¿Contra el Liberalismo?

Literatura. Política. Sociedad. Crítica.
Por P. Sabbatius

Mao Tse-tung (Mao Zedong), Chairman of the Communist Party of China. Wikimedia Commons.

Recuerdo que cuando era niño, allá por 1960,  de alguna forma apareció en mi casa un panfletico llamado “Contra el Liberalismo” [1], escrito por un chino que por entonces se llamaba Mao Tse-Tung, pero que por alguna razón luego le cambiaron el nombre a Mao Zedong. No me hizo mucha gracia el título, porque como liberalismo parece venir de libertad, y en esa época me decían que justo acabábamos de derramar muchísima sangre para conseguir la libertad al derrotar a Batista, estar en contra de la libertad no me parecía una cosa buena. Por eso no me lo leí, y tampoco creo que lo hubiera entendido a pesar de ser ya entonces un ávido lector hasta el punto de que mi padre me advertía que se me iba a formar un arroz con mango en la cabeza, cosa que finalmente sucedió.

Logotipo de la Unión de Jóvenes Comunistas en La Habana, Cuba. Muestra las caras de Julio Antonio Mella, Camilo Cienfuegos y Che Guevara. Una de las organizaciones totalitarias de Cuba.

Pasaron muchos años y muchas cosas, incluidas las transiciones de Mao, de Tse-Tung a Zedong y de héroe comunista a villano revisionista, casi cuatro décadas de azarosa vida en la Cuba castrista que incluyeron mi expulsión de la UJC en la escuela por tener debilidades y vicios liberales (que me costaba mucho ocultar) y finalmente el exilio a las entrañas del Monstruo Imperialista, el país por excelencia del odiado liberalismo, donde finalmente podría pasar pacíficamente el resto de mi existencia entre liberales como yo, que tanto añoraba conocer.

Sin embargo, pronto comprendí que en realidad yo no tenía muchas cosas en común con estos liberales de aquí, pero ellos sí muchas con los comunistas que creí haber dejado atrás.

Una de las experiencias más bizarras fue cuando la reclutadora del sitio donde se me había ofrecido empleo, tras una larga conversación donde le relaté muchas cosas sobre la vida bajo un régimen totalitario (ya saben, esa ansiedad incontrolable que le da a uno por dejar salir de adentro todo lo retenido por décadas cuando finalmente escapa del comunismo), me recomendó mucha discreción, que tuviera mucho cuidado con lo que hablaba y que evitara los temas políticos porque “en este sitio hay muchos liberales”…

Por supuesto, aquello me resultó incomprensible, el colmo de los contrasentidos en un país cuya Constitución presume de una Primera Enmienda que garantiza la Libertad de Palabra.  En mi  inocente Weltanschauung de recién exilado y fugitivo del totalitarismo marxista, un liberal era un dulce sujeto, suerte de Mahatma Gandhi, lleno de tolerancia y amor por sus semejantes y con respeto a todas las opiniones, incluso a las más adversas. Aquel que te diría: “estoy en desacuerdo con lo que dices, pero moriría por tu derecho a decirlo”. Estaba abocado a, como dicen los gringos, un rudo despertar.

Pronto descubrí que el Imperio estaba profundamente dividido entre dos facciones irreconciliables, enzarzadas en una lucha más a muerte que la lucha de clases entre burgueses y proletarios que me habían enseñado en la escuela: la lucha entre los que se llaman a sí mismos liberales y conservadores, igualito que en el viejo San Nicolás del Peladero de la Televisión Cubana.

Al principio creí que era simplemente la misma cosa cómica que en San Nicolás…, robarse los votos y hacerse triquiñuelas unos a otros para ganar las elecciones como hacía Plutarco Tuero con tanta gracia. Pero pronto comprendí que esta otra lucha revestía un carácter mucho más ominoso para el destino de la nación que generosamente me había acogido.

Tras el Gobierno de Obama, y mucho más después de la victoria de Trump,  el grado de animadversión política entre liberales y conservadores ha pasado a  hacerse personal, y llegado al fatídico punto en que ha comenzado a destruir las amistades y hasta los vínculos de sangre, punto muy familiar para el que ha conocido el totalitarismo. Y curiosamente,  los que más feroces se muestran en la contienda son, precisamente, los teóricamente dulces y tolerantes liberales.

Barack Obama. Public domain. Wikimedia Commons.

