Literatura. Crítica.
Por Waldo González López
Agradezco a sus editores el recibo del Anuario de la Revista Literaria Baquiana (primer número del 2021, que recoge lo publicado en las dos versiones digitales del 2020), cuando al fin parece avizorarse el fin del malhadado Covid 19, y evoco dos textos que son antecedentes a la actual pandemia, pues fueron las más agresivas acaecidas en Europa siglos atrás.
En primer lugar, la medieval del siglo XIV contada por el brillante escritor y humanista Giovanni Boccaccio (?, 1313-Certaldo, Italia, 1375, padre de la literatura italiana) en El Decamerón (Decamerone), cuyos cien relatos y novelas cortas —con sus temas imperecederos: amor, inteligencia y fortuna— fueron el centro de la peste bubónica que, en 1348, golpeara a la mítica ciudad italiana de Firenze o Florencia que, abordada con su genial humor por el brillante narrador, resultan lecciones vitales para la humanidad que otra vez, desde el 2020, sufre el Covid 19.
El otro volumen es Diario del año de la Peste, del clásico narrador inglés Daniel Defoe (1660-1731), quien, considerado uno de los grandes narradores occidentales y primer periodista, publicara el Diario… en 1772, un trienio después de dar a las prensas su universal Robinson Crusoe. En su Diario…, aborda la plaga acontecida en la Londres de 1664, cuando contaba cinco años el futuro narrador, pero, basado en los recuerdos recogidos en el Diario de su tío Henry Defoe, escribiría esta magnífica narración, sobre los dramas acontecidos en esa ciudad, durante la gran plaga.
BAQUIANA, AÑO 21: SU REVIVAL
En su Carta Editorial, la poeta, narradora, dramaturga y Directora del Consejo de Redacción, Maricel Mayor Marsán, puntualiza aspectos que, en no pocas ocasiones, olvidan ¿solo algunos? políticos miamenses, como, entre otros: «[…] la cultura no debe desaparecer. Tampoco debe ser relegada a un plano inferior o de no esencialidad [porque] es fundamental para el desarrollo integral de la humanidad».
En este no. 21 de Baquiana (uno de cuyos mayores logros es haber permanecido durante dos décadas, sin apoyo de ninguna institución cultural; solo con el dinero y el esfuerzo de sus editores), aparecen los textos publicados, durante el 2020 en su versión digital por 37 autores de Latinoamérica, España y EUA, cuya variopinta gama enriquece la revista: poetas, narradores, ensayistas, dramaturgos, periodistas, fotógrafos, cineastas y artistas plásticos, entre otros especialistas. De tal suerte, a continuación paso revista a los textos que integran el contenido de este inicial número que confirma la consecuente calidad de Baquiana.
Poesía, como siempre, inaugura la publicación con logrados versos de las mexicanas Elvia Ardalani (muy bien por su poema erótico «Para amarte») y Kari Cerda; los cubanos Luis Beiro y Rigoberto Díaz (de quien, a petición suya, escribí el prólogo para su decimario Bajo la piel del silencio, recién publicado por Ediciones Iliada, en Alemania), ambos residentes en R. Dominicana y La Florida; el chileno Santiago Daydí, el norteamericano Jaime M. Ferrán, los españoles Domingo I. García, Marta López, Ana y Margarita Merino.
Reseña ofrece «La novela histórica 1314, La venganza del templario, de Francisco Javier Illán Vivas», a cargo de Gema Bocardo, sin duda, un sólido texto que devela este tópico no muy analizado en las letras, aunque sí en la cinematografia hispana ocasionalmente.
Otra propuesta singular es la de Humberto López Cruz: «Cuba Representaciones del Infierno en la literatura de Amir Valle» sobre el libro de Annarella O’Mahony, quien reúne una selección de textos en torno al destacado narrador y periodista cubano, cuyas obras son prohibidas en la Isla-Cárcel, hasta poco tiempo atrás aherrojada por el castrismo y ahora por la familia del tirano y su hermano, tan malévolo y asesino como él, por su vil asesinato de los jóvenes pilotos de Hermanos al Rescate. Se trata, a no dudarlo, de un título significativo, por cuanto Amir es un nombre decisivo en las letras cubanas por sus novelas, cuentos y testimonios.
