Literatura. Comentario crítico.
Por Waldo González López
Conocí a esta sensible uruguaya con nombre de actriz italiana —nacionalidad de su padre— en una tertulia poética o en un teatro, no recuerdo exactamente, como tampoco la fecha exacta, pero ello no importa.
Sí vale —y no poco— un hecho definitorio: tras intercambiar varias palabras con ella, me percaté de su fineza y buen gusto, rasgos decisivos de su incambiable personalidad que atrae a quienes la conocen.
Mucho después, invitado por ella, asistí a la presentación de su primer poemario En el arpegio de un tango (La Pereza Ediciones, Miami, 2013). Y, tras la detenida lectura de este volumen, corroboro lo dicho arriba de Annabella Lapasta, pues en su título iniciático la poeta no sólo confirma lo que intuí al conocerla, sino que, algo más singular: corroboré su genuino talento y sus lecturas de poetas preferidos (Mario Benedetti, Alejandro Dolina…).
Pero hay más: junto al placer que me proporcionó la lectura, descubrí otros atributos de valía, como su pasión por la cultura y, sobre todo, por el tango, al que no solo asume, nombrándolo una y otra vez en sus versos, sino que incluso dedica un hermoso poema a esta popular manifestación artística tan gustada que define a Argentina y a su patria, Uruguay.
Deudora de tan extensa e intensa herencia musical/poética —que tendría en Jorge Luis Borges, uno de sus más sólidos defensores, al escribir letras de tango—, la poeta reafirma su voluntad apasionada por dicha manifestación en ambos países del Cono Sur, fenómeno afín al ocurrido con la tradición del bolero, primero arraigado en Cuba desde fines del XIX y luego en otros ámbitos del Caribe.
Pero hay más: este lector/poeta/crítico se percata que Annabella ha adquirido —asidua lectura e infatigable laboreo mediante— los necesarios elementos para penetrar a fondo en los ineludibles dispositivos técnicos de la poieisis o ‘creación’, para los griegos.
En consecuencia, desde los primeros poemas que escuché hasta estos de su opera prima que he leído con satisfacción, hay un atendible salto cualitativo, por cuanto, además, es obvia la ampliación de su espectro estrófico. Así, incluye en el libro no solo poemas en verso libre, sino además décimas y sonetos, rasgo que evidencia lo que antes apunté. Pero leamos:
En “Dame permiso” —uno de sus más breves y logrados textos—, Annabella muestra su carácter apasionado que la lleva, ocasionalmente, a disfrutar e, incluso, bailar sus amados tangos en espacios como «The Place», donde presentara su libro. En el mencionado texto, escribe:
Déjame beberte que es temprano, / quiero fundirme en tu codicia, / fenecer en tu boca, teñirme de trigo, / sembrarme en los campos, volver a vivir. // Deja que te viva en cada intento, / con la piel erizada, cobijada en tu nombre, / ya las noches se me vuelven madrugadas, / déjame vivirte, que es verde aún el tiempo.
Otro poema que resalta por su síntesis y validez poética es “AMC24”, de visible capacidad sugerente y, por tanto, funcional:
Primera fila, / dos butacas, / un susurro a mi derecha, / voz, / justo en mi centro.// Una sala de teatro, / Ana Karenina, / tus manos a mi izquierda, / yo en tu boca, / vos, / frotando sentimientos.
En otro momento de asomos vivenciales y mayor extensión e intención (“De búsquedas y hallazgos”), la poeta con un tono narrativo —que le es afín y dable, quizá por común en la poesía del cono sur—, comienza en la primera estrofa: “Te busqué / en siete puntos cardinales, / en el polvo de mi casa […]” para, en la tercera, continuar:
Te busqué en la incertidumbre / y la certeza de no hallarte, / en la ternura y / los escombros de un abrazo, // en los semáforos rojos, / en la estupidez y el desengaño. // Te busqué en los cementerios, / en la espera y las cloacas, / en la mueca inexorable de la noche, / en la furia que me nace, / en el insomnio, en el vino y tu locura. // Te busqué, te busqué y te busqué, / y, buscándote, / se me dio por encontrarme.
Otro de los textos más logrados de Annabella es “Hoy”, donde con el vocablo y leitmotiv que da título al poema, realiza una operación de flujo y reflujo, ascendente, con el que provoca el interés del lector:
Hoy que regreso / de extirparme la savia, / se me rompen los silencios. // Hoy que vuelvo / de mi lejana tumba, / se me abren los vocablos, / en mi lengua enamorada. // Hoy, / ignoro el tiempo, mi nombre y patria. // Hoy, / que la espera me espera, / y las cuitas se rasgan, // hoy cargo en la boca, / de cal. / una mueca esperanzada.
Otros poemas subrayan tal pathos, expresado por la autora a lo largo de las 66 páginas de su volumen. Así, en “Insignificante”, lo corrobora. Leámoslo:
Qué importan las grietas de mi calle,
los vidrios opacos de mi ventana,
las deudas que limpian mi bolsillo.
Qué importan las cosas que se rompen,
las arañas del techo,
la gotera del baño.
Qué importa el precio del tomate,
si no hay agua,
o muere mi jardín.
Con vos,
ya nada importa,
con vos,
después de tanto.
Mas, hay un poema En el arpegio de un tango, cuyo destaque se da por la sencilla pero casi exacta concreción de sus temas y su plenitud expresiva, que se ofrece al lector, como uno de las mejores páginas del libro. Se trata de “En peligro de extinción”:
Abril se muere,
me arrastra en su llovizna.
Agoniza mi idioma,
tan mio, como raro,
en moribundo sentir,
se me rueda en pedazos.
Deliran mis puntos cardinales,
mi patria,
la geografía
se quiebra el sur,
y abril se muere.
En fin, puede estar satisfecha Annabella Lapasta, porque con su firme entrada en la poesía que se escribe y publica en Miami, logra ubicarse entre los primeros lugares del discurso femenino de dicha producción.
[Texto enviado por el autor especialmente para Palabra Abierta]
Waldo González López©All Rights Reserved