Día a día los omnipresentes medios nos bombardean con historias donde se cuenta cómo los liberales no se detienen ante nada, familias con niños o ancianos frágiles, para desplegar sus versiones gringas de los mítines de repudio castristas contra gente que lo único que está haciendo es ir a comer a un restaurant o llevar puesta una gorrita roja de Trump. Y esto me hizo recordar de pronto el otro día, por uno de esos espectaculares saltos temporales que permite la memoria, el panfletico con la cara de Mao (Tse-Tung o Zedong, no importa) estampada en la portada como en un medallón romano, y me picó la curiosidad por ver cuál era su crítica al liberalismo. Así que, con la magia de internet, localicé y recuperé el panfletico, cortesía de algo que responde al curioso nombre de  Movimiento Popular Perú de Alemania, del que no pude averiguar más porque su servidor estaba caído.

Y allí me enteré finalmente de lo que Mao le criticaba al liberalismo. Y verifiqué lo que venía sospechando hacía rato: que los actuales liberales angloamericanos o europeos no son en lo absoluto liberales.

Paso a explicarme, valiéndome de ocho de los Once Tipos Definitorios del Liberalismo, según Mao [2], exceptuando los tipos 4, 7 y 10, que se aplican específicamente a la vida del militante en las condiciones de un país ya comunista:

Estamos por la lucha ideológica activa, pues ella es el arma con que se logra la unidad interna del Partido y demás colectividades revolucionarias en beneficio del combate. Todos los comunistas y revolucionarios deben empuñar esta arma…  Pero el liberalismo rechaza la lucha ideológica y propugna una paz sin principios… El liberalismo se manifiesta en diferentes formas:

Tipo #1:    A sabiendas de que una persona está en un error, no sostener una discusión de principio con ella y dejar pasar las cosas para preservar la paz y la amistad, porque se trata de un conocido, paisano, condiscípulo, amigo íntimo, ser querido, viejo colega o viejo subordinado. O bien buscando mantenerse en buenos términos con esa persona, rozar apenas el asunto en lugar de ir hasta el fondo. Así, tanto la colectividad como el individuo resultan perjudicados. Este es el primer tipo de liberalismo.

Obviamente, este primer tipo no guarda relación alguna con la conducta de los liberales actuales, excepto que en realidad estos no sostienen “discusiones de principio” sino que se limitan a vilipendiar, calumniar, hasta destruir a quien no piensa como ellos. Cualquiera que se moleste en leer ese nuevo tipo de periodismo que se reduce a comentar lo que cualquier imbécil escribe en Twitter encontrará plenitud de ejemplos de liberales norteamericanos blasonando de haberle dejado de hablar a padres, hermanos, tíos o primos porque son partidarios de Trump a los que debe odiarse sin restricciones. Y esto, viniendo de gente que acusa a sus adversarios de odio (hate). 

 Tipo #2: Hacer críticas irresponsables en privado en vez de plantear activamente sugerencias a la organización. No decir nada a los demás en su presencia, sino andar con chismes a sus espaldas; o callarse en las reuniones, pero murmurar después. No considerar para nada los principios de la vida colectiva, sino dejarse llevar por las inclinaciones personales. Este es el segundo tipo (sic).

Esto me trae a la memoria el destino del fundador y ex-CEO de Mozilla Firefox, Brendan Eich, a quien alguien en su compañía le sacó (al mejor estilo de las reuniones de la UJC en Cuba) que 10 años atrás había donado mil dólares a la campaña por la Proposición 8, que definía el matrimonio como cosa entre un hombre y una mujer [3]. No importó para nada que en ese momento la abrumadora mayoría de la población californiana votara a favor de la Proposición 8 (aprobada en las urnas para luego ser anulada por un juez gay) y que el propio presidente Obama en ese entonces sostuviera la misma opinión por oportunismo político (¿o fue que después la cambió por oportunismo político?). El Tribunal de la Inquisición liberal juzgó y condenó a Eich por el nefando pecado de Homofobia, expulsándolo de la propia compañía que fundara.

Tipo #3:  Dejar pasar cuanto no le afecte a uno personalmente; decir lo menos posible aunque se tenga perfecta conciencia de que algo es incorrecto; ser hábil en mantenerse a cubierto y preocuparse únicamente de evitar reproches. Este es el tercer tipo.

Lejos de ser este un rasgo de los vehementes militantes liberales de Occidente, más parece ajustarse a la conducta actual (por un legítimo instinto de conservación) de los que sostienen opiniones conservadoras, que para poder incluso mantener su empleo tienen que cuidarse mucho de lo que dicen, no sea que la policía informática del pensamiento los detecte y los exponga, con la consiguiente pérdida de posición o empleo, como le pasó a James D’Amore, Roseanne Barr y al exjefe de Papa John’s Pizza por decir (o porque alguien les oyó decir) una palabra o frase incorrecta.