Le sigue «La buena suerte, de Rosa Montero, definida como «una novela para meditar» por la propia Maricel, quien reseña la publicación en 2020 de la más reciente narración de la también periodista española, quien creara la historia de amor entre Raluca y Pablo, acaso pretexto para relatar este «canto de amor a la vida», convite a los lectores para tomar aire tras la etapa en que el mundo padeciera ¿o aun padece? el virus que tantas muertes causara en este mundo, ya no ancho ni ajeno, para decirlo con el título de la mejor novela del peruano Ciro Alegría. En La buena suerte —tal recuerda el editor—: «Después de cada derrota, puede haber un nuevo comienzo. La suerte solo es buena si decidimos que lo sea.»
A continuación, la profesora dominicana Myra M. Medina comenta un importante volumen: Ediciones Baquiana recién publicó Visiones y revisiones. Ensayos de literatura y cultura hispanicas, del relevante profesor cubano Guillermo Arango (tambien narrador y poeta, con no pocos títulos en su haber), quien aquí presenta su sólida labor en este ‘género’, creado por el filósofo, escritor y moralista francés Michel Exquem de Montaigne (1533-1592), que en sus clásicos Essays (publicados en 1580), entregara su obra cumbre.
Otra colaboración singular es Marcos Antonio Ramos: una vida de historia, suerte de homenaje que agradecemos quienes hemos compartido con el «Historiador del Protestantismo» y reconocemos la modestia y la ejemplar actitud de este hombre, «bueno, en el buen sentido de la palabra», (sic. Antonio Machado).
Se trata (nos dice en su reseña el Pastor Presbiteriano Héctor Méndez Rodríguez) de un planeo por la amplia obra del profesor Carlos R. Molina Rodríguez, en la que, 400 páginas divididas en secciones, el lector aprecia la notable labor del erudito Ramos, quien que «ha sabido conjugar de manera ejemplar su trabajo de investigador histórico […], maestro de generaciones […] como un Pastor consagrado, con una vida de servicio al prójimo».
Le sigue la reseña «La novela El caballo de ébano, de Vicente Echerri», en la que el ensayista, poeta y traductor Manuel J. Santayana aborda con rigor y brevedad —el conceptista Baltasar Gracián sentenciaría: «Lo bueno, si breve, dos veces bueno», en su Oráculo manual y arte de prudencia (1647)— la primera nivola escrita por Vicente Echerri, y no es es gratuito recordar el neologismo del filósofo, poeta y narrador hispano Miguel de Unamuno, quien con tal distingo, denominara su Niebla, de las otras creaciones realistas de fines del XIX.
Bien dice Santayana que la creación de Vicente Echerri, no es la novela de un poeta, [ni] una novela lírica [pues] el narrador omnisciente nos presenta el mundo de su relato como un escanario donde se suscitan apariciones y desapariciones de seres cuyas vidas inciden en nuestro ámbito imaginativo y lo abandonan sin retrasar el tempo de la accion ni cansar o distraer al lector con digresiones o trucos de estilo.
Mas, añade, que «se enriquece en no pocas escenas con el ingenio y […] la reflexión irreverente del narrador», porque «presenta un reto que subyace al sentido mismo de la obra: ¿dónde termina la experiencia real, la vivencia por los sentidos, y comienza el delirio?». A no dudarlo: El caballo de ébano, amplía el reconocido quehacer del poeta y narrador cubano Vicente Echerri, sobre cuyo valioso poemario Casi de memoria, escribí años atrás «El hálito de un orden sin retorno», publicado en Palabra Abierta (sept./2013) e incluido en mi volumen de crítica La Poesía, esa voz que llega a nosotros, que pronto saldrá en Alemania por Iliada Ediciones, a cargo del riguroso narrador y periodista cubano Amir Valle.
El apartado Cuento reúne los escritos, con temas atrayentes, por las españolas Elvia Ardalani y Ana Hontanilla, la guatemalteca Gloria Hernández, los cubanos Alberto Ortiz de Zárate y Andrés Hernández, y el chileno Tomás J. Reyes.
