Literatura. Ciencia. Tecnología. Pensamiento. Crítica
Por Manuel Gayol Mecías.
Cuando empezamos a adentrarnos en el contexto de la transhumanización y el poshumanismo no podemos evitar que nos asalten sorpresas, admiración y desconciertos realmente debido al escenario tan extraordinario, insólito y chocante que se nos viene encima, pero que, al mismo tiempo, resulta lógico por la importancia humanista y espiritual que el tema conlleva.
Uno de los principales asombros es el de la fascinación, mezcla de alegría y admiración, porque se nos antoja vernos en un ámbito diferente, como de ciencia-ficción que ya casi se puede tocar con las manos. Es como si sintiéramos que lo fantástico comenzara a hacerse realidad, y pensáramos que la ficción pudiera convertirse en un ámbito concreto, rodeando nuestra vida mediante las distintas formas de comunicación con que ya se cuenta, cada vez más rápidamente, y con las distintas maneras que hoy existen de experimentar una vida virtual. Esta nueva realidad visual, y que de lo visual se hace sensible, íntima, es algo tan excitante como prodigiosa; es un Nuevo Mundo, al revés del descubierto por Cristóbal Colón, un nuevo ámbito pero que no se puede conquistar, sino que esta vez somos nosotros los conquistados, por depender cada vez más de este horizonte que parece hacerse infinito y nos convierte (con el paso de un breve tiempo) en personajes imaginarios (1).
Es tal la identificación en que podemos caer, dentro del nuevo universo cibernético al que nos vemos expuestos, que corremos el riesgo de no salir nunca del mismo; quiero decir, de depender de este como si fuera la más sensorial y profunda droga que nos seduce y atrapa. Al mismo tiempo estamos siendo encandilados por la computación y los celulares o móviles, los que cambian casi cada dos años, así como por los relojes y las gafas que nos permiten ir midiendo el entorno de una supuesta manera mucho más inteligente y precisa. Por su parte, otro de los mágicos e increíbles artefactos que nos hechizan son los productos que podemos extraer (con cierto sentido de creación propia, puesto que lo podemos realizar en casa) de las impensables impresoras 3D (2) que imprimen todo tipo de cosas, y hasta de tejidos, prótesis y en fin de una inmensa gama de objetos, accesorios y de diferentes resultados médicos. Estas impresoras están ampliamente capacitadas para servir en los sectores domésticos, comerciales e industriales. En otro sentido, no menos despampanante y perturbador, ya se puede hablar de la trasmutación de los metales —por las que tanto lucharon los alquimistas del Medioevo—, la cual se realiza constantemente como normales cambios químicos en cualquier industria. La nanotecnología y esta alquimia moderna de los metales colman hoy en día los mayores sueños de los investigadores y cirujanos de la Medicina. Es como si de pronto el espejo de Alicia estuviera haciéndose certeza y nuestras manos y cuerpo cualquier día pudieran atravesar el azogue. Es como si las nuevas observaciones sobre el universo nos llevaran a encontrarnos en el mismísimo centro de una paradoja: “el hombre esperanzado ahora en conquistar el cosmos (inicio de una nueva cosmogénesis)” y, de opuesta manera y en el mismo tiempo de un espacio intelectual, “el ser humano fuera llevado a su ínfima expresión, aplastado por su propio insignificante tamaño, con una inteligencia por superar cada vez más y su falta enorme aún de conocimientos ante este mismo universo”. Recuerdo ahora, en relación con la nanotecnología, la película que vi en el año 1966, titulada Viaje fantástico (3).