Tipo #5: Entregarse a ataques personales, armar líos, desahogar rencores personales o buscar venganza, en vez de debatir los puntos de vista erróneos y luchar contra ellos en bien de la unidad, el progreso y el buen cumplimiento del trabajo. Este es el quinto tipo.

En este caso (excepción que justifica la regla) la definición maoísta sí parece coincidir con bastante exactitud con la moderna conducta liberal. Es una constante en el arsenal ofensivo liberal el permanente y obsesivo cavar y buscar para desenterrar cualquier escándalo o trapo sucio personal que sacarle a cualquier político o periodista conservador, usualmente de carácter sexual: si le tocó las nalgas a una muchacha hace 40 años, si le pegó los tarros a la esposa hace 25, si invitó a fornicar a una mujer que accedió a subir con él una noche a su habitación en un hotel por motivos de trabajo (¿por qué otra cosa aceptaría una mujer ir sola con un hombre a la habitación de un hotel si no es por motivos de trabajo?) o si tuvo un hijo regado por ahí con una criada, para exponerlo a la vindicta, ensañamiento y repetición hasta el aburrimiento en los omnipresentes medios, en lugar de debatir acerca de aspectos concretos de política (es notable cómo la política de este país le dedica obsesivamente la atención al 2% de la superficie corporal, ignorando el 98% restante).

Tipo # 6: Escuchar opiniones incorrectas y no refutarlas, e incluso escuchar expresiones contrarrevolucionarias y no informar sobre ellas, tomándolas tranquilamente como si nada hubiera pasado. Este es el sexto tipo.

Que le pregunten a James D’Amore si los liberales cumplen con el Sexto Tipo, después de que lo expulsaron de Google porque se le ocurrió exponer francamente su opinión personal (aunque fuera errónea) de que las mujeres eran menos proclives que los hombres para las matemáticas y la ingeniería, incurriendo así en el nefando pecado de Sexismo [4]. O a los speakers conservadores, a quienes han prohibido hablar o que han tenido que escapar con el rabo entre las piernas de los campuses universitarios norteamericanos o ingleses, perseguidos por las masas enardecidas de liberales ofendidos porque alguien pretendiera expresar en sus santuarios opiniones adversas a su credo.

Tipo # 8:   No indignarse al ver que alguien perjudica los intereses de las masas, ni disuadirlo, ni impedir su acción, ni razonar con él, sino dejarle hacer. Este es el octavo tipo. 

U.S. Senator Bernie Sanders of Vermont speaking at a town meeting at the Phoenix Convention Center in Phoenix, Arizona. Tomada de Flickr. Autor Gage Skidemore.

Si esto fuera cierto para los liberales, no habría trifulcas o incendios en Berkeley u otras universidades cuando gente, como Ann Coulter o Jordan Peterson, pretende exponer sus puntos de vista y establecer una suerte de diálogo con la tendencia opuesta. Aquí también vale traer a colación la reciente ciberpurga de Alex Jones, ejecutada simultáneamente en las tinieblas de la noche, al mejor estilo de la Gestapo o la Stasi por parte de los gigantes Apple, Google, Youtube y Facebook, erigidos en ciberinquisición liberal, independientemente de que uno crea que Jones se dedicara a hablar basura o no. Es obvio que no se produce una sola marcha o demostración de la tendencia opuesta (aunque sean pretendidamente unos sinvergüenzas del KKK) sin que inevitablemente se presente un batallón de airados liberales a hacer una contraprotesta violenta y evitar que sus adversarios se manifiesten. Los liberales marchan en todas partes generalmente sin que nadie los moleste. Y no incluyamos aquí al ardoroso simpatizante de Bernie Sanders que balaceó a los congresistas republicanos en un juego de pelota…

Tipo # 9: Trabajar descuidadamente, sin plan ni orientación definidos; cumplir sólo con las formalidades y pasar los días vegetando: ‘mientras sea monje, tocaré la campana’. Este es el noveno tipo.

1984 by George Orwell. Big Brother is Watching You. Tomada de Flickr.

Según esta definición, el liberal carece de agenda. Pero a estas alturas nadie en su sano juicio podría sostener semejante barbaridad. En realidad es público y notorio lo activa y organizadamente que los liberales, sin tregua y sin cuartel, luchan por hacer avanzar no una, sino muchas agendas en múltiples frentes, 24 horas al día, 7 días a la semana. Control de armas, fronteras abiertas, LGBTQismoabortismo, veganismo, ateísmo, feminismo, animalismo y así suma y sigue. Y desdichado de aquel que se oponga, porque recibirá despiadadamente la condición orwelliana de No Persona cultural.