Ensayo aúna varios de valía. Inicia el de Mariela A. Gutiérrez (sobre los relatos de la escritora y etnóloga cubana Lydia Cabrera: «Kanákaná, el aura tiñosa, es sagrada, e Iróko, la ceiba es divina», incluidos en su ¿Por qué…?: Cuentos negros de Cuba. Mariela, especializada en la mítica autora, investiga aquí la rica temática mítico-simbólica, como otros aspectos, analizados con ahínco por la laureada Mariela, quien concluye su texto de esta suerte:
[…] en la monumental cuentística de Lydia Cabrera la temática del retorno se nos presenta como un mecanismo imperativo y urgente que, en más de una ocasión, tiene sus raíces en el anhelado deseo del regreso a la tierra prometida.
Otro ensayo que, por su actualidad, resalta es «Marina Izquierdo, una escritora no silenciada», que sobre la poeta y narradora valenciana (1966-2018), escribiera la ensayista y profesora, también hispana, María José Luján, quien analiza la importante creación de Marina Izquierdo en su tarea de reivindicar «una sociedad igual entre hombres y mujeres», evidenciada en sus poemarios y cuentos que repercuten como «un alegato contra la discriminación a que son sometidas las mujeres en diferentes ámbitos tanto públicos como privados».
Y subrayo este ensayo porque la violencia doméstica y el feminicidio constituyen indignos tópicos que —increíble pero cierto— tras centurias de atraso, no solo permanecen, sino que aumentan cada día de este nuevo siglo, cuando son cotidianos los abusos contra esposas, madres e hijas en muchos países.
Cierra esta sección «En el balcón vacío: cine, exilio y nostalgia», de Manuel Rodríguez Ramos, quien nos revela el exilio republicano en las figuras de tres cineastas y una película: el tunecino José Miguel García Ascot (Jomi), su esposa María Luisa Elío y el hijo de emigrados Emilio García Riera (todos residentes en México, donde realizaran importantes acciones culturales) y En el balcón vacío.
Así, Jomi, entre otras actividades, cursó la carrera de Filosofía en la Universidad Autónoma de México, fundó en 1949 el Cine Club Universitario y la revista Presencia. En 1958 creó el Cine Club del Instituto Francés para la América Latina y laboró en Teleproducciones, de Manuel Barbachano Ponce, donde dirigió la revista fílmica Cine Verdad, colaboró en los guiones de los filmes Raíces, de Benito Alazraki (1953) y Torero, de Carlos Velo (1956) e, invitado por el presidente del ICAIC, Alfredo Guevara, viajó en 1961 a Cuba con su esposa María Luisa, para realizar dos de los tres capítulos de la cinta Cuba 58, como los cortos Un día de trabajo y Los novios, a los que se sumó, en 1962, Año nuevo de Jorge Fraga, para el que la pareja plasmaría dos de las tres historias. A su regreso a México, filmaron una película ¿ignorada y olvidada?» (sic. Jorge Zalamea): En el balcón vacío, con textos de María Luisa y guion de la tríada: coautores de la cinta, con otros colaboradores.
Bajo el influjo del neorrealismo —corriente italiana de fines de los ‘40s, influida por el realismo o verismo, tal se le llamó en la patria de su icónico representante Giovanni Verga—, sería filmada durante 40 domingos, y abordaría el destierro que muy bien conocían por experimentarlo durante no poco tiempo.
Por ello, Manuel Rodríguez Ramos subraya: «Es una obra de profundo contenido emocional, que, desde los primeros minutos, deja claro su objetivo esencial, y el tono elegíaco que la caracteriza: “dedicada a los españoles muertos en el exilio”»
Confieso que en uno de los ciclos de la Cinemateca de Cuba, de la que el comentarista era adicto y adepto, visionó las cintas filmadas en Cuba por los cineastas hispanos.