Los asombros —que competen a los adultos y a los mayores de hoy en día— nos propician cierto grado de temor, debido a que entramos en la zozobra de cómo se van a desenvolver nuestras vidas ante esta avalancha de complejidades; cambios a los que quizás no nos podamos adaptar del todo, debido a la velocidad y embrollos técnicos que tendremos en contra nuestra, por la comparación con la existencia, de alguna manera, pasiva, o al menos, mucho más lenta que hemos llevado hasta ahora, en relación con la evolución exponencial de la ciencia y la tecnología. Temor de vida altamente modernizada en la que prima, por supuesto, la ligera pero habilidosa conducta de los millennials (o sea, aquellos nacidos a partir de 1984) en que sus vidas van corriendo en el teclear de sus dedos sobre un teléfono o una computadora laptop. Temor por la soledad que poco a poco nos está imponiendo la nueva tecnología y costumbres sociales, y hasta la política tan populista, corrupta y gastada, en cuanto a que habría que contabilizar y analizar si en realidad se han dado avances o retrocesos en la globalización del mundo (4). Temor al vértigo de vida que nos va separando de los hijos y mucho más de los nietos, y todo por los nuevos recursos tecnológicos que nos están envolviendo cada vez más.
Y en especial, los asombros por la vida que ya se experimenta vienen a ser así una mezcla de pánico y deslumbramiento, porque están relacionados directamente con la ética y con los derechos humanos que son civiles, políticos, económicos, sociales y culturales, entre otros. Pánico porque la ciencia y la tecnología provocan nuevas maneras de existencia, de incentivos y de confort, pero también de brusquedades y riesgos, cuando estas avanzan con una velocidad pasmosa en contra de las leyes, reglas y valores humanistas que hemos conocido. Pánico cuando nos damos cuenta de que esos valores humanistas pertenecerán al pasado en poco tiempo, digamos, para el año 2045; y porque nosotros, los que pudiéramos llegar a ese año o fuéramos beneficiados con técnicas y medicinas que lograrían reducir el envejecimiento, y así todavía pudiéramos estar aquí, junto a las generaciones de los millennials, no sabremos qué seremos: si humanos o humanoides, personas o cíborgs, gentes o simples zombis.
Pero este pánico llega a reducirse, porque al mismo tiempo del miedo se da ese deslumbramiento que trae todo lo nuevo, esa mágica acción que solo se concebía en los sueños y las fantasías de libros y películas que, de alguna manera, nos transportan a un mundo de deseos y de locas aspiraciones que ya no quedan en un mundo infantil de los héroes de ficción, sino que ese mundo vuelve a ser vivido por nosotros. Y así, la vida llega a concebirse como resignación y seducción, porque en realidad la existencia está llena de matices y no nada más de extremos. Las generaciones que somos anteriores a los millenials, por el cansancio lógico, y de igual manera por la fascinación de lo nuevo en que ya nos encontramos, nos adaptamos a la idea de que —por ley de la vida— no podemos competir, en cuanto a tecnología y modernidad, con los jóvenes y adolescentes de hoy en día. Por tanto, el pánico con el tiempo ha devenido aceptación, en la cual no nos queda sino tratar de encontrar satisfacción de todos los beneficios que podamos obtener.
En qué medida este mundo nuevo nos afectará, es algo que no podemos calcular a priori, puesto que todo es un proceso de cambio, y las alteraciones y variaciones que hasta ahora hemos estado experimentando han venido ampliando su progresión de una manera, digamos, aritmética, o en la que casi podríamos decir: de un modo acorde con las específicas generaciones que han venido surgiendo en la historia de la humanidad, y que lo han hecho en un proceder en que han sido la ciencia y la tecnología las que han dependido del ser humano, en cuanto a su desenvolvimiento y, fundamentalmente, a sus necesidades. De aquí que la velocidad de estos cambios de ahora, y su profundidad en lo que asimismo la transformación implica, hayan sido de una progresión moderada en relación con la rapidez y las modificaciones que, desde hace unos años para acá, nos sorprenden por su progresión exponencial; dicho de otro modo, por su rapidez geométrica, puesto que parece ser que ahora es el humano, en el caso de mi generación y otras anteriores, quien se tiene que adaptar a los nuevos artefactos y concepciones tecnocientíficas que se están presentando en un abrir y cerrar de ojo.
