Literatura. Poesía.
Por Raúl de Cárdenas.
Aquello comenzó en Neptuno
La noche no parecía tan oscura y la tarde se había ido
lentamente, como una despedida solo temporal
para volver al día siguiente y comenzar todo de nuevo.
Estás lejos, pero tu rostro quedó grabado en mi deseo
en un espacio enorme después de estar contigo,
un hueco que quedó para siempre en mi recuerdo,
un instante de entrega que jamás quedó en olvido.
Parece que fue ayer, pero fue hace mucho tiempo
en aquel viejo edificio de Neptuno nuestro encuentro,
en esa calle de una Habana que hoy no existe,
rodeado de tablas y telones, de polvo y de asientos,
que fue del principio de mi vida, el capítulo más bello,
bordado por tus besos y caricias, por el calor de la pasión,
el roce sensual de mis manos al sentir la fiebre de tu cuerpo.
Fue una noche diferente, de un claro descubrimiento,
de nuevos regocijos, de un flujo y reflujo de placeres,
de esperanzas en un algo desconocido
que no sabíamos todavía que nombre podíamos darle.
Fue imposible que el tiempo se quedara estancado
pues quería tenerte para siempre, pero eso era una locura
porque el tiempo nunca se detiene, nunca se ha interesado
en los hombres, es un espacio en la vida que no tiene dueño,
un incensante caminar que no le presta atención a los sueños.
Y los sueños de tenerte para siempre se hicieron prisioneros
de algo que ahora he vivido día a día y que llamo el recuerdo,
imagenes incrustadas en un joven corazón que se quedó
enamorado de tus ojos, de tus besos, de tu boca, de tu cuerpo,
de todas aquellas cosas que dijiste por primera vez
y que aún están conmigo a pesar que ha transcurrido mucho tiempo.
Ojalá que algún día podamos, tú y yo, volver al viejo
edificio de Neptuno y decirnos de nuevo todo aquello
que una vez, para ti y para mí, fue el comienzo.
lentamente, como una despedida solo temporal
para volver al día siguiente y comenzar todo de nuevo.
Estás lejos, pero tu rostro quedó grabado en mi deseo
en un espacio enorme después de estar contigo,
un hueco que quedó para siempre en mi recuerdo,
un instante de entrega que jamás quedó en olvido.
Parece que fue ayer, pero fue hace mucho tiempo
en aquel viejo edificio de Neptuno nuestro encuentro,
en esa calle de una Habana que hoy no existe,
rodeado de tablas y telones, de polvo y de asientos,
que fue del principio de mi vida, el capítulo más bello,
bordado por tus besos y caricias, por el calor de la pasión,
el roce sensual de mis manos al sentir la fiebre de tu cuerpo.
Fue una noche diferente, de un claro descubrimiento,
de nuevos regocijos, de un flujo y reflujo de placeres,
de esperanzas en un algo desconocido
que no sabíamos todavía que nombre podíamos darle.
Fue imposible que el tiempo se quedara estancado
pues quería tenerte para siempre, pero eso era una locura
porque el tiempo nunca se detiene, nunca se ha interesado
en los hombres, es un espacio en la vida que no tiene dueño,
un incensante caminar que no le presta atención a los sueños.
Y los sueños de tenerte para siempre se hicieron prisioneros
de algo que ahora he vivido día a día y que llamo el recuerdo,
imagenes incrustadas en un joven corazón que se quedó
enamorado de tus ojos, de tus besos, de tu boca, de tu cuerpo,
de todas aquellas cosas que dijiste por primera vez
y que aún están conmigo a pesar que ha transcurrido mucho tiempo.
Ojalá que algún día podamos, tú y yo, volver al viejo
edificio de Neptuno y decirnos de nuevo todo aquello
que una vez, para ti y para mí, fue el comienzo.
Esta noche
Esta noche quisiera decirte muchas cosas,
pero creo que me faltan las palabras
y no sé cómo decirte lo que siento
aunque espero que comprendas
que a veces hay sinfonías en invierno.
Esta noche quiero decirte que he encontrado
tu sonrisa en cada imagen que recuerdo
y que he encontrado de nuevo tu mirada
cuando el día se despierta en la mañana.