La Sección Entrevista recoge las dos intensas y extensas del profesor cubano Armando Chávez Rivera con la escritora también cubana Eliana S. Rivero y la de Maricel con el mexicano Arturo Morell, muy amenas en tanto informan sobre las atendibles funciones desempeñadas por ambos.
En Narrativa el lector tiene acceso a dos motivadores textos por su varia intención: el primero, un fragmento de la novela El entremés de mi vida, del profesor cubano Jorge Luis Llópiz, que disfruté por su aire posmoderno, humor y erotismo al ¿recrear? pasajes de la vida del libertino francés Marqués de Sade, quien redescubierto por el movimiento surrealista, aun ejerce un poderoso atractivo en narradores y cineastas occidentales; el segundo es del cubanosueco multiprofesional (pues descuella en varias disciplinas): Juan J. Parera, quien en su interesante La casa cerca del Dniéper: melange, en tanto mezcla: cuento, novela, testimonio y más en lograda fusión, de la que salen ganando el propio autor, como los atentos lectores.
Opiniones trae varias atractivas, como el valioso testimonio de la periodista cultural argentina Adriana Bianco sobre el importante novelista y realizador, también de la patria de Borges: «Manuel Puig-Mis recuerdos y el cine», donde la cronista, íntima amiga durante décadas del narrador que votara su pasión por la pantalla grande, sobre todo, en su primera novela La traición de Rita Hayworth —publicada por Gallimard en Francia, sería una de las mejores editadas en 1968—, seguida por las exitosas: Boquitas pintadas (1969), Buenos Aires Affrair (1972-73), Pubis Angelical (1979), Sangre de amor no correspondido (1982), Cae la noche tropical (1988), y sobre todo, la más célebre: El beso de la mujer araña, que tal Pubis…, serían llevadas al cine. Mas, en el caso de El beso…, sería realizada por Héctor Babenco en 1985; luego, reelaborada por Puig como pieza escénica, se llevaría al teatro y el teatro musical, con no menor éxito. Vale apuntar un dato que subrayo: el novelista y guionista integró la tetralogía posmodernista de la narrativa latinoamericana con los cubanos Guillermo Cabrera Infante, Severo Sarduy y Reinaldo Arenas.
Dos artículos de quien escribe incluyen los editores: el primero, «A 100 años de su muerte: La narrativa de Benito Perez Galdós en el cine» en el que abordo la relevante obra llevada al cinematógrafo por Luis Buñuel y otro cineastas, como «Sobre la trascendencia de Mario Vargas Llosa», amplio análisis de la creación narrativa, ensayistica y escénica del Premio Cervantes y Premio Nobel peruano.
«La cámara mágica de Gerardo Piña Rosales» es una justa valoración del profesor colombiano Alister Ramírez sobre la otra pasión o «violon d’Ingres» —que según la connotación del pasatiempo del pintor neoclásico y músico francés Jean Auguste Dominique Ingres, quien fijara el canon, retomado por el artista surrealista americano Man Ray— cuyo retrato de la modelo y artista gala Alice Ernestine Prin, «Kiki de Montparnasse», fijara la norma creada por Ingres.
Sin duda, el notable narrador, ensayista, ex director de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE) y celebrado fotógrafo, posee una vasta obra literaria, con infinidad de títulos sobre lengua, cultura y literatura, muy unida, tal dije arriba, a su pathos por imago y letra. Así, quienes hayan leído ejemplares de la Revista de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (RANLE), habrán disfrutado las sugerentes imágenes de Gerardo, tomadas en sus viajes por distintos países, como los lectores de la publicación, habrán admirado algunas de las series («Abstracciones», «Ángeles, arcángeles y otras criaturas alígeras», «Animalario», «Autorretratos», «Cajón de sastre», «Cándida cámara», «Carteles, señales, letreros», «Cementerios», «España: ciudades y pueblos», «Estados Unidos: ciudades y pueblos» y «Ferias, festivales, circos»), como las dedicadas a sus poetas y narradores de cabecera: Edgar Alan Poe, Hermann Hesse, Franz Kafka e Isidoro Duccase, Conde de Lautréamont, entre otros de sus creadores preferidos.
