantini el Torero. Lo hicieron en Panamá mientras un sonriente Obama conversaba con el dictador cubano.
Y tan pronto el Presidente abandone la isla el general Castro reiterará que el “bloqueo” sigue intacto, que la “revolución” no se va a desviar de su camino “independiente y soberano hacia el socialismo”, y que las banderas del Moncada y la Sierra Maestra jamás serán arriadas, etc.
Y con toda seguridad desde la inquisidora oficina de Machado Ventura les llegará a todos los núcleos del PCC un documento “interno” explicando que la visita se debió a que Obama es negro y de izquierda, pero que todo eso va a cambiar cuando deje la Casa Blanca dentro de 10 meses, sobre todo si el nuevo Presidente es un republicano.
El muro estalinista
Tal vez el principal embullo de muchos con esta visita radica en que impulsará (dicen) tanto las relaciones bilaterales y el contacto masivo de estadounidenses con la población que se abrirán espacios a la iniciativa privada, se erosionará el control estatal de la economía, y el país derivará hacia el capitalismo por la vía del contagio y la “contaminación”.
Es un escenario muy deseable, pero poco realista. Ciertamente con la avalancha de turistas y visitantes de EE.UU. – siempre limitada por la insuficiente capacidad hotelera– los cuentapropistas tendrán más clientes, y el Gobierno podrá importar más alimentos y bienes de consumo al tener más dinero. Pero eso no mejorará mucho el atraso y bajísimo nivel de vida en general de la población.
Lo que pasa es que, con “bloqueo” o sin él, para que la gente salga de la pobreza el régimen tiene que derribar el muro de las leyes estalinistas vigentes que prohíben a los cubanos invertir en su propio país y crear capital privado. Debe unificar las dos monedas, crear un amplio mercado mayorista, dejar que los cuentapropistas puedan importar y exportar y hacer negocios no sólo con el Estado, sino libremente, incluyendo las empresas extranjeras.
No puede haber un pujante sector privado cubano si sólo se permite la existencia de “timbiriches” de servicios artesanales que ya existían en los tiempos de Cristóbal Colón. Y debe permitirse que los profesionales universitarios presten sus servicios privadamente.
Salarios muy bajos
Para una efectiva conexión comercial e inversionista con EE.UU. la destartalada economía cubana no cuenta con infraestructura en viales, transporte, telecomunicaciones, financiera, ni en ninguna otra rama económica. También los Castro tienen que reconocer jurídicamente la propiedad privada, dar garantías a los inversionistas extranjeros y dejarlos que contraten directamente sus trabajadores.
Ante todo tiene que haber un mercado nacional que hoy no existe. Se deben unificar las dos monedas (CUC y CUP) y triplicar o cuadruplicar el salario promedio de 24 dólares mensuales, que es la mitad del vigente en Haití.
¿Cuántos tractores Oggún cree la compañía estadounidense Cleber LLC que va a vender en Cuba a $10,000 dólares cada uno, cuando los produzca en la isla? Al parecer sus propietarios, Horace Clemmons y Saúl Berenthal, lo que quieren es exportarlos a bajo precio, aprovechando la mano de obra más barata de Occidente.
La nación requiere de un espectacular aumento de la productividad y nuevas tecnologías para incrementar el Producto Interno Bruto con la producción de bienes y servicios –sin exportar médicos como esclavos para apropiarse de sus sueldos–, lo cual sólo será posible si se liberan las fuerzas productivas, cosa a la que se niega la dictadura.
Muchos ‘paladares’, pero…
Es verdad que hay muchos “paladares”. Eso es alentador. Pero el Gobierno se niega a darles personalidad jurídica. No los reconoce ante la ley como negocios privados, sino que operan como “vendedores de alimentos” con una “licencia para trabajar por cuenta propia” que puede ser revocada. En los últimos cinco meses de 2015 se le retiraron sus licencias a 8,213 cuentapropistas de distintas actividades y se redujo de 504,613 a 496,400 el número de ellos, según datos del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social.
Además de ser asfixiados con impuestos abusivos, quienes gestionan los pequeños restaurantes, y todos los cuentapropistas, al no existir un mercado mayorista adquieren sus suministros en la red minorista estatal o en el mercado negro. Así el costo es muy elevado y ellos tienen que pasar parte de ese costo adicional a los precios. Eso afecta la demanda y no obtienen la ganancia que lograrían comprando suministros al por mayor.
Capitalismo de Estado autoritario
En resumen, mientras la nación sea una finca privada de los hermanos Castro y sus familias, administrada por los militares y la alta burocracia del PCC, ahora con el dulce apoyo internacional encabezado por Estados Unidos, no va a haber cambios verdaderos en Cuba. Lo peor es que ya se gesta una autocracia cívico-militar que trascienda la partida biológica de los hermanos Castro.
Y no se trata de una elucubración de la “mafia de Miami”. Lo admitió en diciembre pasado el Vicepresidente del Gobierno y ministro de Economía, coronel Marino Murillo, quien dijo sin tapujos a los diputados nacionales que el régimen no quiere que “los cuentapropistas operen individualmente”, sino que se unan en cooperativas, en locales del Estado (y controladas por el Gobierno).
Murillo adelantó que esas cooperativas tendrán prioridad en el acceso al mercado mayorista cuando éste “se pueda crear”, y disfrutarán de impuestos bajos, algo de lo cual no se beneficiarán los cuentapropistas que operen individualmente.
Más claro ni el agua: la cúpula dictatorial quiere impedir que los cuentapropistas prosperen y se conviertan en capitalistas que compitan con la casta político-militar que ya domina el 80% de la economía y que instala poco a poco su modelo de capitalismo de Estado autoritario.
¿Encaja esta estrategia raulista con el empoderamiento de los “emprendedores” y el progreso económico-social de los cubanos de que habla Obama?