Y es esto, a lo que yo llamaría: “velocidad y profundidad de los cambios”, lo que esencialmente nos presiona, encantándonos y seduciéndonos, por un lado; y, por otro, infundiéndonos el pánico de que se podría estar poniendo en riesgo no solo la vida misma, al experimentar algo incierto para nosotros, sino el horror por los peligros conceptuales y físicos que les tocaría también a nuestros hijos y nietos, en un camino escabroso y resbaladizo que si es fallido, costaría un daño irreparable a nuestra especie biológica y al mismo futuro del planeta Tierra.
No obstante, en la medida en que pasa el tiempo es probable que el atractivo del futuro fantástico que se alza ante nosotros vaya creándonos una sensación de seguridad y confianza en la nueva conciencia que hay que tener del mundo.
Una revolución de revoluciones es lo que ya está teniendo lugar año por año que pasa, puesto que las aportaciones son por sectores industriales y de todo tipo, tales como la medicina en relación con la reducción de la vejez, la extensión de la vida, la reproducción de órganos y de diferentes clases de instrumentación que podrán hacer cirugías hasta por nanotecnología.
En materia de energía, contamos ya con la posibilidad de almacenarla de una manera mucho más ventajosa, y de utilizarla sacada del Sol en distintas formas para casas y autos; y de hecho es sabido ya que los autos cada vez son más autónomos hasta el hecho de manejarse por sí mismos.
Por su parte, en lo que respecta a fabricación, es impresionante el avance que se ha alcanzado con la mencionada impresora 3D que, según se dice, impulsará la nueva revolución industrial, en cuanto a que renovará los procesos de construcción para todo tipo de objetos. Incluso actualmente, puede imprimirse cualquier cosa, tales como implantes dentales, espejuelos, diferentes modelos de ropa, zapatos y se ha llegado a pensar hasta en la impresión de casas (5).
Según se plantea, con las impresiones 3D millones de personas podrán adquirir sus artículos, sus invenciones, sus necesidades materiales a través de una computadora y una impresora de este tipo. No habría contaminación, pues todo se haría en la casa, desde una plantilla digital a una impresora por donde saldría la pieza. Se podrán imprimir no solo huesos de reemplazo, prótesis de cualquier miembro o parte del cuerpo, sino hasta órganos. O sea, todo se haría desde una acción digital que se convertiría luego en una fabricación física de un objeto. Esto realmente tiene una connotación filosófica, puesto que el ser humano se convertiría en una especie de demiurgo que ha logrado el poder de la invención. Todo se haría desde la intimidad de la casa, a nuestra medida y a nuestros caprichos, puesto que independientemente de las plantillas que podríamos tener, ya diseñadas, dentro de programas digitales, podríamos crear nuestros propios deseos, nuestros propios antojos y sueños y, entonces, el resultado estaría hecho en alguna medida por nuestra propia imaginación.
Un mundo nuevo dentro de este siglo XXI estará al alcance de los seres humanos, siempre y cuando no desvirtuemos los nuevos avances que tengamos. En el caso de la invención 3D, tendrán que existir reglas y leyes que prohíban, por ejemplo, la fabricación de armas o, al menos, las condiciones a determinados patrones de fabricación y previa adquisición de licencias vía internet para que se vendan las plantillas. En realidad, se ha dicho, y con toda razón, que “la impresión 3D acabará formando parte de nuestro estilo de vida” (6).
Por eso, lo más inteligente y civilizado es que hay que superar los temores; en definitiva, los cambios son inevitables. En respuesta a todo lo anterior, podemos decir que el humano es capaz de predecir su propio destino como especie y, en un futuro no ya tan lejano, nuestro propio sino como individuos.
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Notas:
1 En este sentido de la realidad virtual recuerdo ahora la famosa novela de Adolfo Bioy Casares: La invención de Morel, en la que el protagonista para lograr estar junto al personaje de una mujer dentro de una filmación, de la cual se enamoró obsesivamente, se hace copiar por la máquina de proyección que encontró en una isla perdida, a la que este protagonista llegó huyendo de la policía. La novela se publicó en 1940, fecha extremadamente temprana para hablar de realidad virtual, por lo que la considero una precursora de este tema. Ver la edición de Penguin Books Ediciones, Estados Unidos, 1989, y con prólogo de Jorge Luis Borges.