Como bien afirmara en su web Gerardo:
Mi interés por la fotografía surgió el día en que mi padre me regaló, por mi 15 cumpleaños, una Voigtlander de 35 milímeros. Con aquella cámara había que hacerlo todo… Descubrir el mundo de la fotografia supuso para mí una auténtica iluminación, una toma de conciencia, una zambullida en un mar inexplorado. Y así, en busca de la imagen perdida, en aquella jungla icónica que me rodeaba, alerta, con emoción contenida, me aventuré —y ya para siempre— a salir a la calle, al campo, armado, siempre de mi cámara, compañera fiel de mi mirada
Por ello, afirma Alister,
[…] ha retratado gestos, rostros, cuerpos, escenas interiores, exteriores y paisajes […] experimenta con la luz, las sombras, los colores, las texturas y las formas […] ha sido un proceso de crecimiento, formación y madurez paralelo a su escritura. Parece que la una se alimenta de la otra. Los lugares o las personas que nos presenta como fragmentos del mundo real se nos aparecen ya transformados en objetos estéticos. Gerardo nos ha hecho creer que esa es la realidad, pero lo que aparece en el papel fotográfico o la imagen digital es la recreación de una realidad de su mundo interior; en otras palabras: su realidad.
Lo más admirable es la asombrosa capacidad camaleónica de Gerardo Piña Rosales, este hombre de rerum natura, de cuya auténtica vocación por la fotografía, su segunda vocación, escribiera:
Descubrir el mundo de la fotografía supuso para mí una auténtica iluminación, una toma de conciencia, una zambullida en un mar inexplorado. Y así, en busca de la imagen perdida, en aquella jungla icónica que me rodeaba, alerta, con emoción contenida, me aventuré —y ya para siempre— a salir a la calle, al campo, armado siempre de mi cámara, compañera fiel de mi mirada.
Cierra este apartado «Baudelaire: La estrofa perdida y encontrada», de Francisco Torres, Doctor en Filología por la Universidad de Murcia, diplomado por la Sorbona, reconocido crítico y autor teatral, además de especialista en la poética del autor de Las flores del mal. De ahí, nos da noticia de su hallazgo en Las fleurs…: el poema «Les bijoux», cuya estrofa final manuscrita no se incluyera en la edición de 1861, ni en ninguna otra. Ello, con razón, le parece asombroso a Torres, pues, en su opinión, «la poesía en general —de cualquier tiempo y latitud— se divide en un antes y un después de Baudelaire». Y, de ningun modo le falta razón al crítico, pues sabemos que Les fleurs… cambió el rumbo de la creación poética occidental, tal se corrobora en la poesía europea.
Mas, en Internet amplié la información, publicada en el diario español El País (14/nov./2019), donde escribiera Marc Bassets:
[Le bijoux] con ocho cuartetos figuraba en la primera edición de Las flores del mal, de 1857. Tras el proceso al que fue sometido por «ultraje a la moral y a las buenas costumbres», fue uno de los seis censurados en las siguientes ediciones. Las joyas es un ejemplo perfecto de lo que en su tiempo incomodó y fascinó de Baudelaire, un poeta que «mira al pasado y al futuro, que transmite los valores antiguos a las generaciones nuevas, que transmuta el pasado en presente y futuro, el último clásico y a la vez el primer moderno», como escribió Claude Pichois, responsable de las obras completas de Baudelaire en la colección [parisina de] La Pléiade. Con un pie en el clasicismo, se adentraba en los territorios hasta entonces poco explorados: el humo de la ciudad en vez de las flores del campo, los recovecos oscuros del alma humana en vez de las aspiraciones elevadas y celestiales. «La belleza del Mal», decía él. Lo que Dumonteil encontró, al llegar a las páginas 52 y 53 mientras hojeaba el viejo ejemplar, fue una estrofa escrita a mano y a lápiz al final de Las joyas. […] La escritura coincidía con la de la dedicatoria «a Gaston de Saint-Valry / testimonio de amistad / Ch. Baudelaire». Saint-Valry era un periodista amigo de Baudelaire. «Fue una bella sorpresa descubrir la estrofa inédita. La dedicatoria y la estrofa estaban escritas con la misma caligrafía», recuerda Dumonteil. La estrofa, traducida, dice así: «Y entonces me sentí lleno de esta Verdad: / Que el mejor tesoro que Dios guarda al Genio / Es conocer a fondo la terrestre Belleza / Para hacer surgir de ella el Ritmo y la harmonía». […].