Probablemente ya nadie recuerda a aquella malaventurada Miss California, Carrie Prejean a la que, tras ganar la competencia, se le ocurrió la absurda idea de decir en público (en respuesta a una pregunta de un conocido farandulero gay cubanoamericano) que un matrimonio era algo que se hacía entre un hombre y una mujer… Le quitaron el título, y de propina alguien logró que algún antiguo novio publicara en internet fotos de la miss desnuda y en posturas indecorosas que ella le habría mandado en algún momento de pasión…  Por cierto, el mismísimo Donald Trump, por entonces dueño del pageant, tras unos pocos días de brindarle su apoyo, de repente se lo retiró sin más explicación. Para los que creen que Trump no le teme a nadie…

 Tipo # 11: Tener conciencia de los propios errores pero no intentar corregirlos, tomando una actitud liberal para consigo mismo. Este es el undécimo tipo. Podrían citarse otros tipos más, pero los descritos son los principales.

El liberal actual también es constantemente vigilado por Facebook, Twitter y otros omniscientes mecanismos cibernéticos de control totalitario, por lo que tiene que ser muy cuidadoso con no dejar escapar ningún comentario que deje traslucir el menor resquicio de debilidad ideológica. Tan solo unos días atrás, a un actor gay y ardientemente liberal de algún show de TV llamado The Queer Eye o algo así, se le ocurrió decir que no todos los republicanos eran racistas (aunque no le concedió a Trump el beneficio de la duda) y que había que tener un poco de tolerancia con las opiniones equivocadas y tratar de llegar a entendimientos [5]. La inquisición colectiva twittera (que me recuerda a aquella escalofriante definición del totalitarismo de los hermanos Strugatski en Qué difícil es ser Dios, “la vigilancia y control de todos por cada uno” [6]) no tardó nada en caerle encima al tipo con la fuerza de un ciclón. A estas alturas todavía no se sabe si conservará su trabajo…

De lo expuesto hasta hora cabe deducir que el liberal occidental contemporáneo falla sistemáticamente en ajustarse a las definiciones maoístas de liberalismo, y en su lugar despliega un grado de combativa militancia movida por un feroz odio que seguro está haciendo estremecerse de placer a la momia de Mao, sumamente orgullosa en su Mausoleo de Beijing (¿Pekín?). Lo inquietante es que toda la evidencia reciente indica que el fervor de esta nueva hornada de militantes parece estar en control de ese nuevo Leviatán, ese Meta-Estado Corporativo que ha surgido y dado recientes pruebas de su abrumador poder en este país, en el que entidades aparentemente ajenas al Estado per se, basadas paradójicamente en su condición de privadas, parecen encaminadas a reducir a letra muerta los derechos establecidos por la Constitución para proteger a los ciudadanos de los excesos del Estado, idea básica en la fundación de América.

O en otras palabras, que la América auténticamente liberal que soñaron los Padres Fundadores y con la que soñamos nosotros desde las tinieblas del Totalitarismo, ha dejado de existir. Vivimos, otra vez, tiempos oscuros…

Citas: 

1.- Zedong, Mao: “Contra El Liberalismo”. De las Obras Escogidas de Mao Tse-tung. EDICIONES EN LENGUAS EXTRANJERAS, PEKIN 1976.  Primera edición 1968 (3a impresión 1976) , Tomo II, pp. 25-27. Digitalizado y preparado para internet: Por el Movimiento Popular Perú de Alemania, 1993. Esta edición: Marxists Internet Archive, mayo de 2001. https://www.marxists.org/espanol/mao/escritos/CL37s.html

2.- Zedong, op. cit.

3.- https://www.usatoday.com/story/news/nation/2014/04/04/mozilla-ceo-resignation-free-speech/7328759/

4.- https://en.wikipedia.org/wiki/Google’s_Ideological_Echo_Chamber

5.- http://www.foxnews.com/entertainment/2018/08/16/queer-eyes-johnathan-van-ness-under-fire-for-saying-not-all-republicans-are-racist.html

6.- Strugatski A, Strugatski B: Qué difícil es ser Dios, Editorial Mir, Moscú 1964.

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About the Author

Flavio P. Sabbatius es el "nom de plume" adoptado por un profesional que siente que el impulso irresistible de expresar su opinión heterodoxa o políticamente incorrecta, en el actual clima totalitario de rabiosa intolerancia vigente en las instituciones académicas de este país, arriesga la pérdida de su empleo y la capacidad de mantener a su familia si su identidad es revelada públicamente.

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