2 “La impresión 3D es un grupo de tecnologías de fabricación por adición donde un objeto tridimensional es creado mediante la superposición de capas sucesivas de material. Las impresoras 3D son por lo general más rápidas, más baratas y más fáciles de usar que otras tecnologías de fabricación por adición, aunque como cualquier proceso industrial, estarán sometidas a un compromiso entre su precio de adquisición y la tolerancia en las medidas de los objetos producidos. Las impresoras 3D ofrecen a los desarrolladores de producto, la capacidad para imprimir partes y montajes hechos de diferentes materiales con diferentes propiedades físicas y mecánicas, a menudo con un simple proceso de montaje. Las tecnologías avanzadas de impresión 3D, pueden incluso ofrecer modelos que pueden servir como prototipos de producto”.
“Desde 2003 ha habido un gran crecimiento en la venta de impresoras 3D. De manera inversa, el coste de las mismas se ha reducido. Esta tecnología también encuentra uso en los campos tales como joyería, calzado, diseño industrial, arquitectura, ingeniería y construcción, automoción y sector aeroespacial, industrias médicas, educación, sistemas de información geográfica, ingeniería civil y muchos otros”. (Wikipedia).
3 “Fantastic Voyage (en Argentina, Viaje fantástico; en España, Viaje alucinante; en Venezuela, El viaje fantástico) es una película estadounidense de ciencia-ficción producida por la 20th Century Fox, dirigida por Richard Fleischer, con música de Leonard Rosenman y estrenada por primera vez en los Estados Unidos en 1966”.
“Narra la historia fantástica de un viaje al interior del cuerpo humano con un submarino tripulado que ha sido reducido de tamaño en el Centro de Miniaturización Norteamericano. La película sirvió de inspiración para una novela homónima de Isaac Asimov, una serie de dibujos animados y un cuadro del mismo nombre realizado por el pintor Salvador Dalí” (Wikipedia).
4 ¿Es productiva y benefactora la globalización de los seres y las cosas en este mundo nuevo, de alcance inimaginable? Es indudable que todo sistema nuevo tiene sus pros y sus contras, pero en el caso de la globalización, la tecnología ha impuesto una realidad nueva que ha venido para quedarse. Es imposible renunciar a estos avances técnicos, puesto que en la historia del desarrollo humano la ciencia y la tecnología han sido su más importante característica. Sin este impulso de la inteligencia del hombre, lo económico, social y político, entre otros factores más, no pudieran alcanzar un verdadero progreso. Todo surgimiento tecnológico e industrial, en el proceso de los primeros años, provoca altas y bajas, pero en su momento logra estabilizarse y asentar su prosperidad.
5 “Cuando Charles W. Hull, más conocido como Chuck Hull, fabricó la primera pieza con impresión 3D en 1983, no imaginaba ni por asomo a dónde podría llegar su invención. Unos 30 años después, los expertos afirman que la impresión en 3D impulsará la próxima revolución industrial, transformando por completo el proceso de fabricación y construcción de prácticamente todo lo que nos rodea”.
“Hull, considerado como el padre de la impresión 3D, trabajaba por aquel entonces en una empresa que utilizaba la luz ultravioleta para aplicar unas finas capas de resina sobre mesas y muebles. Fue entonces cuando se le ocurrió que, poniendo múltiples capas, unas sobre otras, de un fotopolímero líquido que se convierte en sólido al contacto con la luz y aplicándoles luz ultravioleta para darles forma, podría construir un objeto en 3D. Este nuevo método de fabricación, que Hull denominó estereolitografía, ha derivado en lo que hoy en día se conoce como la fabricación aditiva o impresión 3D”.
6 Eurorresidentes, op. cit.
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