Edición de 1961
La existencia de la estrofa, así como la del ejemplar en cuestión, era conocida por el especialista en Baudelaire Yves-Gérard Le Dantec, que aparecía citado en la sección de «notas y variantes» de la edición de Las flores del mal en La Pléiade, de 1961. La nota en cuestión solo citaba el último verso de la nueva estrofa. Nada más. Tres décadas antes, Le Dantec había enviado una carta a la propietaria del ejemplar, suplicándole que le permitiera difundir la estrofa secreta. «Considero que no hay una nota, un escrito, ni siquiera una carta inédita de un hombre como Baudelaire que deban mantenerse desconocidas, todo lo que le concierne es interesante… lejos de depreciar tal tesoro, la divulgación no puede más que acrecentar su valor», le escribió. No la convenció, y ahí siguieron el libro y la estrofa, ocultos hasta que Dumonteil los encontró. «Fue un gran momento: simplemente no hay que dejarlo pasar de largo», resume. Enseguida lo llevó al librero-experto Emmanuel Lhermitte para que lo autentificara. «Se sabía que el ejemplar existía, pero no dónde estaba. Es el único testimonio de esta estrofa, no hay otro», explica Lhermitte. Después de 38 años en la profesión, recuerda pocos momentos como este. «Es uno de los descubrimientos más bellos, si no el más bello que he hecho», afirma. El debate literario atañe ahora valor de la estrofa. ¿Es un complemento a la dedicatoria de Baudelaire a Gaston de Saint-Valry, el regalo de amigo que hizo a un amigo, un homenaje? ¿O tiene un valor literario autónomo y obliga a reformular el poema Los joyas y a releerlo bajo otra luz? ¿Habría que añadirla en futuras ediciones de Las flores del mal? Lhermitte está convencido de que no. «Si hubiera que añadir la estrofa al poema, Baudelaire lo habría hecho en las ediciones posteriores», responde. Creo que ahora habrá que citarlo en las notas».
Por su interés, este hallazgo me evoca otros en las letras europeas, como los presentados por el icónico historiador y narrador Stefan Zweig (Viena, Austria, 1881-Petrópolios, R. de Janeiro, Brasil, 1942) en su más popular libro: Momentos estelares de la humanidad, Doce miniaturas históricas (1927), el que —ávido, insaciable lector, con once años yo escribía mis primeros ¿versos o reversos?— me “bebí” por su impresionante sintesis y calidad. No en balde, lo definiría como nadie el narrador y periodista español Arturo Pérez Reverte: «Una joya que hace 20 años los cretinos de la literatura despreciaban, que les ha sobrevivido y ahora todos aplauden.» Desde esa época, me entusiasmaban (aun lo hacen) las autobiografías, entre las que disfrutara no pocas de Zweig, tales: Fouché, El genio tenebroso; Montaigne, María Estuardo, María Antonieta (llevada al cine), María Stuart, Magallanes, Américo Vespucio, Erasmo de Rotterdam, Romain Rolland, Paul Verlaine…
El brillante escritor, huyendo del fascismo, se refugiaría en varios países, hasta finalizar su periplo en Brasil, donde desengañado del mundo ante el avance impetuoso del fascismo, como por el escaso apoyo de la ¿intelligentsia? carioca, pactaría con su esposa, suicidándose y, quizás, proponiendo otra de sus magistrales miniaturas históricas (que no podría añadir a su ya clásico libro), de las que fue maestro, tal evidenciara en Momentos estelares…, entre cuyos tópicos, narra el nacimiento de El Mesías, de Händel, en 1741, y el indulto otorgado por el zar al grande Dostoiesvki, solo momentos antes de su ejecución en 1849… Sin duda, como escribiera el gran vienés: «Cada uno de estos momentos estelares, marca un rumbo durante décadas y siglos.»