Esta noche, no sé cómo decirte que te quiero,
y me faltan las palabras que a veces yo invento,
a pesar de la distancia y el tiempo,
cuando escribo escenas de amantes
que se anhelan porque esconden un secreto.
Esta noche quiero decirte que aún llevo
en mi pecho la caricia de aquellas delirantes
noches calidas de amor y sexo que vivimos,
y que aún respiro del susurro de tu boca el aliento
en los besos que sin limites me dabas.
Tú fuiste esa noche la primera primavera
que después, como viento que disipa hoy las nubes,
se fue esfumando en las olas de la playa
cuando me fui irremediablemente de tu vida
porque ya el ocaso se hacia dueño de la brisa.
porque ya el ocaso se hacia dueño de la brisa.
Esta noche recuerdo que esa noche nos amamos
con la furia enloquecida del delirio de entregarnos
nuestras vidas para siempre, sin saber que nuestro amor
para siempre, por esas cosas del destino, fue marcado
sin quererlo tu y yo, para vivir eternamente separados.
A veces

Crowds of busy people walking through the intersection of 5th Avenue and 23rd Street in Manhattan, New York City with bright sunset background
A veces parece, con este largo e imparable caminar,
que ahora sabemos con certeza que será imposible
lo que un día lejano temimos sería difícil de lograr,
y continuamos, heridos, destrozados, por mil calles
dando tumbos en esa eterna búsqueda como el ciego
que intenta llegar a un horizonte que no encuentra.
A veces nos sentimos tan perdidos en medio de la gente
que ni siquiera la luz de los relámpagos de la tormenta
puede alumbrarnos este perpetuo andar por el camino,
pintada en el rostro la lágrima, máscara de peregrino.
A veces ni siquiera oímos como el agua corre despiadada
en patios y jardines al ritmo de una lluvia que es extraña
y que nada se parece a aquellas gotas que mojaban
aquellos patios y jardines donde nacieron nuestras vidas
y que cada invierno con cara de verano adornaban
el mundo que se ha ido esfumando en la distancia.
A veces queremos creer que hay un amor que nos espera,
quizás en las cálidas arenas de marfil de una playa,
y que nos busca y nos abraza, como la hiedra abraza
las altas paredes de ladrillos achacosos de mi casa.
Y a veces creemos que finalmente las sombras se disipan
y creemos encontrar las respuestas a todas las preguntas,
pero entonces despertamos y volvemos a vivir las inclemencias
que existen en ese espacio donde viven nuestras dudas.
Quisiera
Me cuentan que has cambiado, que ya no eres la misma
que un día, lo recuerdo, cuando eras una estrella,
la figura de una diosa, locura de músicos y poetas
y de tantos otros que conocieron tus leyendas.
Me dicen que has cambiado, que luces diferente
y no solo por el pasar del tiempo, sino que alguien
sin conciencia se clavó en tu vida con fiereza
y te robó esa elegancia que era parte de tu esencia.
Yo quisiera algún día poder llegar a verte nuevamente,
sin importarme que no vistas las gracias de otros días,
pues quisiera descubrirte sin pensar en el pasado,
solo en nosotros, como si el tiempo que separa
tu mundo y el mío, inmovible, no haya mediado.
Quisiera verte en esa hora, cuando todos duermen,
cuando eras más sensual, y me decías tus secretos
muy callada en la cálida ternura de la madrugada.
Y quisiera verte a esa hora, cuando todos viven,
y tu te movías sin descanso hasta que el sol se evaporaba.
Quisiera oír de nuevo tus canciones, aquellas que cantabas
con esa melodía que solamente conocen las cubanas,
y que bailes conmigo un danzón, una conga, una guaracha.
Quisiera que algún dios, de esos que pululan el olimpo,
o algun hombre, de esos que se dicen son dueños de tu vida,
me diera el tiempo, la ocasión, de que veas estas canas
que han surgido con el pasar del tiempo y en la distancia
y que me permita finalmente abrazarte, estar contigo,
y decirte buenas noches y quizás hasta mañana,
mi inolvidable novia, tu, mi Habana.
Si yo hubiera sabido
Si yo hubiera sabido que no te volvería ver
hubiera tratado de ser así como el viento,