Antes de finalizar mi nota sobre este Zweig y su volumen, no puedo dejar de citar su valioso “auto de fe” sobre el particular éxito de sus libros, que tal confesara en una página olvidada, proviene, según creo, en última instancia de un vicio personal, a saber: que soy un lector impaciente y de mucho temperamento. Me irrita toda facundia, todo lo difuso y vagamente exaltado, lo ambiguo, lo innecesariamente morboso de una novela, de una biografía, de una exposición intelectual. Sólo un libro que se mantiene siempre, página tras página, sobre su nivel y que arrastra al lector hasta la última línea sin dejarle tomar aliento, me proporciona un perfecto deleite. Nueve de cada diez libros que caen en mis manos los encuentro sobrecargados de descripciones superfluas, diálogos extensos y figuras secundarias inútiles que les quitan tensión y les restan dinamismo.
El Anuario cierra, como siempre, con Teatro: en primer lugar, la pieza en un acto y dos personajes: Mamá está en problemas, de la también actriz, poeta y periodista cubana Grethel Delgado, quien arma con talento la breve historia de los gemelos Tim y Peny que, por sus certeros diálogos y su cáustico humor, es deudora de la dramática del absurdo, pues no poco se afilia a esta manifestación surgida en la Europa posbélica, que marcara el teatro y el cine, en los que aun influye, tal lo comprueba Mamá está en poblemas.
La segunda propuesta es el ensayo: «¡Flores para las muertas! El mundo femenino roto de dos dramaturgos del sur», del crítico de cine español Eduardo Nabal (1970), autor del libro: «El marica, la bruja y el armario» (2007). En ¡Flores…!, atisba un agudo paralelo entre dos dramaturgos de rango multinacional: el hispano Federico García Lorca y el estadunidense Tennessee Williams, a partir de características comunes: homosexuales ambos, admiraban al poeta norteamericano Hart Crane, quien asimismo sustentaba tal condición.
En consecuencia, tanto García Lorca como Williams […] trataron con maestría y lirismo los temas del amor, la muerte, el sexo (particularmente, aunque no siempre de un modo explícito, el amor homosexual), la soledad, la busqueda del ideal, el temor a la locura o la muerte y la frustración existencial. […] crearon importantes personajes femeninos con los que expresar su visión de un mundo en descomposición, desgarrado entre la tradicion y la renovacion. Ambos fueron gays en dos sociedades que rechazaban o perseguian la homosexualidad de un modo hipocrita e intolerante. Y ambos eran del Sur (uno de Granada, Andalucía, y otro de Columbus, Mississippi,) de sus respectivas naciones […] Ambos autores compartían la pasión por la música negra que expresaba el lamento, los sinsabores, la identidad y las alegrías de un grupo marginado.»
Mas, recalco un aspecto definitorio que Nabal subraya y que no vacilo en sustentar, porque la historia de la escena, de los griegos acá, pasando por los clásicos españoles de La Edad de Oro (y no el mal denominado Siglo de Oro, pues el término sobrepasa dicha connotación in tempore), lo confirma: «Ambos revitalizaron el teatro poético, ya que ambos eran poetas, aunque en el caso de Williams sus poemas no alcanzaron la popularidad merecida y se vieron […] eclipsados por su producción dramática».
Otros aspectos singulares subaya el también crítico literario en su ensayo que descuella por su hondo abordaje, en tanto indaga y demuestra rasgos particulares de ambos dramaturgos y poetas que, no obstante haber sido estudiados en otros trabajos, en esta ocasión el objetivo alcanza alto nivel, para entregarnos a los lectores de Baquiana estas páginas de indudable valía.
En suma, creo que, con el Anuario del pasado 2020, sus editores tienen que estar satisfechos por la valía de su intensa y extensa labor, negadora del verso-adagio del tango «Volver», que como sabemos, invoca: “20 años no es nada”, pero sí lo son, y mucho, tal lo confirman dos décadas ofreciendo esta publicación que honra a Miami, a la Florida y a los millones de hispanohablantes que pueblan este grande y multinacional país.
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